La reactivación de la política arancelaria estadounidense ha generado un profundo reordenamiento de la arquitectura logística mundial. El epicentro del impacto se encuentra en el eje Asia-Pacífico, donde China, como primera potencia exportadora, ha desplegado una estrategia sofisticada, basada en alianzas y fuertes lazos de confianza. Es posible que, ante la situación actual, se sigan dando acuerdos estratégicos entre estados, puertos, hubs y regiones, como la manera de sortear los constantes e imprevisibles obstáculos del comercio. En este momento, Pekín, simboliza el polo opuesto a la incertidumbre de las cadenas de suministro y a los aranceles imprevisibles, lo que ha favorecido un clima de confianza y resiliencia con nuevos socios y aliados logísticos.
Esta semana hemos conocido los últimos datos de la inflación norteamericana que ha subido hasta el 2,7% debido a los efectos de la estrategia proteccionista. Ciertamente se esperaba un dato mas elevado, dados los últimos acontecimientos y anuncios arancelarios. Poco a poco los efectos de esta política trasladan los sobrecostes de importación al consumidor final, porque las empresas no pueden seguir asumiendo las diferencias de coste por más tiempo. Para frenar esta tendencia se ha reclamado desde el ejecutivo norteamericano, que la Reserva Federal Americana bajase los tipos de interés, lo que no se ha producido, al menos de momento.
Ante este panorama China ha puesto en marcha su estrategia de contramedidas, diversificación logística, evasión arancelaria, triangulación logística y transbordos Interpuerto.
Las empresas chinas han adelantado algunas de sus exportaciones, con anterioridad a la entrada en vigor de los nuevos aranceles, utilizando la tregua comercial, acelerando así los envíos. Solo en junio, sus exportaciones aumentaron en un 5,8 %, mostrando una capacidad de respuesta táctica sorprendente.
Sin embargo, las exportaciones a EE.UU. cayeron un 9,9 % en el primer semestre, mientras aumentaban hacia la U.E. (+7,9 %), el sudeste asiático (+14,3 %) y África. Este desacoplamiento está acompañado de acuerdos bilaterales con socios como Indonesia, Vietnam, Tailandia o Malasia, a través de los cuales triangula sus exportaciones, actuando como nodos de transbordo y ensamblaje, aunque bajo la amenaza permanente del incremento de aranceles. En paralelo, China sigue potenciando sus propios puertos del sur, (Shenzhen, Guangzhou), como nodos de salida hacia regiones no alineadas con EE. UU. Según datos de los puertos del Sudeste Asiático, el volumen de mercancías que llegan desde China para su reexportación a EE.UU. ha aumentado un 18% interanual. Pero también sigue invirtiendo en infraestructuras logísticas de aliados clave como por ejemplo el Puerto de Hambantota en Sri Lanka y Piraeus en Grecia, facilitando rutas alternativas y reduciendo la dependencia directa de los mercados estadounidenses.
China ha reforzado sectores clave como la robótica, los vehículos eléctricos y la manufactura avanzada. Su producción industrial se ha incrementado en un 6,8 % interanual en junio, y el país mantiene su objetivo de crecimiento mínimo anual del 5 %, consolidando su rol exportador.
El efecto bumerán
El atractivo geoeconómico de China, fiabilidad frente a la volatilidad occidental, está funcionando, en la medida que atrae a nuevos estados que prefieren las relaciones comerciales estables, a los vaivenes constantes de los aranceles. La política estadounidense está sufriendo el “efecto bumerán” diplomático.
Varios países, desde Argelia hasta Emiratos Árabes, están girando estratégicamente hacia China. Las razones; la previsibilidad política, frente a la agresividad arancelaria. Una capacidad industrial robusta, que garantiza suministros incluso en periodos de tensión global. La expansión del bloque BRICS, con China como eje operativo del Sur Global, y la creación de alianzas logísticas con Turquía, Egipto o Indonesia como miembros o socios.
Esta tendencia de las cadena de suministro globales está generando un doble efecto: por un lado, un Occidente introspectivo, proteccionista e inflacionario; por el otro un bloque liderado por China, que prioriza estabilidad, integración y cooperación logística. Los puertos, como nodos físicos de esta transformación, están adaptándose a nuevas rutas, actores y reglas. El resultado es un equilibrio logístico global, con Asia como epicentro de crecimiento, innovación y conectividad. La política arancelaria norteamericana, está acelerando este cambio de eje comercial. Los gravámenes del 50% a países como Brasil, está generando distorsiones en la cadena de suministro norteamericana, incrementando los costes para industrias clave como la automoción, la alimentación o la electrónica, e impulsando una búsqueda de proveedores alternativos más caros o menos eficientes.
Fortalecimiento de los BRICS y mayor confianza del bloque asiático
La política de confrontación de Washington ha acelerado la cohesión del bloque BRICS, en su última conferencia celebrada en Río de Janeiro el pasado 6 y 7 de julio, incorporó nuevos miembros como Arabia Saudí, Irán o Emiratos Árabes. Este bloque representa ya el 40 % del PIB global y busca sustituir al dólar como moneda de referencia, lo que amenaza la hegemonía financiera estadounidense. La confianza en el Yuan como moneda alternativa al dólar en transacciones está subiendo, concretamente un 25% en comercio bilateral con Rusia e India.
En este nuevo contexto, países del Sur Global, sometidos a tensiones diplomáticas o sanciones occidentales, se están alineando progresivamente con el modelo chino de gobernanza comercial, más centrado en la inversión en infraestructuras y la cooperación energética. En el corto plazo los aranceles estadounidenses han limitado ciertas exportaciones chinas, en el mediano y largo plazo están favoreciendo el reposicionamiento estratégico del país asiático, consolidando su liderazgo en cadenas logísticas no occidentales. Mientras EE.UU. sufre tensiones inflacionarias y diplomáticas, China capitaliza los problemas comerciales actuales, gracias a su resiliencia logística, su proyección tecnológica y su diplomacia comercial, emergiendo como el gran beneficiario indirecto de las políticas arancelarias.
El control de los materiales críticos
La autonomía tecnológica que trata de implantar China también se basa en el control de los materiales críticos, materias primas clave para tecnologías estratégicas como la energía renovable, los semiconductores o los vehículos eléctricos y este dominio refuerza su papel en la competencia geoeconómica con Estados Unidos y otras potencias. China controla una parte dominante de la cadena de valor de 25 materiales estratégicos considerados esenciales por la UE, como:
- Grafito natural: 65% de la extracción global y 100% del refinado.
- Tierras raras: 70% de la producción y más del 90% del procesamiento mundial.
- Galio: 98% de la extracción mundial.
- Germanio: 68% de la producción.
- Tungsteno: 85% del suministro global.
- Antimonio: 87%.
- Magnesio: 86%.
- Silicio metalúrgico: 68%.
Además, el gigante asiático concentra casi el 90% del procesamiento mundial de algunos de estos elementos, por lo que otros países productores dependen de China para el refinado de los materiales.
La carencia o interrupción en el suministro de estos materiales impacta directamente en: Baterías (litio, cobalto, grafito), Paneles solares (silicio, galio), Turbinas eólicas (tierras raras), Microchips y semiconductores (germanio, galio, silicio), Equipos médicos, defensa, telecomunicaciones y motores eléctricos.
Como se puede deducir, el control de estos recursos se ha convertido en una herramienta de presión geoeconómica, comercial y diplomática. La respuesta del bloque Occidental estará en tratar de reforzar su autonomía, diversificar proveedores, (Groenlandia, Australia, Canadá), potenciar las capacidades propias de refinado y reciclaje y fomentar acuerdos bilaterales para el suministro seguro.
Se estima que el valor de mercado de estos materiales estratégicos superará los 400.000 millones de dólares en esta década, impulsado por la demanda de tecnologías limpias y digitales.
La lucha por los materiales críticos no es solo un asunto industrial, sino una nueva forma de hegemonía tecnológica y geoestratégica. China utiliza su dominio en este ámbito como palanca de poder frente a Occidente, afectando directamente a las cadenas de suministro globales, al coste de las tecnologías emergentes y a la soberanía industrial de potencias como EE.UU. y la UE. La respuesta de estas últimas será clave para redefinir los equilibrios del comercio global en la era de la transición verde y digital.
La clave está en seguir trabajando en corredores seguros, estables, integrados con la fortaleza logística de sus zonas francas, para afianzar las cadenas de suministro. Y esto solo se consigue con grandes y sólidas alianzas entre gobiernos, proveedores, empresas y clientes.
Foto: cedida

 
									 
					

 
								
1 comentario
Brillante y objetivo análisis de la situación mundial.