El invierno en Finlandia está en su apogeo. Es una de las estaciones más largas del año, en la que las temperaturas descienden a niveles extraordinarios, sobre todo en las latitudes más al norte y el país nórdico se cubre de blanco. La nieve es una constante de noviembre a abril en la región de Laponia y en el este de Finlandia, pero también es posible que Helsinki amanezca pintada de blanco.
El invierno en Finlandia llega, por lo común, antes que al resto de Europa. El aviso resulta innegable. La luz diurna comienza a disminuir a una velocidad vertiginosa, donde la helada cubre los campos y los bosques y los lagos de una fina capa, que más tarde se hará más gruesa y lo abarca todo. Así llega el tiempo en las regiones remotas en las en el día será noche. Y puesto que la región norte de Finlandia está situada por encima del Círculo Polar Ártico, hay semanas en las que sol ni se levanta.
El día es como una noche incompleta, una forma de crepúsculo que solo asoma unas pocas horas cuando llega mediodía y el sol se empeña en mantenerse bajo en la línea definida del horizonte. Es el tiempo del kaamos, la noche polar oscura en lengua finesa, bien diferente de lo que sucede en otras latitudes y que se extiende de noviembre a mediados de enero.
En regiones remotas como Utsjoki, en el extremo norte de Laponia, situada por encima del Círculo Polar Ártico y bastante lejos del referente Rovaniemi, el kaamos dura casi dos meses. Lo mismo sucede en Kittilä. Puede parecer extremo, y ciertamente lo es, pero forma parte del pulso vital de esta parte del país nórdico. El sol ilumina de forma tenue la línea del horizonte con una luz azulada. En el momento más crítico, durante el solsticio de invierno, solo asoma dos horas al día. En el resto de Finlandia, los días son muy cortos y el sol, conocedor de su poderío, se mantiene intencionadamente bajo en el horizonte, incluso a la hora del Ángelus.
Foto: @DiscoverFinland

 
									 
					

 
								
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