Me alegra muchísimo que de nuevo se saque del archivador de las iniciativas parlamentarias en Canarias las conexiones entre las islas de El Hierro, La Palma y La Gomera, y doblemente si la PNL obtuvo la unanimidad ya hace unos años (2019) de todos los miembros de la Camara autonómica. Solo espero y deseo que el nuevo diputado regional por El Hierro, Raúl Acosta Armas, tenga con su nueva PNL no sólo el respaldo de la Cámara regional, sino que tal acuerdo pase de la intención a la realidad.
No nos engañemos, comprobamos que la conectividad con las islas grandes, Tenerife y Gran Canaria, parecen evolucionar favorablemente producto fundamentalmente de una coyuntura por el incremento en el descuento por residencia que esperamos que se mantenga toda la vida.
Por lo tanto, y no sabiendo lo que va a durar esta prestación, no debemos acomodarnos y seguir reivindicando el justo reconocimiento legítimo e histórico de los habitantes periféricos a estar bien comunicados y en condiciones de igualdad que el resto de los canarios. Sin embargo, mientras esto sucede las conexiones tanto aéreas como marítimas con otras islas vecinas parecen dormir el sueño de los justos.
Ya hemos visto que se empiezan a hablar de Obligaciones de Servicio Público para los transportes entre Canarias y la Península y nadie las pone en discusión, pues por qué no lo podemos hacer de las conexiones entre islas tan cercanas y lejanas al mismo tiempo.
Es notorio las relaciones económicas y sociales de esta isla con La Palma, marcadas por la expansión de los cultivos de plátano en el Valle del Golfo que necesitó de la experiencia de los palmeros tanto en la preparación de los suelos, en la siembra, en el regadío intensivo y en apertura de pozos de agua. Estas circunstancias derivaron, desde la década de los 70, en una emigración interior de palmeros hacia nuestra isla que terminaron en la constitución de muchas familias y en el afincamiento en el valle que se extendió a otros pueblos de la isla y en la extensión de lazos familiares, afectivos y por supuesto económicos.
Nadie puede negar los avances que hemos tenido en la conectividad con nuestro principal punto natural e histórico de conexión, Tenerife, pero en el caso de las islas de La Gomera y La Palma creo que hemos caminado para atrás como los cangrejos.
Como saben tengo raíces en La Palma, y por muchos «punto a punto» que pongan, un desplazamiento de El Hierro a la Isla Bonita puede suponer en el mejor de los casos una inversión en tiempo de casi tres horas, vamos que llegamos antes a Madrid o Barcelona, cuando recuerdo que con aquel avión de 19 plazas de Naysa en el año 1982 no tardábamos más de 15 minutos.
Hablar de ir en barco es cosa de titanes, ocho o nueve horas, igualito que ir a Cuba. Y de la Gomera que decir, pasar al ladito de ella y tener que dar un rodeo innecesario para recalar en ella es un pecado mortal.
Por lo tanto, bienvenida cualquier iniciativa política o popular dirigida a facilitar el libre movimiento de pasajeros, pero si encima es para acercar a vecinos, ya no es solo cuestión de necesidad sino de justicia social.
Foto: del libro «Las alas del Atlántico»

