El tránsito de la industria marítima hacia combustibles alternativos plantea importantes retos de seguridad que deberán afrontarse de manera planificada, según un artículo reciente de la sociedad de clasificación DNV.
Con el objetivo de la Organización Marítima Internacional (OMI) de alcanzar emisiones netas cero en 2050, combustibles como el gas natural licuado (GNL) y el metanol de origen fósil se consideran soluciones de transición, a la espera de una implantación más amplia de opciones de bajas o nulas emisiones como el amoniaco, el hidrógeno o los biocombustibles avanzados.
El documento señala que los armadores ya han llenado las carteras de pedidos con buques propulsados por GNL y metanol, mientras aparecen los primeros proyectos con amoníaco. DNV advierte que los nuevos proyectos deben contemplar desde el inicio la flexibilidad para futuros cambios de combustible, previendo espacio para sistemas alternativos, materiales compatibles y configuraciones de almacenamiento y suministro adaptables. Llevar a cabo evaluaciones de riesgo en fases tempranas del proyecto es, según la sociedad de clasificación, clave para evitar costosas modificaciones posteriores.
Según DNV, cada alternativa presenta un perfil de riesgo específico. El hidrógeno requiere almacenamiento criogénico a —253 °C o a muy alta presión, con estrictos requisitos para evitar fugas y explosiones. El amoniaco plantea problemas de toxicidad, corrosión y aumenta la fragilidad de los materiales a bajas temperaturas.
El metanol, por su parte, ofrece una transición más sencilla, al no precisar tanques criogénicos, pero su baja temperatura de inflamación exige medidas reforzadas de detección y extinción de incendios. En el caso de los biocombustibles, la principal dificultad está en la variabilidad de propiedades y su vida útil más corta, lo que obliga a extremar las precauciones de almacenamiento y manipulación.
Además de los combustibles, DNV destaca la necesidad de considerar nuevas tecnologías como los sistemas de captura y almacenamiento de carbono a bordo. El dióxido de carbono, recientemente clasificado por la OMI como sustancia tóxica, requiere ventilación adecuada, protocolos de seguridad y formación de tripulaciones para minimizar riesgos.
El marco regulatorio se apoya en el Código IGF y en las directrices de diseño alternativo de la IMO (MSC.1/circ. 1455), mientras se elaboran normas más completas para el uso de metanol, amoniaco e hidrógeno. DNV recuerda que los armadores y astilleros deberán combinar las soluciones técnicas con la capacitación de la tripulación, procedimientos de emergencia y mantenimiento riguroso para garantizar una transición segura hacia los combustibles bajos en carbono.
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