Durante los últimos meses, y a través de acciones de diferente naturaleza, hemos sido testigos de cómo EE.UU. ha mostrado un interés creciente por los acontecimientos del continente africano. Esta renovada tendencia está marcando un punto de inflexión en la arquitectura del comercio global.
Tras dos décadas de atención centrada principalmente en Asia y el Pacífico, Washington ha reactivado su política hacia África, promoviendo la prórroga de la Ley Africana de Crecimiento y Oportunidad (AGOA), un programa que no solo busca facilitar el acceso de las exportaciones africanas al mercado estadounidense, sino también reforzar su influencia económica en un continente rico en recursos y clave en la actual situación geopolítica global.
En un contexto de reconfiguración constante de las cadenas de suministro y de competencia geoeconómica, África se perfila como un socio estratégico para la diversificación productiva, la obtención de recursos críticos y la apertura de las nuevas rutas logísticas atlánticas.
AGOA. El instrumento que define una estrategia geopolítica
La Ley AGOA, (African Growth and Opportunity Act), fue promulgada en el año 2000 bajo la administración Clinton, siendo renovada sucesivamente, como una pieza central de la política económica estadounidense hacia el África subsahariana. Su objetivo principal es facilitar el acceso de las exportaciones de 32 países africanos al mercado estadounidense, ofreciendo acceso libre de aranceles para ciertos productos, con el objeto de fomentar el desarrollo industrial y crear empleo. Otros productos enfrentan, sin embargo, aranceles entre el 0,5% y el 10%, desde la reforma arancelaria norteamericana de abril de 2025. Para exportaciones de ciertas materias primas, combustibles y minerales, estas cifras se reducen considerablemente.
Los efectos han sido tangibles. El pequeño Estado de Lesotho se ha consolidado como el mayor exportador africano de ropa a EE.UU., mientras que Sudáfrica lidera las ventas de vehículos y componentes industriales. En 2024, las importaciones estadounidenses bajo influencia legislativa de AGOA alcanzaron los 8.000 millones de dólares, de los cuales un 75% correspondió a bienes no energéticos. El 64% de las exportaciones sudafricanas dentro del programa pertenecen al sector automotriz, seguido del textil y los productos agrícolas.
Geoeconomía: cuando la política dicta la estrategia comercial
Mohamed El-Erian, presidente del Queens’ College de Cambridge y asesor de Allianz, sostiene que la economía global ha entrado en una era de profunda influencia geoeconómica. Los intereses políticos y de seguridad nacional de los estados mas influyentes, condicionan las políticas comerciales y financieras. Washington ha comprendido que una gran interdependencia con Asia, expone al sistema norteamericano a vulnerabilidades estructurales, motivo por el que trata de buscar alianzas con países africanos y latinoamericanos, reconfigurando así sus cadenas de suministro hacia socios considerados como seguros. Este proceso, conocido como “friend-shoring,” pretende que las industrias estratégicas, energía, minerales críticos, tecnología y manufactura, dependan menos de China y se apoyen más en territorios aliados.
El comercio afroamericano está adquiriendo una dimensión marítima esencial. Puertos como los de Abiyán, Dakar, Tema, Lagos y Walvis Bay, están siendo modernizados a través de ayudas de organismos internacionales o de capital privado con grandes grupos inversores. La continuidad en la aplicación de las premisas de AGOA está revitalizando las rutas transatlánticas, conectando los puertos de África Occidental, con los de la costa Este de Estados Unidos y Europa. Esta dinámica está reactivando el papel del Atlántico como eje logístico global. Los flujos de mercancías entre África y América del Norte, podrían superar los 50 millones de toneladas anuales en la próxima década, generando una creciente densidad logística.
La competencia, los riesgos y el talón de Aquiles africano
Mientras Estados Unidos busca reforzar su posición, China ha mantenido una presencia dominante en África mediante préstamos a infraestructura e importantes acuerdos comerciales, llegando incluso a adquirir tierras cultivables para su explotación. La balanza comercial chino-africana supera los 250.000 millones de dólares anuales, frente a unos 40.000 millones de EE.UU.
La estrategia de la legislación AGOA, junto con nuevas iniciativas de cooperación industrial, intentan revertir esta tendencia, promoviendo la inversión privada estadounidense y un incremento de asociaciones público-privadas. Washington quiere evitar que la seguridad económica global dependa únicamente de la potencia militar y tener un mayor control de las cadenas de valor, verificando quién produce, dónde, y bajo qué reglas.
Patrick Njoroge, exgobernador del Banco Central de Kenia, advierte que África atraviesa una situación de alta vulnerabilidad. El coste de la deuda externa ha alcanzado niveles que amenazan la estabilidad macroeconómica. Más del 60% de los países del África subsahariana, presentan un riesgo elevado de sobreendeudamiento. La disminución de la ayuda internacional, un 9% menos en 2024 y con previsión de otra baja del 17% en 2025, limita la capacidad de inversión en salud, educación e infraestructuras. A ello se suma una brecha estructural. La mitad de la población africana carece de acceso a la electricidad y solo el 35% ahorra a través de canales formales. Un colapso financiero africano, tendría repercusiones globales, afectando al comercio marítimo, a la estabilidad de los precios energéticos y a las rutas de exportación de minerales estratégicos.
Pese a los riesgos, el continente ofrece una de las mayores oportunidades de crecimiento logístico del mundo. El desarrollo de corredores industriales y portuarios, impulsados por EE. UU. y socios europeos, puede consolidar un espacio atlántico integrado, con importantes áreas de exportación de los productos y materias primas africanas, creando un triángulo de conectividad entre África, Europa y América.
El Atlántico, eje de prosperidad
El interés creciente de Estados Unidos por África, representa un cambio estructural en la geoeconomía mundial. AGOA se ha convertido en un instrumento para reequilibrar el poder comercial frente al eje asiático y consolidar una nueva geografía económica, basada en grandes alianzas estratégicas. Si África logra mantener la estabilidad financiera y mejorar su infraestructura, el continente puede transformarse en un pilar esencial de las cadenas de suministro globales.
El Atlántico, que durante décadas fue desplazado por la fortaleza comercial en el Pacífico, resurge como espacio de conexión y cooperación. Para los puertos, operadores logísticos y economías del entorno, este proceso puede representar una amenaza o una oportunidad, dependiendo de como se enfoque. El crecimiento de los estados africanos y sus infraestructuras es un hecho incuestionable, así como su potencial exportador de materias primas y energéticas. Se puede competir con ello o se pueden buscar alternativas de colaboración, para crecer al unísono de una inercia imparable, la de un continente de 1550 millones de habitantes. Como muestra, la localización cercana de los hubs portuarios en el Indo Pacifico y Mar Meridional de China, que, sin embargo, mantienen líneas de crecimiento.
Decía Franklin Roosevelt: “La competencia ha demostrado ser útil hasta cierto punto, pero la cooperación, por la que debemos esforzarnos hoy, comienza donde la competencia termina». No lleguemos tarde al futuro.
Foto: cedida por el autor

