La Royal Navy ha celebrado con los fastos que corresponden el bautizo del portaaviones “HMS Queen Elizabeth”, el mayor buque de guerra de la historia del Reino Unido. La reina Isabel II de Inglaterra ha hecho los honores del madrinazgo del buque que lleva su nombre y cuya presencia operativa afianza la posición del país como potencia naval. La ceremonia se ha celebrado en el astillero de Rosyth.
En lugar de champán, ha sido bautizado con whisky de una variedad de la isla de Islay, en las Hébridas exteriores, proporcionado por la destilería Bowmore, en lo que se interpreta como un claro guiño a Escocia. Una decisión inusual que, sin embargo, ha tenido notable eco en la prensa británica.
La reina apeló al orgullo patrio en el momento del bautizo, como también lo hizo el primer lord de Mar, almirante George Zambellas, que se refirió al nuevo buque insignia de la Royal Navy como “un ave fénix revestido de acero que dará el renacer del poderío naval británico”, cuando esté plenamente operativo en 2020.
Es un buque de 72.000 toneladas y 284 m de eslora. Tiene capacidad para 36 aviones F-35, además de helicópteros medios y pesados y puede embarcar un millar de soldados con todos sus equipos. El equipo propulsor le permitirá navegar 500 millas cada 24 horas, a una velocidad sostenida de 20,8 nudos. Tiene un gemelo en construcción que se llamará “Prince of Wales” y el coste de ambos ronda los seis billones de libras esterlinas, sin incluir los aviones.
Entre las novedades destacan dos “islas” sobre cubierta situadas a la banda de estribor. La tecnología de radares permitirá una visión inmediata de 250 millas de distancia y el rastreo en tres dimensiones de algo más de mil objetivos del tamaño de una pelota de tenis que se mueve a 2.000 millas por hora. La autonomía se estima en 10.000 millas. La tripulación permanente será de 679 personas y se ha previsto un máximo de 1.600 tripulantes.
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