El daño que Vueling está haciendo a sus pasajeros, al turismo y al sector del transporte aeronáutico español no puede quedar impune. Desde hace unos días, demasiados retrasos y cancelaciones han conseguido frustrar los sueños y los deseos de miles de clientes que han pagado sus billetes por adelantado. Al parecer, todo apunta a errores de gestión interna, pero la situación alienta otros argumentos, que podrán ser más creíbles o no.
El nuevo presidente de Vueling, Javier Sánchez-Prieto, reconoce la existencia de problemas de “origen interno” y responsabiliza del lío a su antecesor, Alex Cruz, ahora presidente de British Airways. Procede de Iberia y parece que los 90 días que lleva en el cargo no han sido suficientes para tratar de atajar semejante despropósito y consentir el daño que la aerolínea está causando.
Lo cierto es que el caos se ha adueñado de esta compañía del grupo IAG, que coexiste con Iberia Express y ya veremos cómo queda el panorama tras el éxito del Brexit. Mientras tanto, el personal de tierra y de cabina de Vueling se come el marrón de los sufridos pasajeros, a los que la situación interna de Vueling ha cercenado miserablemente sus ilusiones.
Nefasta, cuando no inexistente, política de comunicación de la aerolínea, que da la callada por respuesta. Hemos visto las imágenes en televisión de las quejas de los pasajeros, que claman al cielo. De suerte que el Ministerio de Fomento y el Gobierno de la Generalitat han llamado a sus directivos para que expliquen qué es lo que realmente sucede y no se descartan sanciones. Sólo en el aeropuerto de Barcelona, la operativa de Vueling supone el 40% de su actividad.
Pudiera suceder que Vueling haya querido abarcar más de lo que puede, de suerte que al marcar unos objetivos de beneficios tan exagerados haya incrementado la oferta por encima de los recursos de que dispone. Y como es típico de los tiempos actuales, con todo el ajuste posible del gasto, de modo que el tiro les ha salido por la culata. Y ello a pesar de contratar más aviones en régimen de «wet lease» para tratar de atajar los errores. Las consecuencias no han tardado en producirse y lo sucedido este fin de semana, en el inicio de las vacaciones, es una auténtica vergüenza.
Foto: Tave Myliu