Vueling tiene un serio problema de planificación que es sólo imputable a la compañía. El desaguisado con el que se enfrenta este verano está causando un daño gravísimo, del que no debe y no puede salir indemne. Los culpables tienen nombres y apellidos y salvo que el holding IAG, al que pertenece esta aerolínea, quiera proteger a los autores, está tardando en tomar medidas contundentes. Y no sólo quien ahora preside IAG y antes estuvo al frente de Vueling, sino también quien le ha relevado por directivo incompetente, pues habiendo tomado posesión de su cargo hace nueve meses, no ha sido capaz de tomar medidas y anticiparse a los acontecimientos.
El daño que Vueling ha hecho y sigue haciendo a los usuarios que han pagado por adelantado sus billetes es indigno de una aerolínea europea del siglo XXI. Hace dos semanas, sumida en el caos, nos hizo recordar el abrupto final de Air Madrid. Una situación penosa, impropia, triste y desagradable, en la que unos pocos han jugado con los intereses de muchos. Y si éstos consiguen irse de rositas, hemos de pensar que la ministra de Fomento –que nos parece una persona seria– no cumple con su palabra ni con su obligación en la defensa legítima de los intereses generales de los pasajeros.
Como no podría ser de otro modo, el daño de Vueling se extiende como una plaga sobre Canarias, donde ocupa una posición de casi monopolio en la línea de Barcelona, después de que la madre Iberia desapareciera del escenario y nos dejara dos sucedáneos, uno en forma de Vueling y otro de Iberia Express. En el plazo de dos días hemos sufrido en primera persona retrasos continuados de algo más de dos horas en cada vuelo, siendo especialmente llamativo el de anoche en la línea Barcelona-Tenerife Norte, que acabó a la una de la madrugada en Tenerife Sur. Tengamos en cuenta algunas consideraciones.
La hora inicial de salida, 20,15 h, se aplazó a una estimada 22,05 h. El avión, un Airbus A321 matrícula EC-MLM, llegó al “finger” de la puerta número 40 de la terminal B a las 21,30 h. El desembarque llevó más de veinte minutos y en total, poco más de una hora hasta que levantó de nuevo el vuelo. No parece que fuera lo que se dice una escala reducida. Dijo el piloto al mando, en un tono de aparente sufrido, que el director del aeropuerto de Tenerife Norte había denegado una prórroga de 15 minutos para que el avión pudiera aterrizar en dicho aeropuerto, que cierra a las 24 h.

Cuando el avión se fue al aire eran las 22,43 h, una hora menos en Canarias, con lo cual, como mínimo llevaba un “retraso” acumulado de casi media hora respecto del supuesto “cuarto de hora” que el director de Tenerife Norte no quiso conceder. Cuestión que, será verdad o no, los TCP’s ya lo sabían, pues informaban a los pasajeros que nos íbamos a Tenerife Sur antes de que el piloto se hubiera dirigido a la concurrencia, que, por cierto, llenaba por completo el avión. Y ello, además, con el aviso repetido por megafonía, algo impertinente, de que “para evitar demoras” (más de la que ya llevábamos) procuraran ocupar lo más pronto posible sus asientos.
El plan de vuelo nos obsequió con unas turbulencias al despegue y una ruta en la que sobrevolamos Marruecos durante más de una hora. Casablanca se ve muy iluminada por la noche desde arriba, lo mismo que Tánger. Luego, un paseo sobre Lanzarote, Fuerteventura y Gran Canaria hasta posicionarse frente a la costa de Tenerife a la altura del valle de Güímar. Vuelve a hablar el piloto al mando de la aeronave para informarnos de la temperatura ambiente y de que en Tenerife Sur no hay viento. Cuando estaba en corta final a la altura de la central eléctrica de Granadilla… ¡¡ sorpresa!! aborta la maniobra, mete potencia a los motores y remonta el vuelo, dando una vuelta de honor que nos llevó entre ocho y diez minutos más de vuelo, porque, según dijo, había recibido una instrucción de la torre de control, lo cual nos hace pensar ¿en algún error de aeronave precedente?
En definitiva, a la una de la madrugada hora canaria estábamos desembarcando en remoto y nos llevaron en jardineras hasta la terminal, donde se produjo lo único agradable del viaje: el personal de Iberia estaba muy pendiente de la llegada de los pasajeros, indicándonos la situación de dos guaguas de Macarbus en los aparcamientos números 14 y 16 para llevarnos a Santa Cruz y a Tenerife Norte. Lo mismo que, a la ida, la coordinadora de Tenerife Norte. de turno el martes 12, buscó uno a uno a los pasajeros del vuelo para entregarles un bono de comida y así amortiguar los efectos del desastre Vueling.
Que el avión termine en Tenerife Sur tiene una complicación añadida. Y es que el vuelo de la mañana que sale desde Tenerife Norte empieza con un retraso considerable, pues la tripulación tiene que cumplir con su descanso reglamentario, más los traslados hasta el aeropuerto donde se encuentra la aeronave. Y a partir de entonces comienza el efecto dominó, agravado por lo que parece ser una ineficiente Dirección de Operaciones de Vueling, que da la impresión no es capaz de tomar decisiones y reprogramar un avión para relevar al que ya saben de antemano acumula un retraso de dos horas y se va a tener que ir a Tenerife Sur, con todo el lío que ello comporta.
Mientras tanto, sólo hemos escuchado a la ministra de Fomento, Ana Pastor y al consejero de Territorio y Sostenibilidad de la Generalitat de Cataluña, Josep Rull, referirse en tono serio a la situación que ha provocado Vueling. Por lo visto, el tema, pese a su afección en el archipiélago, no debe interesar en estos momentos a la clase política canaria, ocupada en otros menesteres. Lo cual nos sorprende en el caso del presidente Fernando Clavijo –la consejera Ornella Chacón ni está ni se le espera– y, sobre todo, el presidente del Cabildo de Tenerife, Carlos Alonso, a quien siempre hemos visto especialmente sensible con los temas del transporte.
Fotos: Juan Carlos Díaz Lorenzo