“Vicedo”, trágico final del primer pesquero de acero de A Mariña

En 1959 los vigueses Astilleros Santodomingo sufrían una renovación de la mano del ingeniero alemán Harro Draheim, quien adaptaría las instalaciones y la preparación del personal para pasar de construir pesqueros de madera equipados con calderas de vapor a botar en 1961 el “Brisca”, su primera unidad de acero para Santodomingo e Hijos.
Pese a las dificultades en la obtención de créditos que mantenía el mercado muy ralentizado, los primeros encargos que recibiría el astillero serían de parte del vicedense José Iglesias González, hijo del fundador de conservas “El Cisne”. Junto a dos pedidos de los armadores Raimundo Fernández Montenegro y Generosa Santos, ambos de Vigo, se construirían tres unidades gemelas de nombres “Vicedo”, “Aleluya” y “Generosa”.
Los tres barcos botados en 1963 con los números de construcción 308, 310 y 316 tenían una eslora de 23,46 metros por 6,27 metros de manga, desplazaban 115 toneladas y equipaban un motor diésel Deutz 6C-220 de 290 HP.
Eran barcos preparados para dedicarse a varios oficios y equipaban viveros para cebo vivo, tres a proa y dos en popa para la pesca del bonito, además de portar pescantes para la pesca del arrastre para cuya función instalaba una maquinilla accionada mediante correa conectada a la parte delantera del motor principal.
El buque “Vicedo”, foliado VI-5-8433 con señal distintiva E.D.W.H., estableció su base en el puerto de A Coruña por ser la principal lonja de la zona norte de Galicia para la venta de las capturas de la pesca al arrastre, dedicación a la que fue dirigido toda su vida marinera, aunque dio alguna marea a bonitos al principio de su existencia.
El buque “Vicedo” abrió el camino a los primeros pesqueros de acero para intereses de armadores mariñanos: en 1965 llega de astilleros Santodomingo el “José Domingo” para los hermanos Fernández Pino de Celeiro; en 1967 el “Siempre Quintanero” para los Ares Otero de Foz; en 1968 llegan a Burela el “Amado” para los hermanos Ben López, el “Costa del Sol” para los hermanos Domínguez, ambos de astilleros Balenciaga en Zumaya; el “Elife”, de Cantábrico y Riera para los hermanos Lestao y el “Hermanos Fernández Pino”, de Santodomingo para Celeiro.
En 1969 el arrastrero “Nemesia Santos” para Jesús Basanta de Celeiro y el “Bizarro”, de Astilleros Cantábrico y Riera; y en 1970 el “Osado de Gondán-Figueras” para los hermanos González Basanta (Decanos), bureleses afincados en Ribadeo, y los “Maribel”, “Mari Conchi”, “Cielo” y “Mar de Gijón”, para Burela. Todos ellos dedicados al arrastre, utilizarán A Coruña como puerto base y los caladeros del Gran Sol o litoral por no estar todavía contingentados.
Un naufragio con “tiempo calma de viento pero mar tendida fuerte”
A principios de 1973 el “Vicedo” pescaba en los caladeros de la Playa de Ribadeo, Puntal de San Ciprián y la Playa de la Estaca, al abrigo de los tiempos del sudoeste que la Estaca de Bares daba a esta zona, el jueves 25 de enero regresaba de la mar hacia el puerto de Celeiro descargar sus capturas para la lonja coruñesa de El Muro, los protagonistas señalarían que había sido un buen día de pesca. Eran las ocho y media de la noche, la práctica habitual era que coincidieran navegando el resto de la flota de arrastreros y los volanteros que pescaban en las zonas de El Campanario o El Calvario. La tripulación se preparaba a cenar antes de entrar en puerto, alguno todavía estaba acostado, no se venía trabajando en cubierta con el alumbrado del barco; razón esta que había sido considerada culpable de los últimos naufragios de arrastreros de litoral (diez días antes el Liraña había desaparecido con diez tripulantes y el Playa de Arnela hacía un mes se había ido a las piedras en Laxe con otros diez fallecidos).
En Punta de Saíñas
Pese a que el “Vicedo” fue avistado en su derrota demasiado próxima a la costa e incluso avisado por radio donde no obtuvieron respuesta, el barco naufragaría en la Punta de Saiñas con tiempo calma de viento pero con mar tendida fuerte. Los barcos que lo avistaron dieron la voz de alarma pero no podían acercarse a la zona por mar; por tierra era zona de vegetación inhóspita y mal acceso, pero en pocas horas, habitantes de Portocelo y las aldeas cercanas de Xove intentaron mediante un andarivel intentar poner a salvo a los tripulantes en medio de la oscuridad de la noche por cuanto el barco naufragado ya se había quedado sin alumbrado.
El cabo desde tierra al barco solo consiguió salvar dos hombres; dos más cayeron al agua en el intento. El patrón de pesca que venía acostado, al varar con gran estruendo se tiró a la mar siendo rescatado horas más tarde agarrado a una tabla por el “Ecce Homo Divino” otro superviviente, un marinero al tirarse a la mar tuvo la suerte de dar con una de las balsas que se había abierto y se metió en ella hasta ser recuperado por la flota.
Joven tripulación de trece hombres
De muy joven puede calificarse la tripulación del “Vicedo”, compuesta por trece hombres: Benigno Otero Suárez (sete bogas), patrón de pesca 51 años de Corme, domiciliado en Coruña, hacía su primera marea en este barco que había sido el primer patrón de pesca de la cooperativa cillerense Ruta de Lourdes en 1969: superviviente; José Timiraos Fernández, patrón de costa 34 años de Viveiro que vivía en Bermeo: fallecido; Regino Martínez Bouza, primer motorista de 61 años: fallecido; Ignacio Baltar, segundo motorista de 54 años: fallecido; Ovidio Yáñez, engrasador de 24 años de Alfoz domiciliado en Foz: fallecido; Amador Rey Díaz, engrasador de 24 años de Espasante: desaparecido; José Manuel Mouzo Tojo, marinero de 19 años de A Coruña: desaparecido; Fernando Mouzo Tojo, marinero de 17 años de A Coruña: superviviente en una balsa; Agustín Caamaño Fariña, marinero de 24 años de Cerqueda-Malpica: fallecido; Modesto Varela Calvo, marinero de 24 años de Cerqueda-Malpica: fallecido; José Carlos González Martínez, marinero de 34 años de Foz: superviviente; José Bermúdez Peña, marinero de 20 años de Xove, llevaba ocho días abordo: superviviente; Victorino Escudero Martínez, cocinero del “Vicedo” no había salido esta jornada a la mar.
El suceso, que fue calificado de fallo humano en un día de buena visibilidad aunque el barco carecía de radar, sí dejó claro en aquel tiempo la necesidad de una infraestructura de salvamento aéreo, que años más tarde se mostró como una solución sobresaliente. La mar de fondo que batía la zona con bravura hizo que el barco se partiera en tres trozos al segundo día de haber naufragado.
Foto: archivo de José Pino González
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