Veinte años del naufragio del buque “Delfín del Mediterráneo”

Se cumplen veinte años del naufragio del buque “Delfín del Mediterráneo”, segundo con este nombre en la historia de Naviera del Atlántico, ocurrido en la tarde del 2 de febrero de 1998, cuando navegaba con mal tiempo a unas 248 millas al SE de cabo San Vicente, en la posición 35º 34’ N y 13º 04’ W. El buque, propiedad de Tramp S.L., una de las sociedades vinculadas al grupo Contenemar, había salido el 31 de enero del puerto de Gijón en viaje a Las Palmas, en su itinerario regular, con una carga de 280 contenedores y 14 tripulantes.
Según relata José Antonio Mera-Espiño en su blog “Desde un faro”, en la fecha indicada, con olas de 15 m según los equipos de medida de los helicópteros que acudieron a su rescate y ocho metros según las estimaciones de los tripulantes, “el buque comenzó a meter la proa en el agua, el capitán y el primer oficial decidieron inspeccionar los compartimentos de carga de proa, el primero que inspeccionaron tenía dos metros cincuenta de agua. Decidieron acercarse al número uno, el de más a proa, al ver que en el compartimento inundado no subía el nivel del agua sospecharon que el agua estaba colándose a otro que había perdido estanqueidad. Intentaron poner el barco popa a la mar para evitar que la proa estuviese sumergida en el momento de la inspección y comprobar la estructura de la cubierta de proa”.
“La hélice quedó fuera del agua y el motor se paró; el barco se atravesó a la mar, varios contenedores fueron arrancados de cubierta antes de que el jefe de máquinas pudiese arrancar el motor principal de nuevo. Volvieron a la capa. Las bombas de achique echaban más aire y espuma que agua. Se acuerda el abandono. (El capitán Severino) Carbajales (López) emitió un mensaje de socorro por inundación en los compartimentos de carga, previamente había alertado a la radio costera de la situación”.
“La tripulación tenía ya preparados los botes salvavidas. La decisión del capitán de abandonar el buque en balsas y con trajes de supervivencia -que eran una innovación en el Salvamento Marítimo español- fue acatada. A las 17 h toda la tripulación embarcó en dos balsas. Cada balsa tiene capacidad para 16 personas; en una embarcó el capitán con los cinco oficiales, en otra al mando del contramaestre el resto de la tripulación. Con el barco con el piloto automático, proa a la mar y muy poca máquina avante, cuando se largaron las amarras de las balsas, el «Delfín» navegaba con sus luces encendidas capeando valientemente el temporal”.
“El capitán ve su barco alejarse mientras las balsas se machacan en las olas, arrastradas por la violencia del temporal. A su mente viene la historia de todos los buques, que abandonados por su tripulación han sido rescatados por una tripulación de salvamento que pasaba por allí. Es la seguridad de la gente contrapuesta al valor de la nave y su carga. La norma de supervivencia contra el prestigio profesional, las vidas contra los bienes. El jefe de máquinas Angel Higuera Gómez le dice al capitán con el que comparte balsa: ‘Te lo dije siempre Severino, ese barco es la hostia’. Un minuto más tarde cuando la cresta de la ola les dio visibilidad, el barco entra por ojo en una ola y se hunde en unos minutos. Desde el momento del abandono tardó veinte minutos en hundirse”.
“En la balsa número uno, los seis oficiales, con la seguridad de que su mensaje había sido recibido fueron evacuados uno a uno, tras unas horas de espera. Cada evacuación exigía que el tripulante se tirase al mar y cazase el arnés salvavidas del helicóptero, que luego lo izaba. El jefe de máquinas dijo no podía respirar y se despojó del traje de supervivencia- una especie de traje de astronauta- Carbajales le ordenó ponérselo. Lo hizo, pero no abrochó la capucha. Cuando debía tirarse al mar para ser rescatado, un golpe de mar volcó la balsa que había perdido mucho aire. El capitán salió de la balsa volcada orientándose por los proyectores de luz del helicóptero. Un rescatador del helicóptero del ‘Argus’ bajó por el cable para rescatar al jefe de máquinas que ya estaba muerto. La autopsia reveló que se había ahogado”.
“Cuando el capitán llegó al ‘Argus’ faltaba un hombre. La desesperación se adueñó de Carbajales. Si creyó morir cuando veía los sucesivos intentos de atrapar el arnés salvavidas lanzado por los helicópteros frustrados por olas de más de once metros, durante una pesadilla de tres horas, pensaba que el contramaestre estaba perdido, no podría aguantar una noche más en la mar. El capitán del “Argus” le aseguró que los helicópteros que iban a intervenir podían localizar un corcho de botella en la mar. No se lo creyó pero lo consiguieron: Antonio Sánchez Ríos, contramaestre del «Delfín del Mediterraneo» era rescatado por un helicóptero del buque de guerra holandés ‘Tromp’ hacia las diez de la mañana. Había permanecido en el agua diecisiete horas”.
“Su relato al capitán es una muestra de pericia y buen hacer. Una hora después del abandono la balsa comenzó a perder aire, intentaron hincharla con el fuelle, pero algo se rompió, la balsa comenzó a deshincharse rápidamente. Debieron abandonarla. Formaron un círculo de donde fueron rescatados todos los tripulantes, hasta que quedó solo el contramaestre. En medio de la espuma, los helicópteros ya no pudieron verlo. Permaneció en el agua hasta las diez de la mañana en que fue rescatado. El capitán Carbajales estaba seguro del contramaestre y los tripulantes. Gente experimentada, con entrenamiento específico”.
Cuando la situación del buque “Delfín del Mediterráneo” lo hizo irrecuperable, a las 16,30 h se lanzó un SOS y la llamada de socorro fue captada por la estación radio costera de Finisterre y el Centro Nacional de Salvamento activó el dispositivo de rescate, en colaboración con las autoridades marítimas de Portugal. En las operaciones de rescate participaron cuatro buques militares de una agrupación de la OTAN que se encontraba de maniobras en la zona y más tarde se sumaron medios de la Armada de Portugal. Las tripulaciones de dos helicópteros Sea King embarcados en el buque auxiliar HMS “Argus”, de la Royal Navy, que se encontraba a unas 160 millas, consiguieron el rescate en condiciones extremas. Los supervivientes fueron desembarcados en el aeropuerto de Vigo.
Construcción número 111 de Astilleros de Huelva, entró en servicio en 1979 con el nombre de “Elvira Oria”, contratado por la Compañía Gijonesa de Navegación. Era el tercero y último de una serie de buques portacontenedores –los precedentes recibieron los nombres de “Hilde del Mar” y “María Dolores del Mar”, que fueron los mayores de su clase construidos en el astillero onubense. En 1986 fue renombrado “Gabón” ; en 1990, “Alkaid”y “Santa Paula” y en 1991 “Delfin del Atlántico”. La quiebra de Naviera del Atlántico retornó la propiedad del buque a Tramp, S.L e intervenido por el BCI, situación en la que se encontraba cuando se produjo su hundimiento.
De 4.581 toneladas brutas, 3.166 toneladas netas y 6.322 toneladas de peso muerto, medía 127,18 m de eslora total, 15,78 m de manga, 9,20 m de puntal y 6,44 m de calado máximo. Podía cargar 353 TEUS y estaba propulsado por un motor Barreras-Deutz V16MS, de 7.500 caballos sobre un eje, que le permitía mantener una velocidad de 16 nudos. Código IMO 7711696.
Foto: archivo de Juan Carlos Díaz Lorenzo