Esta foto del avión Rohrbach Ro VIII Roland, que fue el primero que tuvo Iberia tras su fundación en 1927, en la que aparecen un grupo de pasajeros –y quizás uno de sus tripulantes, el tercero por la izquierda–, nos hace evocar la importancia del arranque histórico de la aerolínea que eligió uno de los aviones más avanzados de su tiempo, considerando su condición estructural y cualidades de vuelo.
De los 18 aviones de este modelo y sus variantes fabricados por Rohrbarch Metall-Flugzeugbau –empresa fundada en 1922 por el ingeniero Adolf Rohrbach, que había participado en el diseño de Zeppelin Staaken–, la recién fundada Iberia compró tres unidades procedentes de Lufthansa –lo que pone de manifiesto los vínculos con Alemania– que habían volado en la línea Berlín-Londres con escalas en Hannover y Amsterdam.
El 14 de diciembre de 1927 se estrenó en la línea Madrid-Barcelona y ese mismo día, otro avión realizó el vuelo Barcelona-Madrid y seis meses antes había establecido un récord mundial al volar 14 horas y 23 minutos en circuito cerrado, en el que recorrió 2.315 kilómetros.
Medía 16,30 m de longitud, 26,30 m de envergadura y 4,50 m de altura, con una superficie alar de 89 metros cuadrados. El peso en vacío era de 6.615 kilogramos y estaba propulsado por tres motores BMW con una potencia de 235 kW cada uno, que le permitía mantener una velocidad de 225 kilómetros/hora y un alcance de unos 900 kilómetros. Estaba operado por dos pilotos y tenía capacidad para 10 pasajeros sentados en asientos de mimbre, en cuyo dorso llevaba la publicidad de “Bicarbonato Torres Muñoz”.
Foto: archivo de Eric Bazin [Aviation 1895-1965]