Siempre nos ha llamado la atención la permisividad que tiene AENA con los precios de las cafeterías y otros establecimientos de comida instalados en los aeropuertos de la red nacional. Con frecuencia son precios que resultan abusivos, están fuera de contexto y dejan unos márgenes de ganancia considerables, lo mismo que a bordo de los aviones. Y es que el afán recaudatorio de AENA parece que todo lo puede.
Los alquileres de los locales, cada vez más abundantes a costa de reducir el espacio para el pasajero, también son desorbitados, por lo que los precios parece que tienen que estar en consonancia con esa escalada sin freno a costa del sufrido pasajero, que no siempre puede permitirse pagar unos precios que están fuera de su alcance.
Ahora, como un aparente gesto de “consideración” hacia los usuarios, AENA dice que obligará a las tiendas y empresas dedicadas a la gestión de máquinas expendedoras a que el precio venta al público de una botella plástica pequeña (33 cl.) o mediana (50 cl.) de agua tenga el precio máximo de un euro. Lo cual sigue siendo caro y deja un margen de beneficio considerable.
De modo que una familia de cuatro miembros gastaría un mínimo de cuatro euros por 1,32 litros de agua. Algo tan elemental como es el agua en un viaje y ese es el precio. Claro que la generosidad de AENA en los nuevos pliegos de condiciones se debe a la intervención del Defensor del Pueblo, ante el cúmulo de quejas recibidas. ¿Y todo lo que se ha cobrado de más en este tiempo? A la cuenta de beneficios de unos pocos, sin duda.
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