El 23 de noviembre de 1943, el consejo de administración de Iberia aceptó la oferta de la Embajada de EE.UU. para la adquisición de tres aviones DC-3 en versión militar C-47A, que habían sido internados en territorio español del Norte de África y posteriormente trasladados a Madrid, en un precio de 100.000 dólares cada uno. La operación contaba con la autorización del Ministerio del Aire, así como para efectuar el pago en divisas, además de gestionar también recambios y motores de repuesto, así como proceder a su transformación en aviones civiles en los talleres del aeropuerto de Barajas.
El 8 de noviembre de 1942, cuando una agrupación de la USAF volaba con paracaidistas desde Inglaterra a Orán para apoyar el desembarco americano en el Norte de África, en la célebre Operación Torch, tres de ellos, escasos de combustible, creyendo sus pilotos que se encontraban sobre territorio francés, aterrizaron en los aeródromos de Zeluán, Villa Sanjurjo (Alhucemas) y Tetuán, cuando, en realidad, lo habían hecho en los límites de la zona norte del Protectorado Español de Marruecos.
Los tres aviones y sus ocupantes quedaron internados por orden de la autoridad militar, aunque estos últimos fueron repatriados en febrero de 1943, a través de Gibraltar. El 10 de diciembre de 1943 se alcanzó un acuerdo con los americanos, siendo trasladados a Madrid por unas tripulaciones comandadas por los históricos pilotos José María Ansaldo, Teodosio Pombo y Ultano Kindelán, que habían volado el Douglas DC-2, haciéndolo con su pintura de guerra, lo que causó el asombro de cuantos los vieron aterrizar en Barajas. Paralelamente se hicieron gestiones para adquirir motores y repuestos procedentes de fábrica y del surplus de guerra. Los tres aviones, reconvertidos en DC-3 civiles, entraron en servicio en julio de 1944, en las dos líneas básicas que entonces tenía la compañía: Barcelona-Madrid-Lisboa y Sevilla-Tánger-Tetuán-Melilla.
La puesta en servicio de los primeros Douglas DC-3 constituyó un acontecimiento en la historia de Iberia. El público, habituado a los Douglas DC-2 y Junkers Ju-52, recibió encantado la presencia de los nuevos aviones, que eran más cómodos y más veloces que sus antecesores, logrando una ocupación plena.
Foto: archivo de Iberia