En Santa Eulalia de Bóveda, situada a 14,7 km de la ciudad de Lugo, se encuentra un monumento único en el contexto peninsular y sigue siendo uno de los mayores enigmas del arte gallego. Descubierto por casualidad en 1926, se trata de un recinto subterráneo de planta rectangular bajo el atrio de la iglesia parroquial, con un ábside de la misma forma al fondo de la nave y dos plantas de las cuales la superior y la bóveda que la cubría se derrumbaron durante las obras que se estaban realizando en el momento del descubrimiento.
Posee una pequeña piscina en el centro de 70 cm de profundidad y una bóveda de cañón decorada con frescos de singular importancia. La cámara está dividida en tres naves por columnas y arcos sin función mecánica, lo que hace pensar en una posible reconstrucción. En su exterior, un pequeño atrio con dos columnas “in antis” precede a la fachada, en la que se abre una puerta con arco de herradura. A ambos lados del pórtico se encuentran unos llamativos bajorrelieves en los que aparecen representados figuras de danzantes sosteniendo guirnaldas, aves y personajes a los que faltan brazos o piernas, quizás, como han supuesto algunos autores, lisiados que acudían al lugar buscando alivio en sus aguas.
Sin embargo, una de las mayores sorpresas que deparó el descubrimiento del citado edificio se refiere a la interesante decoración pictórica que cubre sus bóvedas, debido a dos razones fundamentales: la primera, la inexistencia, en ese momento, de ejemplo alguno de pintura mural antigua en toda Galicia y la segunda, el buen estado de conservación en que se hallaban cuando fueron descubiertas.
Los temas de las pinturas son aves y motivos geométricos y vegetales realizados en rojo, amarillo, azul, verde y negro. La decoración está dividida en cuadros separados por troncos de árboles o adornos y enmarcada por grecas ajedrezadas en colores. En el interior de los cuadros podemos encontrar, siempre de perfil, gallinas, gallos, palomas afrontadas, cisnes y algún faisán. Esta temática es muy común en tumbas, pero al contrario de los lugares comparados con éste, aquí no hay sepulturas. Además, en los alrededores han aparecido restos de construcciones, lo que hace pensar que el edificio que hoy existe formaba parte de un conjunto más amplio [1].
Otro tema controvertido es su cronología, oscilando, según los autores, entre los siglos IV y VIII, discutiéndose mucho también acerca de las distintas etapas constructivas y a cuál de ellas pertenecen las pinturas y los relieves. Posteriormente, dicho espacio sería reutilizado para uso cristiano bajo la advocación de Santa Eulalia.
El carácter único en el occidente europeo del templo de Santa Eulalia de Bóveda ha provocado múltiples interpretaciones sobre su finalidad original, tanto por su arquitectura como por las pinturas y relieves que la adornan: desde un lugar de baños, un ninfeo, un santuario dedicado a divinidades orientales, un serapeum (simbolizando las aguas de la piscina a las del Nilo, en honor a la patria del dios helenístico), hasta un uso funerario o un templo dedicado a Prisciliano de acuerdo con el rito romano de la diosa Cibeles [2]. Otros piensan que pudiera tratarse de la propia tumba del célebre hereje gallego.
Bibliografía: Montenegro Rúa, Enrique Jorge. El descubrimiento y las actuaciones arqueológicas en Santa Eualia de Bóveda (Lugo). Estudio historiográfico y documental de los avatares de un Bien de Interés Cultural. Lugo, 2005.
Foto: Amaianos
(*) Licenciado en Historia del Arte. Universidad de Santiago de Compostela
Notas
[1] Montenegro Rúa, Enrique Jorge. El descubrimiento y las actuaciones arqueológicas en Santa Eualia de Bóveda (Lugo). Estudio historiográfico y documental de los avatares de un Bien de Interés Cultural. Concello de Lugo. Lugo, 2005.
[2] Cibeles, nombre latino de una diosa nativa de Frigia, en Asia Menor, y conocida por los griegos como Rhea, la mujer del titán Cronos y madre de los dioses olímpicos. Cibeles era una diosa de la naturaleza y de la fertilidad venerada en Roma como la Gran Madre de los Dioses. Creadora de almas, protegía contra el espíritu del mal, pues su benevolencia socorría a quienes la invocaban. Su culto alcanzó importancia en Roma a partir de Augusto, que sentía por ella una especial veneración. Sus santuarios en el imperio tenían una arquitectura específica para adaptarse a la realización de sus ritos y en especial el bautismo o taurobolium.