Declarada Monumento Nacional en 1921, Santa Comba de Bande es una iglesia visigoda localizada en el concello de Bande (Orense), que data del último cuarto del siglo VII, y no antes de la anexión del reino suevo a la corte visigoda de Toledo a finales del siglo VI. Está situada a orillas del río Limia y se erigió, según las fuentes documentales, en honor de “sancte columbe virginis et martiris”. La tradición cuenta que al producirse la invasión árabe, fue enterrado en ella el cuerpo de San Torcuato, razón que justifica la tradición del santo en la iglesia, cuyas reliquias fueron trasladadas al monasterio de San Salvador de Celanova en 1601.
Construida en las cercanías de una antigua vía romana, su adscripción visigoda está confirmada mediante documentación fechada en el año 872 cuando el rey Alfonso III encarga a su hermano Odoario la repoblación de la antigua Aquae Flaviae, delegando este en su primo el diácono Odoyno para la restauración de las iglesias de Santa Comba de Bande y Santa Columba, en estado de abandono desde hacía dos siglos, es decir, desde los tiempos de la invasión musulmana.
La iglesia posee una estructura muy sencilla y define con gran precisión el espíritu de la arquitectura visigoda de la época, que luego habrá de reflejarse en otras construcciones posteriores, caso de los templos de San Pedro de la Mata, Santa María de Melque, San Pedro de la Nave y Quintanilla de las Viñas. No obstante, todavía no se ha distinguido con absoluta certeza las partes que corresponden al edificio visigodo y aquellas otras que fueron añadidas durante la restauración del siglo X.
Muy bien conservada y sin grandes modificaciones respecto a su diseño original, ocupa un solar rectangular de 18 x 12 metros en planta de cruz griega a la que se añade un ábside en el costado oriental y un pórtico en el occidental, prácticamente simétricos.
El esquema del templo se organiza en torno a un cuerpo central elevado cubierto con bóveda de arista, del que parten las cuatro estancias que forman los brazos de la planta de cruz griega. Las naves presentan bóvedas de medio cañón construidas de ladrillo de tipo romano y terminan en el cuadrado central en arcos de herradura, “que rematan directamente en la pared sobre repisas decoradas y se juntan a pares en cada esquina de forma que sólo dos de ellos son completos, mientras que los otros dos arrancan enjarjados con aquellos”[1]. Por encima de los arcos arrancan los muros que soportan el cimborrio, cuya altura es aproximadamente el doble de su anchura y con una ventana a cada lado, cubierto por una bóveda de arista capialzada, que evoca la del mausoleo de Gala Placidia en Rávena.
En el lado oriental se abre el ábside de planta cuadrada y cubierto por bóveda semicircular, al que se accede a través de un arco toral sin clave y prolongado sobre impostas que continúan a lo largo de los muros y se apoyan en pares de columnas con peculiares basas y fustes lisos. Encima hay una pequeña cámara a la que sólo se puede acceder por una ventana interior existente en el muro de la nave oriental. Podría tratarse de una estancia que serviría para guardar los objetos de valor de la iglesia, convertida en precedente de la denominada “cámara del tesoro”, característica de la arquitectura asturiana. Los capiteles, de la misma época que la iglesia y de una técnica poco depurada, son de distinta factura, dos de ellos de tipo corintio degenerado mientras que los otros dos son diferentes, uno de tipo compuesto y el otro cúbico bizantino. Las columnas son de mármol negro, posiblemente reutilizadas de alguna construcción romana de la zona.
Por su planta de cruz griega, la entrada principal correspondería al lado occidental, pues se entiende que las pequeñas puertas que hoy vemos abrirían a las cámaras desaparecidas. No se descarta, sin embargo, la existencia de entradas alternativas para la adecuada circulación e independencia del clero respecto de los fieles.
En el centro de la iglesia se sitúa un cimborrio levantado sobre cuatro arcos de herradura, con una línea de imposta decorada con motivos de sogueado y que sirve de partida para los cuatro tramos que forman el esquema de cruz. Presenta una ventana a cada lado que aporta luminosidad al templo y se cubre con una bóveda de arista realizada con ladrillos a la manera romana.
Los arcos torales muestran capiteles muy diversos y de distintas épocas, que abarcan desde la tardorromana (siglo III) hasta el siglo IX. Los motivos de ornamentación evidencian una mayor cercanía al mundo clásico, lo que ha servido para retrasar su cronología. La decoración consiste en una imposta que recorre el comienzo de la bóveda del ábside y bordea la ventana existente, formada por un tallo serpenteante con racimos y hojas, unas hileras de sogueado en las naves a la altura de las repisas de los arcos del crucero y otras del mismo tipo en los muros de éste, por encima del final de los arcos. También es de destacar la celosía de la ventana del ábside, formada por semicírculos que cabalgan unos sobre otros.
El aparejo de los muros es, como toda la arquitectura de esa época, a base de grandes sillares bien labrados –es probable que una parte de éstos fueran reutilizados de edificaciones romanas anteriores-, colocados en hiladas horizontales que forman una estructura muy sólida como demuestra su magnífico estado de conservación. La celosía conservada en el único vano de la capilla mayor se compone de superposiciones de distintos arcos, lo que marca un claro origen romano.
En el costado nordeste existe una cámara con tejado plano, que es continuación del tejado de la nave norte y se ha sustituido el pórtico original –que algunos investigadores suponen del mismo tipo que el de la iglesia de San Juan de Baños–, por otro que tiene un único tejado plano con dos arcos de medio punto, uno al norte y otro al oeste, y una espadaña medieval en la unión del pórtico con la nave occidental. Ambos añadidos son de inferior factura que el resto de la construcción, siendo apreciables a simple vista los planos de unión entre los muros originales y los que han sido añadidos posteriormente.
En función de la cronología estudiada, lo realmente importante de este edificio es que se trata de una de las primeras iglesias cruciformes de la arquitectura visigoda. Por su situación y cronología, Santa Comba de Bande representa el hallazgo definitivo en cuanto al diseño de las plantas y parece que partiendo de la estructura que para su tumba importó San Fructuoso, imitando modelos de Rávena y Bizancio, se adoptó la misma forma para las iglesias posteriores, “para lo cual al esquema de dos naves cruzadas y el cimborrio sobre su crucero bastaba añadir la capilla mayor, y para que el conjunto conservara esa simetría, se le añadía también en el lado opuesto un pórtico de las mismas dimensiones de aquélla”[2].
La importancia de este hecho es tanto más relevante cuanto que el modelo de Santa Comba fue respetado en otras iglesias posteriores, como San Pedro de la Mata y Santa María de Melque, de fecha imprecisa, si bien considerada durante muchos años como mozárabe, en la actualidad pocos dudan de que sea anterior a la invasión árabe. De hecho, las iglesias de Bande y Melque no sólo son similares a simple vista, sino que se ha comprobado que corresponden a los mismos planos, aunque utilizando para su construcción diferentes unidades de medida.
Respecto de los aposentos laterales que se conoce existían en Santa Comba por los hallazgos realizados en las excavaciones, se sabe que existieron en casi todas las iglesias visigodas del siglo VII. Y aunque en las iglesias definidas como cruciformes, entre las que Bande es posiblemente la primera, aparecen como añadidos a la construcción original, en las posteriores, caso de San Pedro de la Nave y Quintanilla de las Viñas, forman parte del diseño inicial. Ello podría deberse a una necesidad creada por la gran importancia que adquirió el tipo de vida monacal a finales del siglo VII y principios del VIII, lo que pudo obligar a un replanteamiento de la forma del culto y creó la necesidad de estos compartimentos, dedicados a monjes los adosados a las naves, y a peregrinos los laterales del pórtico.
Notas
[1] Bango Torviso, Isidro. En Summa Artis. Tomo VIII. Arte prerrománico hispano. Editorial Espasa-Calpe. Madrid, 2001.
[2] Op. cit.
Bibliografía
Bango Torviso, Isidro. Arte prerrománico hispano. En Summa Artis. Tomo VIII. Ed. Espasa-Calpe. Madrid, 2001.
Bendala Galán. La Antigüedad. De la prehistoria a los visigodos. En Manual del Arte Español. Madrid, 2003.
Chueca Gotia, Fernando. Historia de la Arquitectura española. Madrid, 1965.
López Bernáldez, Carlos. Breve historia del Arte Gallego. Vigo, 2005.