Aunque Helsinki es la ciudad más conocida de Finlandia y la más importante de la región de Uusimaa, existe otra población que es la segunda más antigua del país después de Turku y se llama Porvoo [Borgå, en sueco, río del castillo]. Visita muy recomendable en cualquier estación del año, aún en el crudo invierno, pues la zona residencial del casco antiguo con sus casas de madera y calles adoquinadas en ordenada mesura visual tiene un encanto especial, cuyo disfrute nos hace evocar vivencias y episodios de otras épocas. Está situada a unos cincuenta kilómetros de la capital del país y en verano es posible llegar a ella a bordo de uno de los históricos vapores de proa recta, popa de espejo y máquina de vapor que operan desde Helsinki, a modo de reminiscencias de otra época de la navegación.
Desde 1380 ostenta el título de ciudad, si bien algunas fuentes sitúan la fecha de su fundación en 1346, cuando recibió la visita de Magnus Eriksson. Defendida por un castillo levantado sobre una colina, en sus orígenes se había convertido en sitio de descanso del Camino del Rey, conocido también como Gran Camino de la Costa. La catedral data de comienzos del siglo XIV, consustancial a la fundación de la ciudad y tiene la excepcional historia de que ha ardido en cinco ocasiones –tres de ellas en el siglo XVI–, siendo reconstruida otras tantas veces. En sus orígenes fue construida en madera y más tarde en piedra, aunque su configuración actual data de la segunda década del siglo XV, siguiendo la traza de Carsten Nubuhr. El último incendio, al parecer intencionado, ocurrió en mayo de 2006 y reabrió sus puertas en noviembre de 2008, después de dos años de trabajos de restauración.


El enclave prosperó debido al comercio y la naturaleza de su espacio físico, unida al mar por un río, por cuyo cauce pasaban los barcos que traían las mercancías procedentes de Europa que iban hacia el norte y, a la inversa, confluían las pieles y otros productos que se vendían en Tallin y Europa central. Ello atrajo a comerciantes alemanes que formaron la burguesía local e implantaron el esquema arquitectónico que conocemos en la actualidad, además de la organización social y administrativa con un mercado y un ayuntamiento.
La tradición dice que las casas rojas de la costa se pintaron así en honor a la llegada de Gustavo III, rey de Suecia. Convertidas en almacenes de ribera de un puerto medieval, por ellas han pasado cantidades ingentes de sal y otros productos. En el siglo XVI le fueron concedidos derechos propios de exportación, que se prolongaron durante parte de la centuria siguiente, favorecido por el auge del comercio de la mantequilla, la madera, el pescado seco, el lino y el alquitrán. La euforia duró hasta que ese tráfico mercantil fue desviado al puerto de Helsinki.


La sede del episcopado de Viipuri se trasladó a Porvoo cuando aquélla pasó en 1723 de manos suecas a rusas, lo que nos da una idea de su importancia. En 1725 abrió sus aulas la escuela secundaria y en 1728 se inauguró la biblioteca pública, que es en la actualidad la más antigua de Finlandia. En 1740 tenía una población de 1.600 habitantes y por entonces ya se había convertido en un referente de la cultura nacional, hasta el punto de que algunas voces pidieron abiertamente la creación de una universidad.
Después de siete siglos de unión con Suecia, la guerra iniciada en 1808 puso fin a su término a la histórica relación y en 1809 Finlandia fue anexionada a Rusia, en tiempos del zar Alejandro I. Comenzó entonces la historia del Gran Ducado, en la que Porvoo fue la sede de la Dieta, convocada aquel año, episodio que tuvo un relevante protagonismo en la confirmación de la nueva constitución finesa, que era, en realidad, una prolongación de la sancionada en 1772, cuando el dominio sueco y determinó la concesión de una considerable autonomía para el vasto territorio, incluida su religión y los derechos sobre sus fincas.

El zar Nicolás I, que reinó entre 1825 y 1855, quiso darle el estilo imperio a la ciudad de Porvoo y propuso deshacerse de la zona antigua, densa y con riesgo de incendios, para sustituirla por una nueva, de planta rectangular y espaciosa, a la forma que entonces imperaba en el urbanismo de nuevo cuño en Rusia. La suerte acompañó entonces a Porvoo, pues se produjo una expansión hacia el sur siguiendo las trazas de la ampliación de St. Petersburg. El encargado fue el arquitecto alemán Carl Ludwig Engel, cuya impronta en Helsinki está presente en los edificios más notables que componen la Plaza del Senado.
Desde el punto de vista cultural, Porvoo ha sido durante siglos hogar y fuente de inspiración de destacados artistas finlandeses. Algunos autores la consideran, incluso, la precursora del proceso de independencia, del crecimiento económico y de la cultura nacional del siglo XIX. Entre ellos destaca Johan Ludvig Runeberg (1852-1877), uno de los poetas más brillantes del país, cuya casa natal está convertida en museo desde 1882. Runeberg es el autor de la letra del himno nacional finlandés, Maame (Vårt Land, Nuestro país) y una marcha militar titulada Porilaisten marssi.


Otro de los grandes artistas nacidos en Porvoo fue el gran pintor Albert Edelfelt (1854-1905). Su padre era arquitecto y en su casa se respiraba una gran admiración por la persona y obra de Runeberg, amigo de la familia y Engel. Edelfelt se inspiró con frecuencia en escenas de la historia de Finlandia y fue uno de los primeros artistas nacionales que consiguieron fama internacional. Estudió en Amberes (1873-1874), París (1874-1878), donde su obra fue muy apreciada y San Petersburg (1881.1882). Figura entre los fundadores del movimiento artístico realista en Finlandia y apadrinó a un joven llamado Akseli Gallen-Kallela, otra gloria nacional.
Hemos de mencionar al escultor Ville Vallgren, autor de una Cabeza de Cristo que ganó medalla de oro en la Exposición Universal de 1889. Walter Runeberg, hijo de Johan Ludvig, también fue un escultor reconocido dentro y fuera de las fronteras de Finlandia. Lennart Segerstråle, conocido por sus piezas monumentales, también trabajó en Porvoo a comienzos del siglo XX. Del mismo modo que el trabajo de Louis Sparre, uno de los pioneros del diseño finlandés, permitió la puesta en marcha de la fábrica de mobiliario Iris. La cerámica de A.W. Finch tiene en Porvoo sus orígenes y la lista suma más nombres, que detallaremos en otra oportunidad.


A seis kilómetros del centro de la ciudad de Porvoo se encuentra el hotel Haikko Manor, que es una antigua casona conocida como señorío de Haikon Kartano. El proyecto del edificio corresponde a la autoría del arquitecto Armas Eliel Lindgren (1874-1929) y las obras finalizaron en 1913. El alojamiento y el servicio son excelentes y, además, ofrece tratamiento de spa, piscinas, saunas, equipos muy modernos y centro de conferencias. Muy cerca se encuentra el museo estudio de Albert Edelfelt.
El casco histórico es una muestra de la perfecta simbiosis entre lo antiguo y lo nuevo y sus tiendas y cafeterías son muy conocidas en todo el país, convirtiéndose en un atractivo nacional. A ello ha contribuido la reorganización administrativa, efectiva desde enero de 1997, en la que la ciudad vieja y la nueva y la municipalidad rural de Porvoo se unieron en una sola y con la combinación de sus recursos, se ha convertido en un espacio cada vez más atractivo para personas y empresas.
Fotos: Luckaa, m-eralp, Beckstet, Henrik Kettunen, planetware.com, Petri Krohn,ruthlandesa.com y maisemakuva.net