Por el mes de junio de 1970, el petrolero español «Albuera» –capitán, José Luis Oñate Ibarra–navegaba por el Atlántico con un cargamento de fuel-oil nº 5 (Navy Special FO) a descargar en Bayonne, puerto de Houdson County, en New Jersey (EE.UU.). En la foto, con los sextantes en la mano, de izquierda a derecha, vemos a Tomás González Sánchez-Araña (primer oficial), Antonio Rodríguez Díaz (segundo oficial) y Joseba Echevarría (tercer oficial).
“Todos los días –recordaba en junio de 2010 el capitán Tomás González Sánchez-Araña–, a mediodía verdadero, se observaba el Sol para obtener la situación en la ‘meridiana’, y corregir o enmendar el rumbo por el capitán, si fuese necesario. Primero se tomaban alturas de Sol por la mañana, cuando el astro estaba ‘en circunstancias favorables’ y a mediodía se volvía a observar el Sol, cuando estaba en el zenit y se obtenía la latitud por meridiana. Además la meridiana nos daba la hora según la longitud obtenida. El sextante es el que da la hora exacta de la meridiana, es decir, cuando el Sol está justo en el zenit”.
Las observaciones y los cálculos correspondientes los realizaban tres oficiales de puente y a veces el propio capitán, quien, con los resultados obtenidos, era el que “daba el rumbo”. Sólo con las observaciones del Sol y de estrellas al orto y al ocaso, se podía obtener la situación, porque la situación obtenida por satélites y el GPS actual, estaban fuera de su alcance. La exactitud de la situación obtenida por observaciones astronómicas dependía de la experiencia y de la práctica de los observadores y para un piloto experto, la exactitud estaba dentro de cinco cables (media milla) e incluso menos.
“En las observaciones astronómicas –explica González Sánchez-Araña– lo que se obtiene es la altura instrumental del sol [1] o del astro, ya sean estrellas o de un planeta –normalmente Venus, Saturno o Marte, incluso si no hay otro astro visible de la Luna– y se toma “bajando” el astro al horizonte con el sextante. Lo más importante es que al bajar el astro al horizonte visible o de la mar con el sextante, se haga un exacto tangenteo con el Sol o con el astro observado. ‘Tangentear’ el astro tiene sus dificultades, especialmente cuando hay mucha mar y el barco da grandes balances. Otras veces no hay horizonte o hay poco horizonte – cuando decimos que el horizonte de la mar está “tomado” y es difícil el tangenteo. Además, cuando los cielos están nublados, no se ven los astros y hay que estar pendiente para tomar con el sextante la altura del astro, cuando se produzca alguna clara”.
“Pero de nada vale un buen tangenteo si no se registra la hora exacta del tangenteo. Se anota la hora, minuto, segundos y décimas de segundo que marca el cronómetro en el momento del TOP, que es el instante en que el observador consigue el perfecto tangenteo. Por todo ello un buen observador no se hace en un aula de la Escuela de Náutica, sino que necesita muchas observaciones para conseguir dominar la técnica y obtener la situación del barco con exactitud y para alcanzar la práctica necesaria hay que estar varios años navegando y observando a diario”.
Actualmente, con los GPS, los marinos ya no tienen necesidad de observar los astros y la mayoría de los que navegan en travesías de gran altura dependen de este invento, porque ya no tienen ésta práctica de tradición ancestral. “Lo malo será –concluye– cuando se les averíe el GPS, entonces sólo le queda la navegación por estima o pedirle la situación a un barco cercano, que es muy frecuente y una vergüenza para el marino profesional que se precie. Y es que, el conocimiento de los medios tradicionales de navegación siempre serán imprescindibles para un buen navegante. Los satélites pueden dejar de emitir la posición del buque, por diversas causas como: averías a bordo, conflictos bélicos o simplemente porque a los americanos que los mantienen no los dejen emitir o los ‘encripten’ introduciéndoles un error, como ocurría hace poco, hasta que apareció el GPS diferencial”.
Nota:
[1] Los antiguos llamaban a las observaciones “pesar el Sol con el astrolabio”, que lo que en realidad hacían era medir la altura del Sol sobre el horizonte visible. Los cálculos no eran muy precisos, pero suficientes dada la escasa velocidad de los barcos y además hasta que no se descubrió la Tangente Marq Saint Hillaire y la Tangente Jhonson, desconocían la longitud geográfica, ya que sólo podían obtener la latitud observada a mediodía por Meridiana de Sol o por la Estrella Polar. La longitud la calculaban por estima, aquello que se decía “anotar rumbo y distancia navegada y mucha vigilancia”.
Fotos: Tomás González Sánchez Araña (1941-2012)