Viendo la foto que acompaña me viene a la memoria mi primer embarque como engrasador primero y marinero después, en el verano de 1972, recién finalizado el primer curso de Náutica en la Escuela Oficial de Cádiz. Embarqué en el puerto de Las Palmas de Gran Canaria en el buque de cabotaje “Puerto de Azpiroz”, propiedad del armador Gabriel Martin, que estaba al mando del patrón Cándido Borges y con Pedro el motorista, que era de Tenerife, todo un personaje. Recuerdo que iba y venía en una moto Kawasaki 900.
En el primer viaje cargamos balas de papel de Puerto del Rosario para Tarragona. Cuando atracamos, un sábado en el puerto de destino, salté a tierra y no volví hasta media mañana del domingo. Cuando llegué a bordo vi caras serias en todos y va Pedro y me dice:
— Hemos estado toda la noche cambiando inyectores y usted no estaba. Usted no tiene mucho futuro en esta profesión. Ahí quedó la cosa.
Hacíamos Península, Canarias, El Aaiún, Mauritania… En El Aaiún fondeábamos próximos a la playa descargando a los anfibios abarloados al costado, cemento, refrescos, cerveza, y mercancía general que se estibaba en la bodega y en ocasiones también cubertada. Trabajábamos en la bodega y con los puntales a la americana, tirados por un motorcito diésel sobre el casetón de cubierta. Cuando el tiempo no era bueno virábamos y fondeábamos de nuevo, separándonos de la costa. Recuerdo que al virar íbamos por turnos, los marineros, a estibar la cadena con un gancho, para lo que nos metíamos en la misma caja de cadenas. Cuando el barbotín se saltaba varios eslabones era realmente peligroso.
Fueron cuatro meses duros pero muy interesantes. Era joven y no me paraba ante nada. Recordando, recordando… cuando embarqué en Las Palmas, en el muelle de Ribera, era un enjambre de barquitos del cabotaje abarloados hasta de tres y cuatro. Observé que la tira de la balsa salvavidas estaba bien adujada y pegada a la propia balsa. En una etiqueta ponía “hacer firme a un punto de la cubierta” o algo así. Le digo al contramaestre que venía de la navegación a vela y no sabía leer ni escribir:
— Manuel, aquí pone hacer firme la tira a la cubierta.
Manuel me mira fijamente y me dice:
— Cállese, que usted no sabe ni caminar por la cubierta.
Y la última, con el patrón Cándido Borges, con quien hice buena amistad, salíamos juntos de fiesta, me dejaba entrar y curiosear la carta en el cuarto de la derrota. Estaba de marinero cuando Cándido desembarcó y embarcó Juan Umpiérrez, si no me equivoco en su nombre, tenía un hijo que fue motorista de Armas. Pues bien, yo seguí entrando a la derrota, hasta que me vio y me dijo:
— ¿Usted está estudiando para oficial?, me preguntó.
— Sí, le respondí.
— Pues lo primero que tiene que saber un oficial es que los marineros no entran en la derrota. Salga y no vuelva a entrar.
Después se le pasó el arranque y a partir de ahí también nos llevamos bien.
Foto: Fachico (FEDAC)
(*) Capitán de la Marina Mercante
3 comentarios
Bonitos y añorados tiempos Roberto…
Esas míticas frases me hacen recordar mis ya lejanos tiempos de Alumno. Que recuerdos…
Pues ya añoraba yo aquí algunas anécdotas de aquellos heroicos tiempos en que los alumnos, entre buenas y no tan buenas, !Cuanto aprendimos!