Este sacerdote de origen catalán, de grata e inolvidable memoria, fue párroco de Fuencaliente de La Palma en varias etapas comprendidas entre 1927 y 1945. El primer contacto del padre José Pons Comallonga con la parroquia de San Antonio abad se produjo en mayo de 1927, si bien su firma no aparece en los libros parroquiales hasta febrero de 1928. Aún después de que fuera destinado a otras parroquias de la isla, el humilde sacerdote mantuvo un contacto asiduo con el pueblo fuencalentero, que honra su memoria con una céntrica calle en el barrio de Los Canarios.
En 1935 recibió de nuevo el encargo y según se cita en la instrucción, “el obispo le obligó urgentemente a hacerse cargo también de la parroquia de Fuencaliente, lo que cumplió inmediatamente”. Según consta en el citado documento, “el anterior párroco, a causa de una enfermedad contraída en los barcos, se cargó de deudas, que no pudo llegar a pagar, lo que causó grave escándalo en el vecindario y demás sitios de la isla, por tratarse de tiempos de la República”[1].
El padre Pons decía misa en Las Manchas y en Fuencaliente y en menos de tres horas recorría a pie la distancia que existe entre ambas parroquias. En la de san Antonio abad contó con destacados colaboradores, caso del sacristán Vicente Hernández Hernández, “santolario”, y de su esposa Vicenta Hernández Santos, padres de Antonio Hernández Hernández, primer sacerdote nacido en el municipio.
Desempeñó una gran labor en la catequesis, que impartía tanto en las escuelas como en otros lugares, al aire libre, junto a una cruz de caminos, donde se reunía con los niños. Los últimos años de su vida los pasó en el monasterio del Císter, en Breña Alta, en el que falleció el 26 de agosto de 1964. El funeral se celebró en la parroquia de El Salvador y la homilía, cargada de gran emoción, estuvo a cargo del insigne sacerdote palmero Luis van de Walle y Carballo.
Además del pueblo de Fuencaliente de La Palma, en otros municipios de la isla –Los Llanos de Aridane y El Paso– tiene una calle con su nombre, lo mismo que el grupo escolar de San Isidro, en Breña Alta. El pleno del Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane, en sesión ordinaria celebrada el 25 de febrero de 1988, adoptó el acuerdo de solicitar de las autoridades eclesiásticas la declaración del padre José Pons como siervo de Dios y su consiguiente beatificación y canonización.
Nuestro personaje nació el 20 de febrero de 1875 en San Vicente de Fals, un barrio de Manresa (Barcelona), en el seno de una familia humilde de la que era el menor de cinco hermanos. En 1887 ingresó en el seminario de Vich, del que salió en febrero de 1895 para incorporarse al regimiento de infantería de Cantabria. En junio siguiente se encontraba en periodo de instrucción en Pamplona a las órdenes del capitán Sanjurjo. Después de la jura de bandera y ascendido al empleo de cabo, la unidad a la que pertenecía salió en ferrocarril hacia el puerto de Santander, donde embarcó el 22 de noviembre a bordo del trasatlántico “Montevideo”, en viaje a La Habana, a donde llegó el 7 de diciembre.
A continuación participó en las operaciones de Santa Clara y posteriormente en las de Cienfuegos y Pinar del Río. En octubre de 1898 el cabo Pons fue hospitalizado y a principios de noviembre fue repatriado a España a bordo del buque “Los Andes”. A su regreso a Barcelona y repuesto de sus dolencias, ingresó de nuevo en el seminario, en el que el 19 de septiembre de 1902 recibió las órdenes menores de manos del obispo Tomás Torras y Bages. Al año siguiente recibió las órdenes mayores y el 24 de septiembre de 1904, el presbiterado.
Las secuelas de su estancia en Cuba no habían desaparecido y, aquejado de disentería, se le aconsejó que se trasladara a vivir a Canarias, por las mejores condiciones del clima. En agosto de 1905 llegó a Santa Cruz de Tenerife. Su primer destino fue la parroquia de Alajeró (La Gomera) y en julio de 1906 se trasladó a Santo Domingo de Garafía. En marzo de 1908 fue nombrado párroco de San Bartolomé de Tejina y en mayo de 1909 pasó a la parroquia de El Sauzal. En noviembre de 1912 tomó posesión de la parroquia de Buenavista del Norte y entre abril y septiembre de 1915 marchó a Vich, con la debida autorización del obispo nivariense.
En enero de 1917 se hizo cargo de la feligresía de Valle de Guerra, que sería elevada a parroquia en 1925. En enero de 1928 fue trasladado a Adeje y en julio de 1920 volvió de nuevo a Buenavista del Norte, donde permaneció hasta agosto de 1921, en que pasó a la capellanía del Hospital Civil de Santa Cruz de Tenerife. Aquí permaneció hasta julio de 1924, fecha en la que tomó posesión de la parroquia de San Antonio de Padua, en El Tanque.
Estando en este destino pidió permiso al obispo fray Albino para retirarse a la trapa de Getafe (Madrid), en donde permaneció cuatro meses, pero como carecía de buen oído musical para el canto gregoriano –que era uno de los requisitos del monasterio–, decidió regresar a su diócesis y en julio de 1926 viajó a La Palma en compañía de su obispo. En octubre de ese mismo año y a consecuencia de un delicado asunto surgido con el párroco de Tazacorte, Ángel Fernández de la Guerra, José Pons fue encargado de la administración del santuario de Las Angustias y después, con carácter eventual, de la parroquia de San Miguel.
En noviembre de 1928 pasó a regentar la parroquia de Agulo. En mayo de 1931 fue nombrado párroco de Las Manchas, etapa en la que se vinculó definitivamente con la historia religiosa de La Palma. La construcción del cementerio de la localidad fue una de sus contribuciones más notables, como así se le tiene reconocido. Es posible que finalizada la guerra civil, entre septiembre y octubre de 1939 viajara a su tierra natal, aunque al parecer no fue bien recibido en la diócesis de Vich. En 1940 concurrió en segunda intentona a las oposiciones para obtener una parroquia en propiedad, lo que logró y pidió permanecer en Las Manchas.
En la ermita de San Nicolás de Bari permaneció hasta julio de 1945, en que fue llamado para solucionar otro asunto delicado en la parroquia de San José, en Breña Baja. El 27 de mayo de 1946 fue nombrado capellán del monasterio del Císter, que había sido fundado el 27 de marzo de ese mismo año por Dolores van de Walle y Fierro, viuda de Sotomayor. El obispo de Tenerife, fray Albino, lo presentó a la comunidad de religiosas como persona de entrañables virtudes y dijo que no lo había dejado marchar de su diócesis “porque quería tener en ella a un santo”. El padre Pons asumió su nuevo mandato aunque siguió colaborando en la catequesis de las escuelas de la comarca de Las Breñas. De suerte que en 1954, cuando contaba 80 años de edad, la impartía a 18 grupos.
Se cuenta que desde 1912, a la edad de 37 años, practicaba una singular penitencia, que consistía en dormir en un cajón y una piedra por almohada. Se alimentaba de manera pobre, a base de frutas, papas y almendras. Vecinos de Las Manchas aseguran que le vieron una especie de cocina muy rudimentaria y una pileta para lavar la ropa. La estampa más popular que de él se recuerda es la de caminante, calzado con alpargatas negras, calcetines rotos y sotana descolorida, a lo largo de la carretera general del sur camino de Fuencaliente de La Palma.
Bibliografía
Díaz Lorenzo, Juan Carlos. Fuencaliente. Historia y tradición. Madrid, 1994.
Rodríguez Jiménez, Víctor. D. José Pons, biografía y testimonio. Los Llanos de Aridane, 1990.
Nota:
[1] Rodríguez Jiménez, Víctor. D. José Pons, biografía y testimonio. Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane, 1990.
Fotos: Archivos de Juan Luis Curbelo y Juan Carlos Díaz Lorenzo