Arte, Arquitectura y Patrimonio

Los templos de Agrigento / 1

“La más hermosa de las ciudades mortales”, como la describió el poeta griego Píndaro, la antigua Akragas, llamada también Acragante, nos ha dejado uno de los legados arquitectónicos más importantes de la Magna Grecia. El emplazamiento geográfico consiste en un amplio anfiteatro natural con un semicírculo rocoso orientado hacia el norte y una pequeña barrera de terreno elevada que se extiende hacia el sur, a partir del semicírculo, como si fueran dos largos brazos que se unen encerrando una gran área de suelo fértil y protegido.

Acragante fue fundada alrededor del año 581 a.C. por un grupo de gentes procedentes de Rodas y de Gela, la rica colonia comercial distante unas millas hacia el sureste. Gela remonta sus orígenes a unos años antes, hacia 688 a.C., debido a la presencia de colonos de Rodas y de Creta y de otras islas menores.

Los primeros colonos de Acragante se instalaron en la cadena norte. Sin embargo, el más antiguo e interesante lugar sagrado que se conserva es el santuario dedicado a Deméter, diosa de los cereales, construido sobre la roca en el exterior de los muros.

Durante el siglo VI la influencia griega penetró hasta los más recónditos lugares de la Sicilia central, del mismo modo que alcanzó otros lugares de Europa. Acragante alcanzó un nivel peligroso de riqueza cuando los griegos sicilianos, bajo la influencia de Siracusa, adoptaron una actitud más agresiva, después de que hubieran transcurrido unos años pacíficos. Por entonces, los griegos eran mercaderes y controlaban los pastos de montaña y con ellos los rebaños. Lo mejor de las cosechas de aceitunas era vendido a fenicios y cartagineses. El gobierno de Acragante era despótico y a comienzos del siglo V uno de sus dirigentes más efectivos, el tirano Terón, casó a su hija con el poderoso gobernante de Siracusa.

La ciudad de Hímera, situada al norte de Sicilia, había mantenido buenas relaciones con los cartagineses. Sin embargo, cuando Terón de Acragante se apoderó de ella en 483, el gobernante depuesto pidió ayuda a los cartagineses. La fuerza de Siracusa, más que Acragante, ganaría, tres años después, la batalla de Hímera, una victoria que posteriormente resultaría calamitosa. La batalla dio origen a un hermoso monumento recordatorio en Delfos y a un espléndido templo conmemorativo en el llano, cerca de la ciudad en que se había combatido. Antes de que finalizara el siglo, Cartago hizo desaparecer Hímera y Selinunte, al oeste de Acragante, ciudad tomada anteriormente por Terón, y finalmente la propia Acragante en el año 406. Hubo varios resurgimientos posteriores, como sucedió a fines del siglo IV e incluso durante el siglo III se había convertido en una plaza fuerte cartaginesa que posteriormente sería arrebatada a éstos por los romanos.

En Sicilia, los conflictos entre griegos y cartagineses estaban relacionados con las concesiones comerciales, sobre todo tratándose de metales preciosos. Sin embargo, una ciudad como Acragante necesitaba paz. Si riqueza era inmensa, tanto por la agricultura como por la cría de caballos y el comercio. Se construyeron edificios públicos, acueductos e incluso un lago artificial, de considerables proporciones, dentro de la ciudad.

Los templos de Hera y de la Concordia coronaban la colina por la parte sur. No son tales los nombres de dichos edificios, puesto que hay pocos testimonios sobre sus verdaderas denominaciones, pero así se les conoce. Como veremos, el templo de la Concordia sobrevivió transformado en iglesia y figura entre los mejor conservados de todo el mundo griego. La iglesia de San Biagio fue construida por los normandos sobre los restos del templo de Deméter. En la moderna ciudad de Agrigento, bajo los cimientos de la iglesia de Santa María dei Greci, existe una galería subterránea donde pueden verse las bases de las columnas de uno de los templos de Terón, fechado en el siglo V a.C.

Por entonces, la ciudad era un floreciente centro cultural: patria del filósofo presocrático Empédocles, frecuentada por Píndaro y Simónides de Ceos, quienes gozaban de la protección de la clase dominante. El enclave conservó su esplendor hasta el año 406 a.C., cuando los cartagineses sitiaron y saquearon la ciudad, que por entonces tenía una población de unos 200.000 habitantes. En época romana se cambió el nombre por Agrigentum (Agrigento) y lograría una nueva etapa de esplendor en el siglo III a.C. hasta su decadencia final con la llegada de los bizantinos y cristianos, que arrasaron la mayor parte de sus templos paganos [1].

En época romana, Cicerón visitó la ciudad para investigar el saqueo y las malversaciones del procónsul Verre, y Virgilio la describió en la Eneida. Desde el medioevo hasta nuestro días, los restos, los múltiples panoramas, la vegetación, los colores y los ecos de las civilizaciones perdidas han evocado e inspirado a filósofos, escritores, poetas y pintores: Ludovico Ariosto, Goethe, Maupassant, Alexandre Dumas, Anatole France, Murilo Mendes, Lawrence Durrell, Francesco Lojacono, Nicolas de Stäel, Salvatore Quasimodo y Luigi Pirandello.

El parque arqueológico del denominado, erróneamente, Valle de los Templos, está situado cerca de la ciudad de Agrigento y es uno de los más representativos de la civilización griega clásica, incluido por la UNESCO en el año 1998 en el inventario del Patrimonio Mundial.

Sobre una cumbre rocosa que delimita al sur con el altiplano sobre el cual surgía el poblado clásico, aún emergen los restos de los templos dóricos, de incierta atribución: de este a oeste, de los 127 a los 70 m de altitud, Hera (Juno) Lacinia, Concordia, Heracles (Hércules), Zeus (Júpiter) Olímpico, Cástor y Póllux (Dioscuros) y Hefesto (Vulcano). Más abajo está la llanura de San Gregorio atravesada por el curso del río Akragas, en cuya desembocadura se encontraba el puerto y emporion de la ciudad antigua. Cercano al río está el templo dedicado al dios de la medicina, Asclepio (Esculapio).

El parque arqueológico de Agrigento no sólo comprende el conjunto propiamente dicho, sino también otros vestigios situados sobre la acrópolis y en diversos lugares de la ciudad. La zona sagrada ocupa una considerable superficie situada en la parte sur de la antigua ciudad donde fueron construidos, durante los siglos VI y V a.C., siete templos griegos, monumentales ejemplares hexástilos de orden dórico. Varios de ellos han sido excavados y restaurados parcialmente y están considerados entre los edificios griegos más antiguos y mejor conservados fuera de Grecia, si bien, como señala el profesor Blanco Freijeiro, “en Sicilia y en el sur de Italia los arquitectos construyen el orden dórico con una libertad mucho mayor” [2].

Sus denominaciones y respectivas identificaciones, excepto la del Olimpeion o Templo de Zeus Olímpico, se considera que son meras especulaciones humanísticas, pese a que se utilizan habitualmente. Los templos mejor conservados son dos edificios muy parecidos, atribuidos según la tradición a Juno Lacinia y Concordia (aunque los arqueólogos creen que esta atribución es incorrecta) y fueron construidos siguiendo un diseño de edificio períptero hexástilo.

Notas

[1] AA.VV. Grecia, cuna de occidente. Ediciones Folio. Madrid, 1992.

[2] Blanco Freijeiro, Antonio. Arte griego. CSIC. Madrid, 2004.

Foto: Juan Carlos Díaz Lorenzo

(*) Licenciado en Historia del Arte. Universidad de Santiago de Compostela

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