Las torres de El Silencio

Durante muchos años las torres de El Silencio fueron el icono más representativo de la modernidad en la que vivía Venezuela desde mediados de la década de los cincuenta, en pleno auge de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Y lo fueron bastante tiempo, en el que ostentaron el honroso título de ser los edificios más altos de Venezuela, hasta la construcción de las torres del Parque Central. Su emplazamiento y su arquitectura destaca en el paisaje urbano de la vieja Caracas y sus destacadas figuras emergen entre la antigua ciudad de los techos rojos, como la llamó en su día el cronista oficial de la capital venezolana, Guillermo José Schael, a quien tuvimos el honor de conocer.
En realidad, el conjunto residencial de El Silencio (1942-1945) tiene su arranque en el proyecto urbanístico de Carlos Raúl Villlanueva, considerado el primer gran arquitecto de la Venezuela moderna y es un notable ejemplo de un país pujante, que recibía emigrantes europeos a raudales y en el que su poderoso gobernante convertido en dictador aplicó mano dura y antepuso la eficacia en la construcción de obras públicas fastuosas.
Aquellas obras siguen siendo símbolos de la moderna Venezuela: la autopista La Guaira-Caracas-Valencia, el Paseo de los Próceres, los bloques del 23 de Enero, estadios de béisbol y fútbol, distribuidores de tráfico, el hotel Humboldt sobre el cerro del Ávila y un teleférico de acceso desde la estación de Mari Pérez; la Ciudad Universitaria, el Círculo de las Fuerzas Armadas, la avenida Bolívar, el Helicoide, la ciudad vacacional Los Caracas, el teleférico de Mérida y el puente sobre el lago Maracaibo, que aunque construido en el gobierno de Rómulo Betancourt, había sido proyectado en la última etapa de la dictadura.
Las torres fueron construidas a partir de un proyecto del arquitecto Cipriano Domínguez en colaboración con Tony Manrique de Lara y José Joaquín Álvarez, y sus primeras trazas datan de 1948. Constituyen un ejemplo único de arquitectura urbana, funcionalista y monumental. Su aporte a la ciudad es emblemático y se fundamenta en el escenario de la arquitectura moderna que dará empuje a la ciudad del siglo XX, “como en efecto sucede con el perfecto ensamblaje de arquitectura encuadrado entre las torres, los blancos y horizontales bloques de El Silencio y el trozo de ciudad que las acoge. Maneras de construir, edilicia que abanderó el triunfo, conocimiento y grado de civilización urbana que alcanzó en un período reciente el tiempo de la ciudad” [1].
Las torres de El Silencio representan la estructura irrepetible de Caracas como emblema de la ciudad moderna. Se pone de manifiesto, como señala William Niño Araque, “el collage perfecto de dos perspectivas urbanas; la abierta, presidida por las Torres hacia el espacio infinito que enmarca Los Caobos (y el cañón del valle al fondo) y la perspectiva cerrada, enclaustrada hacia los bloques blancos y horizontales de El Silencio; la síntesis de un heroico esquema académico que a partir de la simetría orientaba el crecimiento de la ciudad hacia el este; el encuentro de las tres principales avenidas de la ciudad (Sucre, San Martín y Bolívar) y finalmente, el descomunal impacto del primer edificio corporativo de los tiempos modernos, dimensional la fuerza de un fragmento arquitectónico perfectamente acabado como ningún otro en su objetivo de hacer de la ciudad una utopía construida” [2].

El proyecto tiene una rotunda claridad simbólica y estética en su planteamiento. Aparecen en el mismo centro de la ciudad, impuestas, no se mezclan con el ambiente urbano que le circunda y proponen un nuevo paisaje axial con todas sus formas simétricas, que orientan y definen las directrices del crecimiento de la ciudad nueva. Cada edificio queda suspendido en el aire sobre el terreno, sobre pilotes, que permiten plantas libres y Caracas transita debajo de ellos sin entorpecer su funcionamiento. La cubierta es plana y aprovecha el uso de sus terrazas. El espacio simétrico es riguroso y las ventanas se extienden de un lado a otro. Para hacer posible su construcción fue necesaria la demolición del famoso hotel «Majestic», con gran dolor de muchos caraqueños de la época, aunque el esplendor de la nueva construcción lo superó con creces.
Las torres de El Silencio se convierten en la primera experiencia en Venezuela que pone en práctica un organismo arquitectónico multifuncional en el nuevo corazón de la ciudad. “La estratificación de las diferentes funciones, las plataformas equipadas, la espacialización del tránsito de vehículos, la experiencia de sus pórticos estructurales metálicos y la importancia otorgada a las áreas cívicas y peatonales, lo señalan como empresa de diseño a escala cuyo valor revolucionario modificó el espacio físico para la sociedad moderna venezolana convirtiéndolo en un icono de valor continental”, sentencia Niño Araque [3].
En la propuesta final de Cipriano Domínguez en 1949 se establecen dos hileras continuas de edificaciones que ascienden gradualmente de altura a partir de los bloques 2 y 3 hasta culminar con las dos torres de 32 pisos y 103 metros de altura, plazas cubiertas, numerosas vías exteriores y subterráneas para el tráfico rodado y de peatones, zona comerciales y central de autobuses, constituyen el núcleo de una ciudad múltiple que se prolonga en la avenida Bolívar y posteriormente se enlaza con la autopista del Este.
Ejemplo de arquitectura urbana, funcionalista y monumental, su desarrollo siguió los “cinco puntos” de Le Corbusier: la planta libre, los pilotes, los corredores profundos y verticales, los estacionamientos y las amplias escalinatas, los detalles en bronce, las rampas, los “brise-soleil”, las terrazas-jardín, el desplazamiento vertical, la plaza aérea, la espléndida terraza pública, el sentido albertiano de la arquitectura, la evocación cubista, las calles memorables, las secuencias de puntos estabilizadores… En el nivel avenida se habilitaron 100 locales comerciales y otros 200 en el nivel sótano 1, que fueron todo un referente en su época.
Conocidas también como Torres del Centro Simón Bolívar –organismo encargado de su condominio-, las torres de El Silencio están situadas en el arranque de la Avenida Bolívar, y las preside una imponente estatua del libertador en apariencia civil y en el lateral de la torre sur, hacia la avenida Baralt, se encuentran las plazas Diego Ibarra y Caracas. Muy cerca está el Parlamento, la sede de la Cancillería y la Plaza Bolívar, que es la plaza mayor de Caracas.
Las torres fueron inauguradas el 6 de diciembre de 1954 con la asistencia del presidente de la República, Marcos Pérez Jiménez, gozoso ante un nuevo éxito de su gobierno. Los apartamentos fueron rápidamente ocupados por las empresas de prestigio entonces asentadas en Venezuela, tanto nacionales como extranjeras, todo ello reforzado con restaurantes, salas de fiestas, comercios de todo tipo, servicios múltiples, amplios garajes, ascensores, escaleras mecánicas y soluciones interiores diversas.
Las torres de El Silencio dieron vida al primer centro comercial de Caracas y contribuyeron decisivamente a la modernización de la capital venezolana. En varias ocasiones las visitamos y pudimos comprobar personalmente la impresionante funcionalidad de sus instalaciones. Una de aquellas visitas, en enero de 1981, la hicimos junto al notable historiador David W. Fernández, de ascendencia palmera, en un encuentro con directivos culturales interesados en la proyección de Canarias en Venezuela y de Venezuela en Canarias. En la actualidad tienen allí su sede varios ministerios (Salud, Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables y Trabajo), la sede del CONAC (Consejo Nacional de Cultura) y del Instituto de Artes Escénicas y Musicales.
Por lo que leemos en la prensa digital venezolana, las Torres de El Silencio son, en la actualidad, las edificaciones públicas más vulnerables de la capital venezolana debido a una serie de deficiencias que, en caso de incendio, por ejemplo, pondría en serios aprietos un desalojo masivo. Se estima que en el conjunto trabajan unos 1.300 empleados públicos. Las áreas comunes están obstruidas por los tarantines de los buhoneros que campan a sus anchas, lo mismo que en otros espacios públicos de la capital venezolana.
Aumento indiscriminado de la carga eléctrica de las oficinas por la cantidad que equipos instalados, obstrucción en las escaleras de servicio, que son las vías de escape, con material en desuso, e inexistencia de una reserva de agua contra incendios, son algunas de las deficiencias que no se han corregido. Todo ello agravado por problemas de presupuesto y un proceso muy lento. Así, pues, las emblemáticas torres de El Silencio en otro tiempo, ahora son edificaciones en las que los techos están cediendo; las escaleras ya no tienen las barandas de bronce; y las piezas de granito que cubrían los pilotes han ido desapareciendo. Ojalá en un futuro no muy lejano recuperen el significado y el esplendor perdido.
Fotos: Orlando de Abreu y Jorge López.