En 1898, año convulso en la historia de España, la familia Hamilton formalizó la Sociedad de Aguas de la Gordejuela, con el objetivo del aprovechamiento de los manantiales existentes en la costa del Realejo Bajo, una zona que debe su topónimo al hidalgo Juan de Gordejuela y Mesa. El elevador de aguas se emplazó en un antiguo molino harinero, que tiene el hito histórico de tratarse de una de las primeras máquinas de vapor fijas instaladas en Tenerife.
A partir de noviembre de 1902, en un escenario que ofrecía mejores perspectivas, comenzó la edificación de una estación de bombeo para la elevación de 10.000 pipas –4.800 metros cúbicos– diarias de agua hasta un embalse situado a 270 m de altura y una tubería de hierro de dos kilómetros de recorrido, así como un acueducto de doce kilómetros para su posterior distribución por el valle de La Orotava.
La estación elevadora se componía de dos edificios. El primero, próximo al almacén y a la casa de medianeros, albergaba una máquina de vapor y tenía una chimenea de ladrillo de 50 m de altura (hoy desaparecida) y el segundo edificio, que se encuentra en ruinas y en la actualidad es motivo de interés, tiene cinco pisos y en su época fue uno de los mayores de Tenerife.
Proyectado por el ingeniero militar José Galván Balaguer, su construcción duró 18 meses y como señala el profesor Guimerá Ravina, “este complejo constituyó una auténtica obra de ingeniería y fue muy admirado en su época”. El coste total de la instalación superó el millón de pesetas, lo que tendría consecuencias financieras para la empresa promotora, cuyas expectativas se frustraron debido a la crisis del comercio frutero, de modo que sería arrendada en 1910 a la compañía británica Elder & Fyffes y finalmente vendida en 1919. En los años siguientes se produjo un cambio en los métodos de elevación de aguas, por lo que el complejo de la Gordejuela sería abandonado.
En los últimos años, el acondicionamiento de un sendero que discurre a lo largo de la franja litoral de la Rambla de Castro –uno de los espacios más bonitos de Tenerife, sin duda alguna– ha redescubierto las ruinas del patrimonio industrial del edificio de la Gordejuela, en el que las redes sociales e internet han puesto el resto, hasta el punto de que se ha convertido en una cita obligada por su singular atractivo.
El edificio de gruesos muros sigue en pie sin que tenga protección patrimonial alguna. El techo se desplomó hace décadas y los suelos de madera de cuatro pisos han desaparecido con el paso inexorable del tiempo. Los huecos inferiores han sido tapiados por el Ayuntamiento por razones de seguridad, para evitar males innecesarios.
Leemos en Diario de Avisos, decano de la prensa de Canarias, que la Asociación Hispanía Nostra, que vela por la defensa y puesta en valor del patrimonio cultural y natural de España, ha incluido este edificio en la Lista Roja de Patrimonio por el riesgo que tiene de colapso.
La posibilidad de que sea rehabilitado como centro de interpretación del aprovechamiento del agua en Tenerife –algo que el alcalde de Los Realejos, Manuel Domínguez, considera factible si participan el Cabildo de Tenerife y el Gobierno de Canarias– supondría no solo su salvación sino también su mejor aprovechamiento. Y una empresa llamada Civitatis, que es referente en visitas guiadas, excursiones y free tour en español, tiene a las ruinas de la Gordejuela en el primer puesto del ranking junto a otras ruinas extraordinarias a nivel mundial.
Bibliografía:
Guimerá Ravina, Agustin (1989). La Casa Hamilton. Una empresa británica en Canarias (1837-1987), pp. 208-209. Santa Cruz de Tenerife
Fotos: Diario de Avisos y Antonio Barbero García