En 1946, con motivo del inicio de los vuelos trasatlánticos con el estreno de la línea Madrid-Buenos Aires, Iberia contrató a sus cuatro primeras auxiliares de vuelo: Pilar Mascías, Anita Marsáns, Marichín Ruiz de Gámiz y María Josefa Ugarte, que recibieron la denominación profesional de azafatas. A medida que la compañía incrementó tanto su flota trasatlántica de aviones Douglas DC-4 y posteriormente Lockheed L-1049 Super Constellarion, se incorporaron pronto otras mujeres, que conseguirían muy pronto distinguir la calidad del servicio a bordo como uno de los mejores de la época.
A la denominación de azafatas se llegó en el seno de la gran Iberia después de una detenida discusión sobre cuál sería el término más adecuado, siendo finalmente zanjado el asunto con la mediación del director gerente de la compañía, César Gómez Lucía, ante la carencia de un sustantivo adecuado en lengua castellana.
Cuenta don César que también se barajaron, entre otros, los términos de provisoras, aeroviarias, aeromozas y mayordomas. En sus primeros años, los uniformes a las azafatas y de los pilotos tenían un marcado corte militar, como se puede apreciar en las fotografías que acompañan. Entonces, y durante mucho tiempo, trabajar en Iberia no estaba al alcance de cualquiera y era sinónimo de prestigio social, en una época donde la atractiva profesión que hoy conocemos como TCP estaba muy valorada y reconocida.