En el año 1731, reinando en España S.M. el rey Felipe V, darían comienzo las obras de construcción del Arsenal de Cartagena, que habrían de durar hasta poco más de 50 años, pues no se darían por concluidas hasta 1782, ya bajo el reinado de Carlos III. Poco tiempo después de darse por terminada tan magna obra, en 1788, daría comienzo la construcción de otro edificio singular de Cartagena, el que ubicado en la Muralla del Mar, se conoce como de “Servicios Generales”, inmueble que alberga a día de hoy diversas dependencias departamentales, aunque su uso primigenio fuera el de “Cuartel Escuela de Caballeros Guardiamarinas”.
Las obras, dirigidas por el arquitecto Simón Ferrer, se prolongarían hasta 1810 siendo el autor del proyecto el también arquitecto Juan Antonio de Villanueva, responsable, entre otras construcciones emblemáticas, del Museo del Prado. A pesar de que en tan magno edificio -declarado hoy día Bien de Interés Cultural-, se alojaban los guardiamarinas y se impartían las clases correspondientes, para hacer lo propio con algunas asignaturas, se precisaba el auxilio del Arsenal, adonde se desplazaban para recibir esas enseñanzas, como las de instrucción marinera, por ejemplo, saliendo a navegar -bogando y a vela- por la dársena con los botes allí amarrados.
Pero había una asignatura determinada, muy en auge entonces, y que también se impartía dentro del recinto del Arsenal. Nos estamos refiriendo a la clase de “esgrima”, para lo que hubo de adaptarse para tal uso el espacio correspondiente. El lugar elegido para ubicar tan singular aula sería la primera planta del edificio que se levanta a lo largo de todo el muelle de levante, en su parte norte, haciéndose en su momento las obras pertinentes. Pasados varios años, el Gobierno de la Nación decidió llevarse la Escuela de Guardiamarinas a Cádiz, dándosele otros usos tanto al inmueble de la Muralla del Mar, como a la sala de esgrima, decidiéndose instalar en ella lo que entonces se conocía como el “depósito”, esto es, un lugar donde se “depositara” -de ahí su nombre- la ingente cantidad de documentación que se empezaba a generar, tanto en el Arsenal en sí, como en todos los buques basados en él, e incluso todo el que llegaba procedente de dependencias y buques destinados en toda la Zona Marítima, que abarca desde Cabo de Rosas, en Gerona, hasta Cabo de Gata en Almería, incluyendo las Islas Baleares. En aquellos años, no existían los “archivos”, tal y como los concebimos hoy, por lo que se empezaron a guardar cantidades ingentes de legajos, que con el paso de los años tomarían un volumen considerable.
Bastantes años después, se construiría en la parte norte del Arsenal, una serie de edificios que albergarían el recién creado CIAF, abreviatura que respondía a las iniciales de Centro de Instrucción y Adiestramiento a Flote. Tras años de prestar este Centro inestimables servicios a la Armada, se decidió trasladar sus instalaciones a Vigo, a la posteriormente desaparecida ETEA, (Escuela de Transmisiones y Electricidad de la Armada), quedando deshabitados los edificios que albergaban el citado CIAF, haciéndose entonces en parte de ellos las obras para instalar allí el Archivo Naval de Cartagena. Cuando estuvo terminado, toda la gran cantidad de legajos existentes en el hasta ese momento llamado “depósito” se trasladaron a los fantásticos archivadores construídos al efecto, y en consecuencia, al quedar vacía la gran nave que albergaba toda esa documentación, se acometieron otras obras de rehabilitación para darle otros usos, apareciendo entonces en toda su longitud y esplendor algo que hasta ese momento solo se “intuía” y que se dejaba ver muy parcialmente entre los miles de legajos apilados en estantes de madera y que no era otra que el “aula/sala de esgrima” que se adaptó en su día para que los caballeros guardiamarinas se ejercitaran en el “noble arte” del uso del florete.
El relativamente reciente “hallazgo” de la original “sala de esgrima”, en toda su extensión, constituyó un evento ciertamente importante, por lo que supone sacar a la luz parte del rico patrimonio que atesora la ciudad de Cartagena, en este caso dentro de los muros del Arsenal, y como tal lo entendió la propia Armada, de modo que el Ministerio de Defensa, a través de la Jefatura de Instalaciones Navales, dependiente del propio Almirante del Arsenal y el Servicio Militar de Construcciones, decidieron que semejante hallazgo había que ponerlo en valor, y así se hizo.
La restauración corrió a cargo del arquitecto, afincado en Cartagena, Martín Lejárraga, que en unos meses convirtió una nave lúgubre abarrotada de legajos que contienen miles de documentos en un precioso espacio de 800 metros cuadrados, con sus majestuosos muros de tabaire, originales del XVIII al descubierto, y con el toque contemporáneo y funcional que le da por ejemplo el detalle de los ventanales que se abrieron y que son oquedades que recuerdan las máscaras que llevan los que practican al antiguo deporte de la esgrima.
Una vez terminada la rehabilitación del espacio, el suelo original formado por losas de las llamadas “hidráulicas” ha quedado al descubierto, así como las “calles” con suelo de madera sobre la que se realizaban las clases de esgrima correspondientes, quedando todo ello restaurado, a la vista y protegido, pues sobre ese suelo original se colocó uno de cristal, que permite pasar y pisar unos centímetros por encima del primitivo, que queda a la vista.
Si esas “calles” de suelo de madera que forman la sala pudieran hablar, probablemente nos dejarían boquiabiertos de poderles escuchar las historias que nos contaran, pero como ello es imposible, nos hemos de contentar con dejar volar la imaginación e imaginarnos a aquellos caballeros guardiamarinas que impartían sus clases allí hace más de 200 años, muchos de los cuales se “batirían el cobre” en los diferentes conflictos navales en los que se vio implicada la Armada en los años sucesivos.
Fotos: archivo y autoría de Diego Quevedo Carmona