De la mar y los barcosDestacado

La muerte del «camello» y el milagro posterior

Las peculiaridades técnicas que ofrecía la sala de máquinas del buque “Satrústegui” y la obsolescencia de algunos de sus equipos, conferían un especial atractivo al recinto. Es precisamente de ello  de lo que hoy voy a ocuparme, y muy específicamente del conjunto de generadores que configuraban la planta eléctrica. En origen, el buque salió de astillero en 1949 con tres grupos electrógenos compuestos por motores diésel Burmeister & Wain que arrastraban las correspondientes dinamos de la marca ASEA de 190 Kw. cada una.

De los tres grupos electrógenos del buque descritos, hubo uno que sufrió una fuerte avería hacía algo más de una década y su motor diésel tuvo que ser reemplazado. Contaban los más antiguos del lugar que el vetusto motor procedía de un submarino alemán que había acabado su vida en el arsenal de Cartagena, y que tras ser adquirido por la Compañía Trasatlántica en un desguace, había sido adaptado y montado a bordo. Se trataba de un motor MAN cuya geometría era un tanto peculiar al tener el regulador en la zona de culatas más o menos a medio motor; esto hacía que su fisonomía recordara a un camello, circunstancia que hizo que el motor fuese bautizado coloquialmente con el nombre de “camello” por la ingeniosa tripulación, en su mayoría de origen gaditano.

Me encontraba un día en el bar de clase turista durante el viaje de regreso a España, cuando un pasajero se acerca al capitán Onzáin y le hace el siguiente comentario:

-Capitán, este barco no deja de sorprenderme. Esta mañana, mientras tomaba el sol en la toldilla de popa oía el fuerte graznido de unos loros que al parecer llevan en un local de esa zona; ahora vengo del bar de la tripulación situado a proa del buque y he podido comprobar que llevan dos monos, pero lo que me resulta más sorprendente es que me he enterado que en la máquina hay un camello.

Una fuerte y descontrolada carcajada fue la primera e instantánea respuesta al comentario del intrigado pasajero por parte del capitán.

-Mire, lo de los loros y los monos es cierto, es una forma que tienen algunos miembros de la tripulación de complementar el salario o de llevar un recuerdo a la familia, pero lo del camello es otra historia…, fue la respuesta del capitán Onzáin.

La antigüedad y falta de repuestos para el citado motor hacían que fuese el elemento más complejo y problemático de la máquina, hasta el punto que había una persona asignada exclusivamente para su cuidado y mantenimiento.

Durante una estancia en el puerto de Barcelona, ciudad donde tenía su domicilio el primer oficial de Máquinas, recibo instrucciones de éste antes de marcharse a su casa para que al día siguiente a primera hora arrancase el “camello” y lo acoplara al cuadro.

Al día siguiente, siguiendo instrucciones de mi jefe inmediato, arranqué el motor  y mientras me dispongo a efectuar las oportunas sincronizaciones para su acoplamiento, escucho un sospechoso ruido proveniente de la artiodáctila máquina, al mismo tiempo que observo cómo el caldereta “Pitrakas” aparece gritando a la vez que accionaba de forma brusca la palanca correspondiente para proceder a la inmediata parada del motor, y posteriormente dirigirse hacia mí emitiendo fuertes alaridos y amenazas para después ver, no sin sorpresa, cómo con herramienta en mano, el descontrolado «Pitrakas» se dispone a abrir con rapidez las tapas del cárter, hecho lo cual comienza a sacar del interior los restos de cajas de maderas destrozadas y unos paquetes batidos por el cigüeñal y aderezados con SAE 40, en algunos de ellos se podía leer “Dunhill Standard Mixture”.

El conocido tabaco de pipa había sido introducido durante la noche en la “barriga del camello”, con la  intención de camuflarlo y no ser descubierto por los miembros a cargo del sargento de la Benemérita de apellido Casilda, responsable a la sazón del equipo de fondeo del puerto de Barcelona, quien en cada escala solía inspeccionar el buque. Peculiar persona de origen extremeño, el citado sargento conjugaba con especial habilidad el rigor en su trabajo con una humana amabilidad; cada vez que conseguía alguna aprehensión de mercancías “no debidamente manifestada” eran los afectados los que solían consolar al aprehensor por lo mal que éste lo pasaba:

-¡No me pongáis las cosas tan fáciles, por favor, si no sabéis esconder la mercancía en lugar seguro no os arriesguéis….¡, nos solía decir visiblemente contrariado cada vez que sus hombres descubrían algo.

Las consecuencias del incidente no se hicieron esperar: broncas, gritos, expedientes… pero sobre todo la discreta alegría por parte de la tripulación completa de máquinas –excepto uno– por lo que supuso la “muerte” del «camello»; tras la limpieza del cárter e inspección de éste se pudo comprobar que los daños causados en los elementos internos, unido a la falta de repuestos, lo dejaban definitivamente inutilizado y obligaba a su deseada renovación.

Debido a que el buque se encontraba listo para zarpar lleno de pasajeros, se reciben instrucciones de la compañía para iniciar el viaje sin uno de los grupos electrógeno, puesto que el plazo de entrega de otro de nueva factura no sería inferior a un mes, habiendo de asumir los inconvenientes y riesgos que suponía salir de viaje en tales circunstancias; cosa que hubo que aceptar, pues al fin y al cabo el problema había sido originado por la irresponsabilidad de alguien a bordo.

A la vuelta de viaje y al llegar a Barcelona pudimos avistar con alegría a dos personas junto a una gran caja de madera con la inscripción Poyaud Diesel, que se encontraban esperando sobre el muelle. El montaje del nuevo motor, supervisado por dos técnicos franceses y la ayuda de un equipo de montadores de Talleres Nuevo Vulcano, comenzó de inmediato. Transcurridas dos jornadas de duro trabajo, el motor se encontraba listo para efectuar las pertinentes pruebas; algunos pequeños detalles quedarían pendientes para la vuelta del viaje, aprovechando que el buque tenía programada la varada anual.

Exhaustos por el trabajo tanto los técnicos del fabricante como sus colaboradores de Vulcano, procedieron a efectuar las pruebas de rigor a última hora de la tarde, cuando se comprueba con desagradable sorpresa que con poca carga el motor adquiere una temperatura inadmisible; tras un par de horas de comprobaciones y ajustes, la situación sigue igual. Como todo el mundo se encuentra extremadamente cansado, los franceses le comentan al jefe de máquinas que se marchan a descansar y a efectuar unas consultas a la central, y que continuarían los trabajos a primera hora del día siguiente con la mente un poco más descansada.

Quién esto os cuenta entró de guardia a las 20 horas, acabado de marcharse todo el mundo a descansar y en mi afán investigador pero con la poca idea que un alumno en periodo de prácticas con razón se le atribuye, comencé a revisar visualmente la instalación de la nueva máquina, y ví algo que no me gustaba, hecho éste que puse en inmediato conocimiento del jefe de máquinas, don Juan Tejero:

-Don Juan, veo algo raro en el circuito de refrigeración del nuevo motor y quiero que usted lo compruebe.

De inmediato, el que para mí fuese un excelente maestro, se dispuso a bajar a la máquina y poco tardó en descubrir lo mismo que yo.

-Efectivamente chaval, el flujo de agua salada y el de agua dulce de refrigeración tiene el mismo sentido en el enfriador, cuando como al menos tí y yo sabemos, han de ir a contaflujo, esto es la consecuencia de las prisas… No comentes nada con nadie y ahora durante la guardia, con la ayuda del engrasador cambia las mangueras de salida y entrada de agua salada a su correcta posición

La maniobra resultó rápida y sencilla puesto que para poder hacer el viaje y de forma provisional, se habían instalado unas mangueras de goma reforzada para el suministro de agua con unas abrazaderas.

A la mañana siguiente don Juan Tejero, maño de nacimiento a la vez de bromista por condición, esperó la llegada de los técnicos gabachos para bajar con ellos a la máquina, mientras éstos le informaban del problema.

Cuando todos se encontraban en torno al motor y antes de reanudar las pruebas, don Juan se desabrocha un botón de la camisa caqui y se saca una cadena con medalla de la Virgen del Pilar y la coloca sobre el motor. 

-Es todo lo que pudo hacer, cuando quieran arranquen el motor.

La cara de los técnicos franceses y de sus ayudantes era todo un espectáculo cuando tras más de una hora de marcha del motor a plena carga, la temperatura permanecía inalterable. Un silencio absoluto y miradas de extrañeza entre los presentes dieron fin a las exitosas pruebas. Don Juan, después de dar la mano a todos los presentes, se despidió y se dispuso a abandonar la máquina.

Quedó el motor en marcha durante toda la mañana y por la tarde se presentan los técnicos a comprobar que todo marchaba bien y a que el jefe de máquinas firmase el visto bueno al trabajo, mostrando dos llaveros con la esfinge de la Pilaríca a la vez que le comentaban al bueno de don Juan Tejero:

Chef, aujourd´hui cela fera partie de notre trousse d´outils.

Así ocurrió y así lo cuento.

Foto: archivo de Juan Cárdenas Soriano

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