A Sérvula Pilar Expósito Camacho
Eran las cuatro y media de la madrugada, aproximadamente, del 8 de julio de 1949, cuando cesó de repente la columna de humo que emanaba por la boca del cráter de El Duraznero, de la erupción del volcán de San Juan y, al mismo tiempo, en el Llano del Banco se produjo una fuerte explosión subterránea y un movimiento sísmico brusco. Poco después, una pareja de la Guardia Civil que se encontraba de servicio en la carretera general del Sur, observó que algo sucedía en la parte alta de Las Manchas, por lo que prestó especial atención, ya que habían sido advertidos por los geólogos de la inminente salida de la lava.
La versión fue ratificada por el pastor Agustín Pérez Díaz, que se hallaba con dos de sus hijos cerca de un escarpe, en una pequeña cueva próxima al Llano del Banco, conocida con el nombre de Caño del Fuego y que servía de albergue para el ganado y de refugio para los pastores. A este sitio acostumbraban a acudir las cabras, pues parece que allí la temperatura era templada y en la madrugada de aquel día algunas de ellas se encontraban guarecidas en el citado lugar.
El pastor dijo que sintió una explosión, que inicialmente atribuyó a una posible manipulación con gasolina de unos turistas ingleses que se encontraban en los alrededores, y se dirigió a buscar a sus cabras, viendo, con gran sorpresa, cómo salía una gran masa negra de piedras y, después, un torrente de fuego. Acababa de amanecer.
El Llano del Banco está situado en lo alto de Las Manchas, a unos 1.300 metros de altitud y a una distancia de unos tres kilómetros en dirección NNO del cráter de El Duraznero. En este lugar se produjo la abertura de una grieta sinuosa de un kilómetro de largo y unos cien metros de ancho, por la que primero surgió una gran cantidad de lava en forma de masa enrojecida, que inició su descenso por el barranco de las Cubas, en el que se encuentra el Salto del Aguililla, con un desnivel de más de 40 metros, lo que contribuyó a facilitar su recorrido en dirección hacia el centro de Las Manchas.
Desde el amanecer se observó en El Paso y en otros lugares de la comarca un resplandor de unos dos kilómetros de largo por unos 200 ó 300 metros de anchura, que era el reflejo del camino de la lava, que llevaba entonces unos dos kilómetros de recorrido.
A las ocho de la mañana, la imponente masa descendía por el citado barranco a una velocidad considerable, favorecida por la gran pendiente del terreno, aunque luego aminoró su marcha cuando encontró un declive menos pronunciado. A las nueve y media el frente estaba a medio kilómetro de la carretera general, situada a 610 metros de altitud, cuyo corte resultaba inminente.
Próximo a la carretera general y cuando uno de los brazos se dirigía hacia la ermita de San Nicolás de Bari, cuya destrucción se temía, sufrió repentinamente una fuerte desviación hacia el Sur, atravesando tierras de labor, pasando a unos 100 metros de la iglesia en forma de ola lenta y viscosa.
Corte de la carretera
A las 14,15 h, la lava del primer brazo llegó a los bordes de la carretera general del Sur, entre los kilómetros 42 y 43, quedando la isla dividida en dos y sólo comunicable con Santa Cruz de La Palma por los senderos de la cumbre o por el mar. Desde primera hora de la mañana, y ante la inminencia de los acontecimientos, las autoridades habían ordenado la evacuación de Todoque y Las Hoyas, así como el desmantelamiento de la ermita y la central telefónica de Las Manchas.
Con una anchura de 380 m a su paso por la carretera, el primer brazo pareció dirigirse entonces hacia el barrio de Todoque, cuyas proximidades alcanzó a las nueve de la noche. Durante un rato los observadores dudaron si la corriente seguiría camino de Puerto Naos, apreciando más tarde que había cambiado el curso, desviándose por la ladera hacia Las Hoyas.
Los otros dos brazos, situados más al sur, se unieron poco después de cruzar la carretera formando un solo frente. A medianoche, la lava llegó a la hondonada del Hoyo de Verdugo a una velocidad considerable, quemando a su paso viñedos y frutales. Los técnicos detectaron que en la fisura del Llano del Banco había aumentado la intensidad del vertido, alcanzando una altura entre siete y ocho metros, mientras que a lo largo del cauce ígneo mantenía una altura que oscilaba entre cuatro y cinco metros y seguía ensanchando su frente.
Al día siguiente, el brazo de lava que estaba paralizado en las inmediaciones de la ermita de San Nicolás se desvió hacia el barranco de Tamanca y reinició su corriente de forma muy lenta, lo que originó dos nuevos ramales. A mediodía se desprendieron del caudal principal dos nuevos brazos que invadieron la finca de Antonio Abad, con un ancho estimado entre 200 y 300 metros, casi paralelos, cruzando una nueva zona de Hoyo del Verdugo y atravesando la carretera de Puerto Naos por Las Norias, cortándola entre los kilómetros 6 y 7, precipitándose a continuación hacia las fincas de la Montañeta de las Bermejas, para luego dirigirse al mar.
La corriente que avanzaba en dirección del pago de Cuatro Caminos, en Las Manchas de Abajo, se encontraba a un kilómetro y medio del mar y a las ocho y media de la noche atravesó la carretera de Puerto Naos en el kilómetro 7 y en dirección a Las Hoyas, siguiendo su camino por una hondonada que rellenó hasta que la desbordó y ensanchó, lo que originó nuevos destrozos en la zona y que un nuevo brazo iniciara su avance en dirección al mar.
El 10 de julio la expulsión de lava desde la fractura de Llano del Banco estaba en su apogeo. Los técnicos apreciaron una mayor actividad, con una altura estimada de nueve metros en la grieta principal de salida, de la que emergía en sucesivos borbotones, aumentando el caudal del río ardiente al abrirse una segunda grieta de emisión por su parte inferior, de la que brotaba en mayor cantidad, acompañada de fuertes ruidos y expulsión de piedras incandescentes.
El aumento de la corriente de lava originó un nuevo brazo que amenazó al caserío de Cuatro Caminos, mientras que el brazo principal alcanzaba una anchura de 1.500 metros sobre Puerto Naos, bifurcándose de nuevo, por lo que se adelantó uno de los brazos que se dirigía al mar por Las Hoyas, mientras que el otro seguía destrozando tierras de cultivos.
La corriente que se adelantó eliminó la amenaza que se cernía sobre Todoque y, después de sepultar un empaquetado de plátanos, alcanzó la orilla del mar a las siete y media de la tarde con un frente de unos 500 metros, cayendo por el acantilado en forma de cascada.
Los técnicos expresaron su temor de que, dadas las dimensiones de la Isla, algunos movimientos sísmicos pudieran haber afectado al estado del mar, produciendo un micro maremoto, posibilidad que se desmintió cuando el encargado del mareógrafo de Santa Cruz de Tenerife, informó de que no se había registrado perturbación alguna.
Durante la mañana del 11 de julio, el brazo de lava que se había acercado lentamente hasta el pago de Cuatro Caminos y que se encontraba casi parado, comenzó a moverse de nuevo, sepultando a su paso varias casas y causando importantes destrozos en los cultivos.
Una de las fincas de Hoyo de Verdugo, de unas 280 fanegadas de extensión, casi desapareció en su totalidad con la casa de sus dueños, medianeros, graneros, bodegas y lo que en ella había de valor.
En las inmediaciones de la fisura de Llano del Banco, la salida de la lava alcanzaba una velocidad superior a los 30 km/hora, que disminuía a medida que se aproximaba a la costa, aunque en buena parte de su recorrido discurría por los rápidos a una velocidad torrencial y se veían, algunas veces, enormes piedras de varias toneladas de peso que flotaban sobre la misma y unas se fundían en unos momentos y otras, al chocar con las escorias, reventaban de forma explosiva formando densas nubes de polvo.
Publicado en Diario de Avisos, 11 de julio de 2004
Bibliografía:
Díaz Lorenzo, Juan Carlos (2000). El volcán de San Juan. Crónica de una erupción del siglo XX. Madrid
Díaz Lorenzo, Juan Carlos (2008). Los volcanes de La Palma. Una aproximación histórica. Madrid
Martel San Gil, Manuel (1960). El volcán de San Juan. Madrid
Fotos: Adalberto Benítez. Fondo FEDAC y archivo de José Guillermo Rodríguez Escudero