A María y Carlos Díaz Guigou
La mezquita mayor de Córdoba es uno de los puntos culminantes del arte arquitectónico hispano-musulmán y una de las principales referencias del mundo árabe. De modo que, en opinión de M. Barrucand y A. Bednorz, “se convirtió en norma para medir a la totalidad del arte sacro andalusí” [1]. En la actualidad es conocida como catedral de la Asunción de Nuestra Señora, antes Santa María Madre de Dios y también como mezquita-catedral, aunque la denominación más generalizada corresponde a la gran mezquita de Córdoba. Estamos ante un edificio excepcional.
La mezquita de Córdoba es la segunda mayor del Islam, después de La Meca. Con el paso de los siglos, el edificio ha sufrido diversas modificaciones, si bien en cada una de las ampliaciones realizadas por los árabes se aprecia la continuidad de la construcción original y la reproducción de sus formas. En todo caso, pone de manifiesto que el gusto personal y las ideas que tenía Abd al-Rahmân dejaron claramente su impronta en todo el arte expuesto, influido por la tradición arquitectónica de Oriente Próximo.
Hasta que la gran mezquita se consagró al culto de Alá, y cuya construcción parece sustentada en la decisión del emir de al-Andalus de instalarse en el reconstruido palacio a orillas del Guadalquivir, el rezo del Corán se hacía en un templo que con anterioridad había sido la antigua iglesia cristiana y visigoda de San Vicente, situada al lado Oeste del lugar donde más tarde se levantaría el nuevo y fastuoso templo.

La mezquita se construyó a mediados de la década de los años ochenta del siglo VIII, entre los años 785 y 787. Uno de los factores que contribuyeron a que se pudiera hacer en tan corto período de tiempo se debió al aprovechamiento de expolios romanos y visigodos. La rapidez con la que se terminó hace suponer que los árabes se limitaron a desmontar las cinco naves originales de la antigua basílica dirigidas de Oeste a Este, y a levantar con sus materiales once naves más pequeñas en dirección Norte-Sur, quedando así convertidos el muro meridional o de la Epístola, de la iglesia de San Vicente, en la qibla o cabecera de la mezquita.
La construcción original, de unos 73 metros de lado y planta aproximadamente cuadrada, estaba formada por un patio abierto –el primer patio de los naranjos- y un oratorio. Los muros Este y Oeste, de unos 38 metros de profundidad, se encontraban sujetos por cuatro poderosos contrafuertes, de los cuales, los dos ubicados hacia el Sur, al formar la transición con el muro de la qibla, constituían dos torres esquineras.
La mezquita tenía cuatro entradas, una de las cuales se encontraba sobre el eje del mihrâb, en el muro norte del patio, mientras que otras dos estaban, una a cada lado, al Este y Oeste del mismo patio y la cuarta, en la mitad de la fachada Este de la sala de oración, denominada Bâb al-Wuzâra’, o Puerta del Visir, pues permitía el acceso directo a la sala de oración a los altos funcionarios desde el palacio gubernamental situado en frente.

La sala de oración consta de once naves perpendiculares a la qibla, cada una con doce tramos, orientada hacia el sur y no hacia el oriente, como ocurre en las mezquitas del resto del mundo. Las dos naves extremas eran más angostas, y se presume que estaban separadas por rejas, pues tal vez se habían pensado como oratorio para mujeres. La nave central era más ancha que las restantes cinco naves laterales, con lo cual el sentido y el eje principal de toda la construcción desde la puerta con el muro norte del patio desembocaba en el mihrâb. M. Barrucand y A. Bednorz consideran que este tipo de construcción, tipo basílica, no tiene relación directa con la iglesia que existía en el mismo lugar, “sino más bien es una reproducción de uno de los lugares sagrados más importantes del mundo islámico”, como es la mezquita de al-Aqsâ, en Jerusalén [2].
La solución adoptada para obtener en la sala de oración un espacio interior elevado viene dado por las arquerías de doble arco superpuesto. Sobre el capitel de cada columna se encuentra una pesada imposta, encima de la cual se levanta un pilar relativamente grueso, que prolonga la columna que está debajo y sirve de apoyo a la arcada que soporta la techumbre. Sobre la imposta se apoyan también los arcos inferiores que cumplen la función de tirantes, lo cual es necesario desde el punto de vista estático, como se puede comprobar en todas las arcadas de las mezquitas mayores.
Los arcos inferiores son de herradura. Los superiores, en cambio, mucho más gruesos, son de medio punto, con lo que se consigue un efecto visual complejo y fascinante. Las cualidades decorativas ganan en belleza por la alternancia de las dovelas, tanto por los colores, empleando el rojo y el blanco, como por la alternancia de los materiales, utilizando piedra o ladrillo, en una técnica que anteriormente habían empleado los romanos. Este relevo de piezas es una técnica usual tanto en la Siria de los omeyas como en la España preislámica, por lo que no representa, como con frecuencia se presume, una importación omeya de Oriente próximo[3].

Lamentablemente, no se conserva el mihrâb de la mezquita, si bien la actual puerta de San Esteban –la antigua Bâb al-Wuzâra’, o Puerta del Visir- proviene, en gran parte, de la primera etapa de construcción, de la que mantiene su forma original tripartita y parte de su decoración, basada en motivos vegetales de cierta tosquedad. Puesto que todas las puertas posteriores recogen y desarrollan el mismo estilo de formas, hace suponer que el mihrâb seguía el mismo esquema.
Durante los reinados de Hisham I (788-796) y al-Hakam I (796-822), la mezquita apenas sufrió modificaciones. Aquél realizó un pasadizo que comunicaba, cruzando la calle sobre un arco, el alcázar directamente con la maqsura de la mezquita, y cuya estructura no se ha conservado.
Centraremos nuestra atención en comentar algunos aspectos de los elementos arquitectónicos de la gran mezquita, que consideramos de interés.
La decoración vegetalizada no puede considerarse importada de Oriente Próximo, puesto que en España existía una tradición romano-ibérica y visigoda propia. Aunque pudiera parecerse con ésta última, la calidad del trabajo artesanal resulta, en la mayoría de los casos, superior. Los muros están hechos de piedra labrada de color claro. La pared oeste de la actual sala de oración, formada por sillares de mediano tamaño colocados por lo general de frente, nos aproxima a la idea del modo en que se hacían las construcciones de la época.
Los ladrillos sólo fueron utilizados para la combinación que se hacía en los arcos de las arquerías. La madera desempeñó un papel importante, pues en sus orígenes las naves estaban cubiertas con tablas pintadas. Cada nave tiene su propio techo inclinado, cuyo entramado más liviano se encuentra cubierto de tejas. Es posible que, como ocurría en todas las mezquitas de la época, careciera entonces de alminar, la torre desde la cual se llama a oración.
Aunque no puede afirmarse con rotundidad, se considera probable que en el trazado de la mezquita de Córdoba pudiera haber intervenido el arquitecto de la gran mezquita de Damasco. La presencia de formas sirias ha sido destacada en diversas ocasiones, si bien también se aprecian influencias locales romanas y visigodas tardías, como lo atestigua el hecho de la inclusión de columnas y capiteles del período pre-islámico en las construcciones más lujosas y representativas de la dinastía.

En tiempos de Abd al-Rahmân II (822-852) se desarrolló una importante actividad en el emirato hispano. A esta etapa corresponde la construcción de las murallas de Córdoba y la ampliación de la mezquita mayor, doblando su superficie, lo que constituye un ejemplo de la prosperidad de la capital de los omeya, cuya población había crecido considerablemente desde los tiempos de su predecesor. El desarrollo urbanístico y el crecimiento demográfico de Córdoba hacía insuficiente la primera mezquita y en 833 se ordenó el derribo de la qibla original y la ampliación de la misma por el lado meridional, lo que permitió duplicar la superficie primitiva.
Para ello, la pared de la qibla se desplazó ocho tramos en dirección sur. Del muro antiguo se conservaron las pilastras para proporcionar un mayor apoyo al empuje de las arcadas, cuya longitud aumentó considerablemente. El oratorio medía ahora 64 metros de profundidad, por lo que tenía una planta casi cuadrada y en ella se siguieron utilizando expolios romanos y visigodos. Es de destacar la nave central y el muro de la qibla transversal a ella, en la que se aprecian decoraciones –capiteles decorados, sobre todo– que siguen la misma línea marcada por Abd al-Rahmân.
Desde la primera etapa de la construcción de la mezquita, los capiteles juegan un papel importante en la jerarquía de los elementos individuales del oratorio. De esa manera, desde un principio, la nave central constituye el eje de simetría para la distribución de los distintos tipos de capiteles en el resto de la edificación. A lo largo de la nave principal y de la pared de la qibla no aparecen restos de columnas romanas. Y si en los primeros tiempos se emplearon columnas visigodas, durante la época de Abd al-Rahmân II se utilizaron copias islámicas de modelos romanos y corintios, cuya hechura y construcción, en todo caso, no eran rigurosamente clásicos.

Abd-al-Rahmân III (912-961), proclamado califa en 929, contribuyó a la belleza de la mezquita con la ampliación del patio, la sala de oración y la conclusión del minarete que aún se conserva bajo la torre renacentista. La reforma más importante se realizó bajo el mandato del califa al-Hakam II (961-976), etapa en la que se le dio al edificio su aspecto casi definitivo. En esta ampliación se derribó de nuevo la qibla y se ganó espacio hacia el Sur, cerca de la orilla del Guadalquivir, alcanzando 115 metros de largo sustentada por 320 columnas. Se encargó también de la construcción de la nueva maqsura y el nuevo mihrâb con una cúpula extraordinaria, decorada con mosaicos de estilo bizantino de temas epigráficos y vegetales[4]. De modo, pues, que en esta zona se concentra todo el lujo de la mezquita de Córdoba.
El aspecto más sorprendente de la gran mezquita de Córdoba es el segundo juego de arcos que arrancan de los pilares cuadrados, situados sobre las columnas romanas. Estos arcos fueron ideados para sostener un techo de madera, de poco peso, y están adornados utilizando formas polilobuladas y entrelazados decorados con ataurique, creando la característica red de rombos. La decoración de la bóveda del mihrâb se complementa con el trabajo de los nervios que se entrecruzan para formar un polígono de ocho lados que enmarcan una cúpula gallonada.
A finales del siglo X, entre los años 976 y 978, el visir del califa Hixam II (976-1009), Al-Mansur, se encargó de aumentar en un tercio la superficie de la mezquita, con lo que perdió su simetría, ampliándola por su lado oriental en ocho nuevas naves aunque conservando la posición delmihrab y la maqsura, pues el desnivel hacia el río impedía continuar hacia el Sur. El sistema de capiteles es de orden corintio simplificado, copiados quizá de los primitivos de la basílica romana. El sistema de las puertas es adintelado, con adorno de arquería de herradura enmarcada por un alfiz y dovelas en alternancia de colores, mientras que las cubiertas del edificio son sencillas a dos aguas.

En 1236, después de la conquista de la ciudad por Fernando III, la mezquita de Córdoba fue convertida en catedral cristiana, iniciándose entonces reformas parciales en las que se acondicionaron capillas y se introdujeron elementos decorativos y otros atributos y símbolos del culto católico. A partir de entonces, los sucesivos obispos trataron de realizar transformaciones en la obra musulmana, para acomodarla al nuevo orden eclesiástico.
En tiempos de los Reyes Católicos se acometieron otras reformas, como la construcción de una capilla mayor y en el siglo XVI, durante el reinado de Carlos I se edificó la actual catedral cristiana dentro de las naves de la antigua mezquita, afectando a las ampliaciones acometidas en su tiempo por Abd al Rahmân II y Almanzor. Pese a la fuerte oposición del Cabildo municipal y del pueblo cordobés culto, las obras comenzaron en 1523 a cargo de Hernán Ruiz el viejo con un permiso expreso del monarca y se prolongaron a lo largo de los siglos XVI y XVII, finalizando en 1766.
El resultado es un edificio que suma estilos desde el gótico final, plateresco, renacentista y barroco. La capilla mayor tiene planta de cruz latina. Tiene nave y crucero, con planta de cruz latina. Los arcos son todavía góticos (apuntados), la ornamentación plateresca y la cúpula renacentista. Entre los elementos destacables figura el altar de mármol rojo, una grandiosa lámpara en el centro obra del platero cordobés Martín Sánchez de la Cruz. La sillería del coro es una formidable expresión del arte barroco, tallada en caoba, obra de Duque Cornejo. En el centro posee un extraordinario facistol coronado por un templete que muestra una imagen de marfil de la santísima Virgen, original de Alonso Cano.

Las capillas adosadas a los muros que cierran la mezquita, más de cincuenta, muestran la evolución artística de Córdoba a través del tiempo, donde se encuentran ejemplos de rejería, azulejería, pintura y escultura. El tesoro de la catedral muestra también excelentes colecciones de portapaces y relicarios, cálices y copones de oro y plata, destacando, entre estos últimos, uno atribuido a Benvenuto Cellini. Otro elemento de singular valía artística es la Custodia, labrada por Enrique de Arfe y estrenada en la procesión del Corpus Christi de 1518.
En el exterior de la mezquita podemos contemplar las numerosas puertas que posee el templo, denominadas Puerta del Perdón, Postigo de la Leche, Puerta de los Deanes, Puerta de San Esteban, Santa Catalina …, así como el retablo de la Virgen de los Faroles y la fuente del Caño Gordo. El antiguo alminar árabe construido en tiempos de Abd al Rahmân III fue recubierto con una envoltura barroca obra de Hernán Ruiz y está coronado por un imagen de san Rafael, obra del escultor cordobés Pedro de Paz [5].
(*) Licenciado en Historia del Arte. Universidad de Santiago de Compostela
Bibliografía
Barrucand, Marianne y Bednorz, Achim. Arquitectura islámica en Andalucía. Taschen. Köln, 2002.
Blair, Sheila y Bloom, Jonathan M. Arte y arquitectura del Islam (1250-1800). Manuales Arte Cátedra. Madrid, 1999.
Ettinghausen, Richard y Grabar, Oleg. Arte y arquitectura del Islam (650-1250). Manuales Arte Cátedra. Madrid, 1987.
Nieto Cumplido, Manuel. La mezquita-catedral de Córdoba. Escudo de Oro. Barcelona, 2005.
Palomero Páramo, Jesús: Historia del Arte. Ed. Algaida. Sevilla, 1996.
Notas:
[1] Barrucand, Marianne y Bednorz, Achim. Arquitectura islámica en Andalucía. Ed. Taschen. Köln, 2002.
[2] Op. cit.
[3] La arcada de doble arco superpuesto se encuentra más simplificada en la arquitectura siria del período omeya –como es el caso de la mezquita mayor de Damasco–, posiblemente derivada de los acueductos romanos.
[4] Ettinghausen, R. y Grabar, O. Arte y arquitectura del Islam (650-1250). Manuales Arte Cátedra. Madrid, 1987.
[5] Nieto Cumplido, Manuel. La mezquita-catedral de Córdoba. Ed. Escudo de Oro. Barcelona, 2005.
Fotos:
Toni Castillo Quero, Alonso de Mendoza, José Luis Filpo, Ingo Mehling, Steven J. Dunlop, Justo José M.M., Aotake y Erinc Salor.