Nos relata Manuel Ramos, incansable y admirable candelariero de pro y desde marzo de 2021 Hijo Adoptivo de la villa mariana de Candelaria, en justo y merecido reconocimiento a su dedicación y entrega, que el fraile dominico Vicente Bravo Bravo dejó en 1963 unas interesantes declaraciones sobre la historia de la construcción de la basílica en la zona conocida como cerro de La Magdalena, un poco más arriba de donde finalmente sería construida la basílica proyectada por el eminente arquitecto tinerfeño José Enrique Marrero Regalado y en terrenos donde, en la actualidad, se encuentra el cuartel de la Guardia Civil
“Se compró el cerro, se montó un funicular para subir los materiales, se acoplaron los cabestrantes y vagonetas y se cavaron los cimientos simbólicos y se colocó por el Señor Obispo la primera piedra.
En agosto de 1926 empezaron en serio las obras, sobre unos planos magníficos elaborados por el arquitecto suizo Max Alioth. En los dibujos, la Basílica se erguía como un luminoso y armónico faro de catolicismo, enseñoreando un paisaje de mar y tierra de un efecto maravilloso.
A medida que se cavaban los cimientos, en un altozano de tierras volcánicas, se fueron viendo los inconvenientes. No se hallaba solidez para tanta mole. No se desistió, a pesar de todo, y se siguió profundizando, pero sin resultados positivos. Se levantó un malecón de hormigón de varios metros de espesor, en la parte del mar, para prevenir los “corrimientos”. Aquella muralla ciclópea, clavada en un risco, aún hoy parece obra de titanes”.
Llegó entonces a Candelaria el padre provincial de los dominicos, fray Manuel Herba, girando visita canónica. Examinó las obras y habló con Diego Galera, aparejador de la proyectada Basílica, y éste, antiguo discípulo de los dominicos, le aclaró sin rodeos que aunque siguiesen perforando no encontrarían cimientos sólidos. Notificó el padre Herba al Sr. Obispo el resultado de sus análisis y conversaciones. Y lo convenció que había que abandonar tan fantástico proyecto. La caja de fondos estaba ya exhausta. Y en el cerro de la Magdalena quedaron los muros y excavaciones que dan constancia de los trabajos realizados”.
El cronista oficial de la Villa de Candelaria, doctor Octavio Rodríguez Delgado, destaca que tras el regreso de los Dominicos, mediante decreto de 17 de diciembre de 1921 firmado por el obispo de Tenerife, Gabriel Llompart y Jaume, devolvió el santuario y les cedió el convento en usufructo, que entonces se encontraba en estado ruinoso y del que tomaron posesión el 9 de julio de 1922.
Los frailes ansiaban la construcción de un nuevo santuario dedicado a Nuestra Señora de Candelaria, y de la discusión entre terminar el templo iniciado a comienzos del siglo XIX o levantar otro de nueva planta en el cerro de la Magdalena, se optó por lo segundo, con el ansia de erigir una gran basílica como correspondía a la Patrona de Canarias.
El trazado del templo corresponde a un edificio de grandes volúmenes, de estilo neogótico, de tres naves, dos torres cuadrangulares, un crucero delimitado por una torre cuadrangular de notables proporciones y artísticos rosetones en consonancia con el lenguaje arquitectónico elegido.
Refiere el doctor Octavio Rodríguez Delgado que los trabajos de explanación y cimentación comenzaron en 1928, para lo que se construyó un puente con raíles desde la actual plaza, con la finalidad de elevar los materiales de construcción. Sin embargo, las dificultades para afianzar la cimentación y los cambios políticos derivados de la II República, así como la menor cuantía de las aportaciones que venían de Cuba y los efectos de la crisis económica de 1929, obligaron a renunciar a tan ambicioso proyecto.
Bibliografía:
AA.VV. La Basílica de Candelaria. Crónica de una construcción. Del encuentro con el pueblo guanche al Santuario Mariano: Investigación histórica multidisciplinar, pp. 104-105. Ayuntamiento de Candelaria, diciembre de 2012.
Foto: archivo de Manuel Ramos