Marruecos se convirtió en un territorio atractivo para las ideas coloniales europeas. Francia mostró un gran interés por esta región del Magreb desde 1830. En 1904, Gran Bretaña reconoció la esfera de influencia francesa en la zona, lo que provocó una crisis por parte de Alemania, en junio de 1905, que encontró su acuerdo de paz en la Conferencia de Algeciras, celebrada en la citada ciudad española en 1906, donde se formalizó una “especial posición” francesa y se confió la política de Marruecos a Francia y España en común.
Francia obtuvo definitivamente el protectorado de Marruecos en 1911, después de una segunda crisis marroquí provocada por Berlín. A partir del Tratado de Fez, firmado el 30 de marzo de 1912, Marruecos se convirtió en protectorado de Francia y por el mismo acuerdo, España asumió el protectorado de los territorios del norte –en torno a las ciudades de Ceuta y Melilla– y sur –fronterizos con el Sahara español– el 27 de noviembre del mismo año. El sultán de Marruecos conservó una cierta autoridad en materia de política interior, compartido con el representante de la metrópoli, el general residente, que desempeñaba, al mismo tiempo, las funciones de ministro de asuntos exteriores del sultán.
Las condiciones políticas de la tutela sobre Marruecos convencieron al gobierno francés de la necesidad de dedicarse a fondo a la administración del protectorado, como garantía de su propia presencia política y de la penetración económica del capital francés. Entre otras consecuencias hizo que madurasen soluciones específicas de política urbana que encontraron su gran intérprete en la persona del mariscal Lyautey [1], al que aparece unido, como técnico, el arquitecto Henri Prost.[2]
Lyautey llegó a Marruecos en 1914, pero sería al final de la Primera Guerra Mundial cuando comenzó su gran obra de administrador y planificador, convencido sobre el papel que correspondía al urbanismo en la ordenación de la colonia, aunque para ello primero tenía que frenar y reconducir la situación existente, pues en caso de no hacerlo podría comprometer sus propios objetivos. Los cinco años anteriores, los primeros en la vida del protectorado (1907-1912) se habían caracterizado, sobre todo en Casablanca y en parte en Rabat, por una actividad desordenada en las afueras de las antiguas murallas árabes, en la que los terrenos habían sido parcelados y edificados de manera discontinua y al azar.
En abril de 1914, Lyautey promovió la formulación de un documento destinado a reglamentar la actividad urbanística, que constituyó el primer ejemplo en territorio francés de una legislación general para la planificación urbana. El arquitecto Henri Prost llegó a Marruecos en mayo de aquel año y hasta agosto de 1915 se dedicó al estudio de la situación local y a la redacción de los oportunos planes. Los planes se discutían y valoraban con la participación de técnicos, administradores locales y representantes de los servicios militares y civiles y de las asociaciones económicas y de propietarios.
En mayo de 1921, con ocasión del Congreso de Altos Estudios Marroquíes, Lyautey expuso una síntesis de sus teorías sobre la planificación urbanística en el protectorado. Con expreso reconocimiento de la obra realizada por Prost, afirmó la necesidad de respetar las ciudades indígenas, pero yuxtaponiendo ciudades europeas completamente equipadas y procurar la especialización funcional de los asentamientos.
Para llevar a cabo su obra, Lyautey fue investido de poderes especiales. Las leyes sobre el control del suelo de que disponía estaban calcadas, en esencia, del modelo francés, pero aparecían reforzadas por disposiciones particulares, como las facultades para expropiar zonas enteras o el consorcio de los propietarios para realizar las alineaciones fijadas por el plan formulado para Casablanca en 1917 por Guillaume de Tarde.
La articulación administrativa se centralizó en un departamento general de planificación urbana con sede en Rabat, encargado de redactar los planes con la ayuda de una Oficina de Bellas Artes y Monumentos Históricos, facultada para dictar reglamentaciones especiales de la edificación y normas concretas para zonas de particular interés.
En Casablanca, antes de la ocupación francesa, se habían formado embriones de barrios europeos que surgieron desordenadamente en el exterior del núcleo antiguo por obra de intereses privados. La población edificada se consolidó en torno a la Place de France, nacida de un paseo popular existente junto a las murallas de la medina (plaza del Zoco), mientras fueron cobrando forma, aunque todavía desligados entre sí, el barrio de la Liberté, en cuadrícula, habitado por comerciantes y empresarios, y el barrio de Roches-Noires. Con la presencia estable de los franceses se pusieron en práctica algunas formas preliminares de control urbanístico. Una de las primeras medidas adoptadas fue la construcción de un boulevard periférico de 30 m de anchura, en circunvalación a la población.
En 1914, Prost se hizo cargo de la gestión urbanística, respaldado por su reciente triunfo en el concurso internacional convocado para la ordenación urbana de Amberes. Primero consiguió bloquear los proyectos de las autoridades militares. La localización de la estación ferroviaria, el proyecto de ampliación del puerto, los espacios públicos y la red viaria principal proporcionaron las bases esenciales que contribuyeron a recomponer el diseño de las previsiones de crecimiento de Casablanca.
El plan elaborado por Prost se presentó sobre el papel con la forma de un gran abanico, cuyo punto de apoyo era el puerto, mientras que la vieja medina árabe se inserta entre éste y los nuevos barrios externos. Los bulevares anulares y el semicircular exterior son atravesados por una serie de radiales. El tema urbano más importante introducido por el plan se desarrolló sobre el eje de la place de France, con unas dimensiones de 200 x 70 m, convertida en el centro de la actividad y en polo funcional del sistema comprendido entre la place Lyautey y el puerto.
A partir de 1918, el desarrollo de Casablanca fue bastante sostenido. Entre 1920 y 1922 se trazaron los principales barrios exteriores. Las áreas orientales tienen un destino terciario y comercial, hacia el E y al SE se extiende la zona industrial y residencial popular y hacia el W se sitúan los barrios residenciales. Los barrios indígenas están constituidos por la ciudad vieja y las proliferaciones surgidas más allá de la puerta de Marrakech.
El reclamo ejercido por la presencia europea y por la actividad edificatoria y comercial provocó una inmigración sostenida desde el interior, cuyos efectos no tardaron en dejarse sentir, con la formación de núcleos de chabolas y albergues improvisados en los terreins vagues. Para eliminar este inconveniente, la administración del protectorado, a partir de 1912, proyectó una nueva ciudad indígena (nouvelle medina). El plan de construcción de la nueva medina, situada lejos de los barrios europeos, confiado inicialmente a Laprade, se realizó después por los arquitectos Cardet y Brion. Estas medidas no impidieron que, a partir de 1920, se formaran las primeras bidonvilles, surgidas como poblados espontáneos en las márgenes de las zonas industriales o junto a los barrios residenciales regulares.
Las bidonvilles de la ciudad de Casablanca tienden a aumentar cuando la función industrial viene a unirse a la portuaria y comercial en los años de entreguerras, a pesar de la previsión de construir poblados obreros promovidos por algunas sociedades privadas. Los modos de urbanización hacen de ella una ciudad muy parecida, en ciertos aspectos, a los centros de nueva formación de la América Latina.[3]
La situación de Rabat, a la llegada de Lyautey, era bastante más comprometida. El mariscal estableció muy pronto una zona de respeto de 250 m de ancho alrededor de las murallas, haciendo caso omiso de la privatización que ya se había producido en algunas de sus áreas. Los elementos que forman la armadura de la parte nueva de Rabat son el barrio de los servicios municipales (que comprende también la residencia de los empleados y funcionarios franceses), el complejo de los edificios administrativos del protectorado que se alineó a lo largo de una calle-parque curvilínea, la Universidad y el barrio militar.
En Mequínez, la “Versailles marocaine”, con la ciudad imperial inserta en la vieja medina, los planes de Lyuatey pudieron llevarse a la práctica sin el condicionamiento de los intereses especulativos. La parte europea domina a distancia la ciudad árabe, de la que se encuentra separada por la configuración geográfica del lugar (el valle atravesado por el río Bou Fekrane) y por las instalaciones militares ya existentes (cuarteles, hospital, Estado Mayor, aeropuerto), a las que vino a añadirse el nuevo centro administrativo. Las áreas más próximas a la estación del ferrocarril están destinadas al comercio, a la pequeña industria y a la residencia obrera y pequeño burguesa, mientras que hacia el W se encuentran los barrios de lujo, formados por villas y hotelitos con jardín. El traslado de los campos y los establecimientos militares hicieron posible que el centro de la ciudad se desarrolle entre la curva de la línea férrea Tánger-Fez y la medina.
En el caso de Marrakech, el punto de partida de la ciudad europea está constituido por la fortaleza militar construida sobre la escarpada colina de El Gueliz, que domina el llano donde se encuentra situada la ciudad indígena, en las márgenes del oasis. Antes de la llegada de Prost, entre los terrenos militares y la ciudad existente, se había trazado un barrio europeo de forma semicircular en torno a una plaza circundada de edificios públicos.
Las sucesivas intervenciones urbanísticas crearon una ordenación que enlazó las dos unidades urbanas separadas. El ferrocarril hace las veces de vínculo entre el barrio militar y el barrio civil europeo. Mientras la parte residencial nueva está rígidamente separada de la ciudad vieja, en el interior de ésta, en terrenos libres pertenecientes al estado, se estableció el barrio de los negocios, penetración europea significativa, aunque limitada, en la ciudad indígena. Aparte de esta intrusión, la autonomía estructural de la ciudad árabe aparece aquí salvaguardada con el palacio del sultán y los vastos jardines del Aguadal hacia el sur.
En Fez, el articulado complejo urbano está constituido por el núcleo de Fez-el Bali, situado en un llano y atravesado por el río Fez, y por el sector de Fez-el Jedid, que se extiende por una colina y comprende el palacio del sultán y barrios de familias musulmanas ricas. El barrio militar y el campo de aviación, al SW de la ciudad vieja, constituyen también en este caso el punto de partida para la localización de la parte nueva residencial europea, con sus equipamientos públicos dispuestos a lo largo de una avenida principal central. La ciudad nueva construida por los franceses, de este modo, se sitúa, respecto de la ciudad vieja, en completa autonomía estructural, subrayada por la posición del ferrocarril, que viene a encerrar el perímetro edificado, y por la rigurosa salvaguarda de los núcleos antiguos.
Para completar las referencias a las principales obras urbanísticas realizadas por Lyautey en Marruecos, conviene recordar aquí –además de los planes reguladores de ensanche (1923) de Agadir, Taroudant e Ifrane– dos asentamientos nuevos: la ciudad de Kenitra (antigua Port Lyautey), fundada en 1913 como puerto comercial, y la ciudad industrial obrera de Khouribga, creada en 1921 para la explotación de yacimientos de fosfatos
En el núcleo existente de El-Jadida, rebautizado con el nombre de Mazagán, como se llamaba la antigua fortaleza construida allí por los portugueses, se produjo una expansión orientada hacia el sur, siguiendo dos arterias que parten de la plaza de Mohamed V.
“Los métodos de Lyautey –explica P. Sica–, más racionales y quizá también más sutilmente coactivos, conservan por primera vez, casi íntegramente, la fisonomía originaria de los centros antiguos de las ciudades indígenas de Marruecos. Se trata de una operación de relieve, en definitiva, dando lugar a una articulación urbana que ofrece posibilidades de uso y de recuperación sin duda alguna positivas, pero en las que las técnicas urbanísticas se prestan muy bien a legitimar las diferencias de clase y de raza, y que demuestra, dentro del cuadro histórico general que examinamos, la posible variedad de soluciones que admiten la dominación y el control capitalistas en los territorios coloniales”.[4]
Notas:
[1] Louis Hubert Gonzalve Lyautey (1854-1934). Ingresó en la academia militar de Saint-Cyr en 1873. Sirvió en Argelia durante dos años como oficial de caballería. De 1894 a 1897 estuvo en Indochina y de 1897 a 1902 en Madagascar. En 1907, con el empleo de general de división, ocupó la ciudad marroquí de Oujda y fue nombrado alto comisario de la región ocupada. Tras el Tratado de Fez se convirtió en el primer residente general, es decir, la máxima autoridad francesa en Marruecos, siendo el artífice de la llamada pacificación del país, obteniendo la obediencia de sus habitantes al poder central representado por el sultán.
[2] Henri Prost (1874-1959), arquitecto urbanista francés, cofundó en 1911 la Sociedad Francesa de Urbanistas (Architecte Urbaniste Français), en unión de los arquitectos Donat A. Agache, M. Auburtin, A. Bérard, Eugène Hénard, León Jaussely, A. Parenty, el ingeniero Jean Claude Nicolás Forestier y el paisajista Edouard Redont. A partir de 1932, en unión de Jean Royer, dirigió la revista “Urbanisme”.
[3] De los 100.000 habitantes de 1920, Casablanca pasó en este período a casi 400.000, lo que equivale a casi un tercio de la población total de Marruecos.
[4] Sica, Paolo. Historia del Urbanismo. El siglo XIX. Vol. II. Instituto de Estudios de Administración Local. Traducción de Joaquín Hernández Orozco. Madrid, 1981.