El hombre ha tenido siempre entre otras varias aspiraciones la de dominar el medio submarino, estando en consecuencia desde hace muchos años contemplada la posibilidad de establecer una base permanente bajo el mar, al nivel de la plataforma continental, donde los buzos pudiesen vivir y trabajar en el exterior de la misma -en sus proximidades- por tiempo indefinido con el consiguiente ahorro de tiempo y dinero, al evitar eternizarse en largas descompresiones.
Para los profesionales del buceo, la absorción de gases inertes por el organismo suele terminar en el llamado periodo de sobresaturación, siendo preciso en consecuencia el pensar en la construcción de una casa submarina desde la que los buzos saldrían a hacer su jornada laboral, casi como un trabajador cualquiera, regresando a la misma una vez finalizado su trabajo, que podía haber consistido en el salvamento de personal y/o material de barcos/aviones hundidos, la recuperación de materiales valiosos (cargamentos de galeones, etc.) o peligrosos, la reparación de pozos petrolíferos submarinos, el tendido de cables, así como trabajos de perforación o investigación en general, ya fuese biológica, arqueológica, etc.
Estas casas submarinas, no solían ser totalmente autónomas sino que normalmente estaban comunicadas con la superficie mediante una especie de cordón umbilical, a través del cual le llegase el suministro de energía eléctrica, teléfono, aire respirable y en general elementos básicos para poder vivir en su interior con un mínimo de condiciones.
Sería en la década de los años 60 del pasado siglo XX cuando las grandes potencias, Rusia y Estados Unidos principalmente, diseñaron y construyeron las primeras casas submarinas tratando de buscar la manera de que el hombre pudiese estar de manera prolongada en un determinado teatro de operaciones. Así, en aquellos años destacarían varias decenas de proyectos tales como los denominados Man at sea, Sealab, Tektite, Sadko, Oktopus, Sprut, Ikhtiander Precontinent, Medusa, Helgoland, Tschernomor, Permon, Hebros, Atlantide, Glaucus, Robinsub, Bah, Malter, Sublimaos, Robin, Kithesch, Caribe, Kockelbockel, Karnola, en los que llegarían a hacerse millonarias inversiones.
Por lo que a España respecta no quisimos dejar pasar la posibilidad entonces de tener también nuestro prototipo, teniendo en cuenta además que por aquellos años la Armada estaba invirtiendo bastante dinero en buceo, con la construcción en la Estación Naval de La Algameca, en Cartagena, del Centro de Buceo y la adaptación del remolcador de altura RA-6 en lo que terminaría siendo el buque de apoyo a buceadores Poseidón.
Así, se pondría en marcha un proyecto que sería bautizado con el nombre de Tonofond, que consistía básicamente en realizar hasta diez inmersiones a saturación en el interior del complejo hiperbárico del entonces flamante CBA. En este ímpetu por querer estar al día en todo lo referente al buceo, se dio la orden de ejecución a la Empresa Nacional Bazán de lo que sería denominado como casa submarina que sería adjudicada al astillero de Cartagena fundamentalmente por estar formada por un casco resistente a la usanza de los submarinos y en la construcción de los mismos nadie tenía la experiencia de esa factoría y por otro su base futura sería en el Centro de Buceo de la Armada, de la misma localidad, con lo que el proceso de construcción podría ser supervisado por los buzos allí destinados.
Una vez ultimados los planos, su construcción daría comienzo el 15 de octubre de 1975, siéndole asignado el número de orden 180. Lo que restaba de ese año y todo el siguiente se trabajaría en ella, para ser entregada finalmente a la Armada el 25 de enero de 1977. La misma, a pesar de lo angosto de sus medidas, estaba muy bien distribuida con varias estancias, donde podrían convivir hasta cuatro personas. La eslora fuera de forros era de 12 metros, distribuidos de la siguiente manera: la llamada cámara de buceo ocupaba 2,20 metros y el laboratorio los 3,90 siguientes, a los que seguía una cocina con 2,90 y por último un dormitorio con cuatro literas que ocupaba 3 metros. Otras medidas significativas eran las de la manga con 3,60 metros y el puntal, que a la altura de la cubierta de la superestructura era de 4,00 metros. Sobre el cilindro en sí que formaba lo que era la casa, se encontraban los tanques de lastre que sobresalían 0,90 metros, más un doble fondo que era de 0,45. Su desplazamiento en superficie era de 120 toneladas, desalojando un volumen total de 134,50 metros cúbicos de agua. El lastre sólido interior era de 5,50 toneladas y el exterior de 45, mientras el lastre de líquido total era de 28,65 metros cúbicos.
Dentro de la poca experiencia que se tenía en España entonces en asuntos de buceo y todo lo que a él estuviese relacionado, la verdad es que esta casa submarina respondía a las exigencias para las que fue diseñada, pero una serie de circunstancias terminaron por hacer que el proyecto se fuese poco a poco dejando de lado, no llegándose a utilizar realmente como tal. Antes de salir del astillero de Bazán, en el que permanecería varios años, sería ofrecida incluso a la Universidad de Murcia para incluirla en otro proyecto que se dio en llamar Cuatro Estaciones y en el que en principio podía haber tenido acoplo, pero tampoco fructificó, por lo que sería entonces llevada a la explanada del Centro de Buceo de la Armada donde se le intentó dar alguna otra aplicación. Al no encontrársele ninguno, sería finalmente subastada como chatarra.
Las expectativas que se crearon con ella, hizo que se construyera en su día una maqueta con fines didácticos, la cual se conserva hoy día en el Museo Naval de Cartagena, siendo desgraciadamente la única fotografía que podemos aportar de lo que pasó a la historia del astillero de Cartagena como la casa submarina y que figura en los archivos de la factoría como la construcción nº 180.
Fotos: archivo de Diego Quevedo Carmona