El reino nazarí de Granada (1238-1492) fue la última expresión del territorio de al-Andalus, y abarcó el último periodo de la historia de la España islámica. Desde el punto de vista histórico, la decisión de Muhammad I de trasladar su residencia del primitivo palacio cirí en el Albayzín a la colina de la Sâbika con la construcción de la alcazaba, se convertiría en el primer paso del proceso edificatorio del conjunto urbano después conocido como Alhambra.
En las fuentes árabes se hallan referencias a “Ma’qid al-Hamra”, “Hisn al-Hamra”, y “Qal’at al-Hamra”. Las tres variantes coinciden en la denominación “al-Hamra”, “la roja”, sin que esté muy claro, todavía hoy, las razones de esta elección. Los reyes nazaríes se apellidaron “al-Ahmar”, “el rojo”, y el color rojo aparece constantemente en iconografías y detalles áulicos con un carácter simbólico y representativo de la dinastía.
En cualquier caso, sobre el origen y la personalidad del arte nazarí se ha discutido mucho. En líneas generales se da la visión del último capítulo del arte árabe y su influencia en el mudéjar y el gótico. Sin embargo, en los últimos tiempos, la originalidad del arte nazarí y su relación con el arte cristiano se ha convertido en un debate en auge. En la actualidad se considera que el arte nazarí es una evolución del arte califal, taifa, almohade y almorávide, y a la vez, enriquecido por temas y elementos decorativos del arte cristiano. En resumen, el último reducto del arte nazarí estaría influenciado por el arte cristiano-mudéjar, que a su vez le viene del arte árabe-califal.
La ciudad real de los nazaríes domina Granada desde el sur. Comprende los restos de uno de los palacios islámicos medievales más extensos que existen y es uno de los monumentos más famosos de todo el arte hispano-árabe. Los edificios que componen la Alhambra, como es habitual en la arquitectura nazarí, corresponden a un tipo de construcción arquitrabada y gruesos muros de piedra que presentan pocos problemas estructurales.
Los elementos de soporte son columnas que arrancan de un plinto cuadrado y suelen llevar basa. El fuste es muy esbelto y se adorna con varios anillos en la parte superior. El capitel característico presenta dos partes bien diferenciadas: la inferior, cilíndrica y decorada con hojas lisas, formando una cinta serpentiforme; y la superior, una pieza cuadrada, decorada con hojas, a las que en ocasiones se añaden piñas y veneras, aunque también existe otra variante decorada con mocárabes. Presenta, además, otros elementos típicos de la arquitectura andalusí, como es el arco de herradura con alfiz (marco amplio cuadrado en el que se envuelve al arco) y las albanegras (enjuta de arco de forma triangular).
Entre las cubiertas de madera encontramos, además de las de tradición almohade, las armaduras de limas moamares, que pueden ser apeinazadas o ataujeradas, como es el caso de la del salón del trono en la torre de Comares.
Existe una importante diferencia estética entre el exterior y el interior. Frente a la despreocupación casi total de la piedra poco labrada, hallamos unos interiores totalmente revestidos de decoración, que asumen el grado más alto del barroquismo, todo con un sentido de privacidad y de intimismo propios del Islam.
La Alhambra, “casi una enciclopedia de la arquitectura y la decoración nazaríes en mosaico vidriado, estuco tallado y pintado y madera tallada y ensamblada”[1], es especialmente notable por la existencia de soberbias bóvedas de mocárabes, compuesta por celdillas o alvéolos superpuestos.
En cuando al revestimiento interior, se aprecia que la parte inferior se recubre de alicatados, cerámica vidriada, para cumplir tres funciones: proteger el muro de la humedad, embellecimiento del entorno y evitar el uso y el roce de los que pasan, y la lucha contra el calor. Por encima de este zócalo el muro se enluce de blanco, e inmediatamente después, en la parte superior se decora con yesería, lacería, motivos vegetales, ataurique, epigrafía y mocárabes. Encima de las yeserías policromadas y doradas, la techumbre se resuelve mediante armaduras de madera o con cúpulas de mocárabes en las salas más nobles que se quieren realzar.
Hay que añadir también un elemento fundamental en este período el de la decoración epigráfica o “literatura construida”, importante porque se trata, en la mayoría de los casos, de poesía, reproducciones en yeso de versos poéticos que impregnaban todo tipo de elementos, tanto constructivos como decorativos. También llama la atención el uso frecuente de mármol, obtenido de las canteras de la sierra de Filabres, que se usa tanto para las losas del suelo como para jambas, alacenas, tazas de fuentes y pilas, y sobre todo para las columnas que articulan los espacios palaciegos.
En la Alhambra se constata que una de las mayores preocupaciones de los arquitectos consistía en cubrir decorativamente cada espacio, de modo que cualquier elemento decorativo resultaba escaso. Así se aprecia que la mayoría de los arcos interiores son falsos, pues no sustentan estructura alguna, sino que, simplemente, son elementos de decoración. Las paredes están recubiertas de cerámica o yeserías, hermosas y muy ricas, y las cubiertas presentan armazones labrados con una exquisitez asombrosa. El elemento decorativo más utilizado será el ataurique y, en menor medida, la lacería y las redes de rombos.
Pese a la prohibición en el arte musulmán de la representación de figuras, los temas de decoración de la Alhambra son muy variados. Se aprecia el uso de la clásica decoración caligráfica, en concreto escritura cursiva y cúfica, en la que se pueden leer, además de las palabras “sólo Dios es vencedor”, expresadas por Zawi ben Zirí, fundador de la dinastía nazarí, poemas de distintos poetas de la corte.
El elemento decorativo más utilizado por los arquitectos granadinos será el ataurique y, en menor medida, la lacería y las redes de rombos. En la Alhambra se emplea un tipo de columna propio que no aparece en ninguna otra construcción. Se trata de una columna de fuste cilíndrico muy fino, con una base que presenta una gran moldura cóncava, y adornada por anillos en su parte superior. El capitel, dividido en dos cuerpos, presenta en el primero, en forma de cilindro, una decoración muy sencilla y sobre él un prisma con los ángulos de la base redondeados, decorado de ataurique.
En el extremo occidental está la alcazaba[2]; al Este se hallan los restos de varios palacios, una mezquita, baños y una zona industrial, con un troquel, tenerías y hornos. Al otro lado de un barranco, al Este del recinto, están el palacio y los jardines del Generalife.
La alcazaba, la parte más antigua, es una fortaleza con muralla doble y sólidas torres abovedadas, que contiene acuertelamientos, cisternas, baños, casas, almacenes y mazmorras. El acceso desde el norte se vigilaba desde la Puerta de Armas; el acceso desde el Sur, desde la Puerta de la Justicia[3], decorada con piedra tallada, ladrillo cortado, mármol y azulejo vidriado. La Puerta del Vino, enmarcada por enjutas de cerámica y lienzos de estuco, es un pórtico ceremonial que da a la calle principal de la residencia real.
Notas:
[1] Blair, Sheila y Bloom, Johathan M (1999). Arte y arquitectura del Islam (1250-1800).Manuales Arte Cátedra. Madrid.
[2] En árabe, al-qasaba, fortaleza.
[3] En árabe, sharia, justicia.
Bibliografía:
Barrucand, Marianne y Bednorz, Achim. Arquitectura islámica en Andalucía. Taschen. Köln, 2002.
Blair, Sheila y Bloom, Jonathan M. Arte y arquitectura del Islam (1250-1800).Manuales Arte Cátedra. Madrid, 1999.
Ettinghausen, Richard y Grabar, Oleg. Arte y arquitectura del Islam (650-1250).Manuales Arte Cátedra. Madrid, 1987.
Nieto Cumplido, Manuel. La mezquita-catedral de Córdoba. Escudo de Oro. Barcelona, 2005.
Palomero Páramo, Jesús: Historia del Arte. Ed. Algaida. Sevilla, 1996.
Fotos: Alejandro Mantecón-Guillén y Leronich
(*) Licenciado en Historia del Arte. Universidad de Santiago de Compostela