Air Europa tuvo la gentileza, ayer, de obsequiar a los pasajeros del vuelo UX 9057 Madrid-Tenerife Norte con un retraso de 40 minutos en la salida del aeropuerto Madrid-Barajas. No es un hecho excepcional y ello puede deberse a varias causas, pero es curioso que el piloto al mando, al comenzar el descenso, dijera que se debía a “la llegada tarde” del vuelo anterior, cuando 45 minutos antes de la salida programada el avión estaba en su aparcamiento junto al finger y los pasajeros ya habían desembarcado. Eufemismo que, como hemos comprobado en otras ocasiones, no siempre se ajusta a la realidad.
Sin embargo, otra sorpresa aguardaba a quienes habían facturado su equipaje. La mayor parte de las maletas se quedaron en Madrid, al parecer, por una avería en la cinta transportadora. No hubo tiempo para Groundforce para intentar resolver el problema, a pesar del retraso en la supuesta llegada tarde y salida retrasada de 40 minutos del avión Boeing B-737 matrícula EC-LPR. La noticia la supieron al llegar a Tenerife Norte, al ver que no salían y después de que les informara uno de los empleados de handling.
Y como no hay dos sin tres, anoche, en las oficinas de Groundforce en Tenerife Norte, el sistema informático se había caído y el personal de servicio, además de comerse el marrón provocado por la supuesta avería de la cinta transportadora –culpa de Aena, según una de las personas que atendían a los pasajeros– tuvo que rellenar a mano los formularios correspondientes.
El tiempo de los pasajeros importa poco a la dictadura de las compañías aéreas, llámese Iberia Express, Air Europa, Ryanair o la que se tercie. Los pasajeros, aunque tengan sus derechos, están casi siempre indefensos o desprotegidos. Aunque no es la norma habitual, en ocasiones la negligencia de unos pocos, incluso la falta de profesionalidad y la mentira, empañan el buen nombre y el trabajo bien hecho. Deberían recordar que decir la verdad, aunque no les favorezca, ahorra disgustos y gana credibilidad. La falta de información veraz es mala consejera y pedir disculpas, hecho el daño, sirve de poco.
Foto: Anna Zvereva