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Incidente del destructor “Almirante Valdés” en Palma

De esta guisa llegó por sus propios medios el destructor “Almirante Valdés” (D-23) al astillero de la Empresa Nacional Bazán en Cartagena, allá por la primavera de 1981, para efectuar reparaciones después de que golpeara contra el dique oeste del puerto de Palma de Mallorca. Se ha dicho que el incidente se debió a un fallo de transmisión en el telégrafo de órdenes a la máquina durante la maniobra.

El mamparo de colisión de proa cumplió con su cometido, aunque la proa quedó como vemos en la imagen, después de que comprimiera unos cinco metros… Seis cubas de hormigón de secado rápido sellaron la chapa arrugada para asegurar la estanqueidad, señala José Aranda, testigo presencial del suceso, que se encontraba en ese momento en el puente de mando.

Tras el percance, el destructor se dirigió primero a la Estación Naval de La Algameca –maniobra de llegada que corresponde a la segunda imagen–, para proceder a desembarcar toda la munición, procedimiento de obligado cumplimiento como paso previo a la puesta en seco del buque.

El destructor «Almirante Valdés», a su llegada a la Estación Naval de La Algameca
Detalle del estado en que quedó la proa
Vista general del destructor «Almirante Valdés» con la proa dañada

Fotos: cedidas

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1 Comentario

  1. David Chinarro Vadillo
    27 julio, 2023 at 9:16 am — Responder

    Gracias JUAN CARLOS DIAZ LORENZO por esa reseña histórica, porque había perdido el recorte de periódico de entonces. Yo era teniente de artillería y estaba en esa cubierta cuando el incidente. Llevábamos unos días de ejercicios de tiro dentro del curso de GEOAN que ese año se convocó para oficiales de tierra del arma de artillería y estábamos en la fase de fuego naval real.

    Era el regreso del cuarto día de tiro. Acercándonos al dique de amarre gritaron unos oficiales marinos que estaban la cubierta preparando la pasarela: «¡No la pegamos! «. Y vi como se agarraban a los pasamanos.

    Yo creí que era una broma que nos hacían a los de tierra y permanecí en pie y casi riendo. Pero al segundo sentí como un enorme frenazo de autobús que me lanzo hacia proa y me detuvo una mampara. No me pasó nada, pero debí haber interpretado bien aquellas caras de susto y advertencias de los oficiales.

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