El puerto de Ibiza recibirá este año algo más de 300.000 cruceristas, de los que un 80% son gestionados por Ibiza Mar Consignatarios (IMC), empresa fundada por José Torres Escandell (Ibiza, 1951), que es también la consignataria de Trasmediterránea. “Eso es algo que beneficia a la economía de la isla y la recaudación que tiene la APB a través de nuestro trabajo ha aumentado mucho”, afirma el conocido empresario en una entrevista publicada en periodicodeibiza.es. Aunque su fundador sigue pendiente del acontecer de su empresa y el devenir del puerto ibicenco, hace tiempo que la gestión cotidiana está en manos de sus hijos Joan y José Torres.
Al respecto, agrega que “con la implantación de la ecotasa, los ingresos por los cruceros son también muy importantes”. Y aunque “nuestra impresión es que todo lo que son impuestos y tasas no le gustan a nadie”, los empresarios confían en que “día a día vaya destinándose, lo que representa la recaudación de Ibiza, a las necesidades de la isla y las necesidades de este puerto”.
“Sabemos que la APB –agrega– está en fase de comenzar la nueva terminal, que esperamos nos permita atender mucho mejor a la gente, porque no tenemos ningún tipo de instalación y en el futuro que los cruceros vean atendidas todas las necesidades que cubren otros puertos, como por ejemplo el de Barcelona, que tiene varias terminales de cruceros impresionantes”.
A la pregunta del periodista Isaac Vaquer de si el puerto de Ibiza tiene espacio para crecer, José Torres manifiesta que “espacio siempre hay, lo único que se tiene que ordenar. Lo que no puede ser es que todos los barcos, sean de línea regular, que tiene preferencia, como el resto, se acumulen en el mismo sitio. Puede seguir creciendo porque tenemos por la mañana una aglomeración muy importante, aunque después, a partir de mediodía, quedan menos barcos en el puerto”.
Estableciendo una comparativa en materia de cruceros de turismo entre el puerto de Barcelona, «que es uno de los más importantes de España» y el de Ibiza , José Torres señala que el primero «tiene totalmente delimitada la zona de operaciones de carga, graneleros, petroleros… de la zona de cruceros. Se han ido delimitando y eso facilitada mucho el que no tengan mucha vinculación una zona con otra. Esto se puso de moda en Europa en los puertos importantes de Italia o Francia. Aquí, no lo tenemos tan separado, pero sí delimitado gracias a los esfuerzos de Autoridad Portuaria y Capitanía Marítima. Eso permite trabajar con seguridad. Los cruceros también aquí están separados para evitar todo tipo de riesgos y para dar todas las facilidades a los pasajeros para que encuentren autobuses, taxis y todas las necesidades».
José Torres, que lleva más de cuarenta años vinculado al puerto de Ibiza, recuerda que en las décadas de los años sesenta y setenta “venía un crucero cada 15 ó 20 días. Eran barcos como el Cabo San Sebastián o Cabo San Vicente. No se parecían en nada a los cruceros de hoy en día. Transportaban unas 500 ó 600 personas. En aquella época recuerdo que su llegada era algo mucho más especial para la ciudad y se les recibía siempre con ball pagés. Ahora hemos llegado a un punto en el que hay días en los que llegan tres o cuatro cruceros con capacidad cada uno de unas 1.500 a 2.500 personas, por lo que se reciben entre 7.000 y 10.000 personas. Para la economía de la isla es muy importante, porque es un modo de hacer turismo que no consume territorio”.
Un puerto insular como el de Ibiza, en el que José Torres ha vivido su evolución desde los motoveleros del cabotaje, los barcos convencionales de Trasmediterránea y los ferries que han hecho historia en el puerto ibicenco, “fue durante muchos años la base de suministro de toda la isla. En aquella época, el tráfico de pasajeros era, el 80%, a través del barco. A partir de que aparece el aeropuerto se fue repartiendo. Era peculiar ver trabajar en el puerto de Vila viejo, con los barcos que cargaban el material con eslingas barcos como el Jaime I, J.J. Sister, Ciudad de Algeciras… toda la gente que vivía en Vila estaba pendiente de la llegada de los barcos».
«También muchos se quejaban de que el humo de los barcos molestaba a toda la ciudad, porque soltaban mucho humo y le gente secaba la ropa en los balcones y la ropa se ahumaba. También era curioso que cuando salían los barcos de pasajeros, la gente se despedía lanzando rollos de papel higiénico desde la borda como su fueran serpentinas. Ahora todo esto ha cambiado totalmente”, concluye.
Foto: cedida