El Hotel Florida es uno de los escasos ejemplos de actividad hotelera en La Palma y tiene su origen de 1934, debido al carácter emprendedor de su propietario, Manuel Rodríguez Acosta, que adquirió la finca denominada Hacienda de la Playa o Hacienda del Pozo de Bajamar, en la costa del municipio de Breña Alta. La memoria de Rodríguez Acosta, empresario de reconocido prestigio y delegado del Gobierno en La Palma durante la Segunda República, pervive en el imaginario colectivo y tiene continuidad en la actividad comercial, ya centenaria, que han sabido mantener sus sucesores.
Tuvimos ocasión de visitar el inmueble durante el trabajo de campo de nuestro libro titulado Arquitectura rural en La Palma (1999), en coautoría con el arquitecto Juan Julio Fernández. La finca ocupa una superficie de algo más de setenta mil metros cuadrados, de los que 1.200 metros corresponden al área del hotel. Es un inmueble singular y tiene un anexo que corresponde a una de las escasas actuaciones en la isla del gran arquitecto Miguel Martín Fernández de la Torre. Hace unos años, la familia Rodríguez Acosta llegó a un acuerdo con su pariente Manuel Blahnik, el famoso diseñador de zapatos, para su renovación y disfrute.
Una de las fincas de la hacienda perteneció en el siglo XVII a la familia Hernández Abreu, que la cedió al convento de Santa Catalina como dote de una sobrina y la otra a Luis Bermúdez Manso y su viuda, quien, a su vez, la vendió a un clérigo cuñado suyo. Después de una serie de vicisitudes ambas propiedades volvieron a unirse en 1797 bajo el dominio de Tomasa de Sotomayor.
En el siglo XIX se produjo una nueva separación y Felipe de Paz Pérez, uno de los maestros de obras más destacados en construcción civil en la segunda mitad de aquella centuria, recibió el encargo de edificar la casona con reminiscencias de arquitectura colonial. El jardín, inspirado en la exquisitez de las corrientes románticas británicas de finales de siglo, fue cultivado por manos amorosas con una notable variedad de especies: araucarias (posiblemente, las más altas de Canarias), ceibas, viñátigos, laureles, cedros de ribera, pitangas, magnolias, moreras, mirtos, yambos, palmeras y cocoteros.[1]
El poeta Francisco Cosmelli y Sotomayor fue uno de sus inquilinos hasta su fallecimiento, momento en el que su viuda vendió la propiedad a un sobrino político y a comienzos de la década de los años treinta la adquirió Manuel Rodríguez Acosta en 300.000 pesetas y decidió su reconversión en hotel. Este es un tema que está pendiente de investigar en profundidad y confiamos en que así sea en fechas próximas.
Inaugurado el 12 de mayo de 1934, disponía de 24 habitaciones dobles, todas con agua caliente y fría y algunas con baño incorporado. La dirección del establecimiento fue encomendada a un matrimonio alemán, José e Isabel Bauer, dos expertos en la gestión hotelera, que ofrecían un servicio de alta calidad atendido en los primeros meses de actividad por dos camareros alemanes y también personal local.
El establecimiento funcionó con una actividad extraordinaria hasta julio de 1936, sobre todo debido a la masiva afluencia de turistas británicos, que celebraban fiestas y cumplían puntualmente con el rito de la hora del té. El hotel disponía de piscina y cancha de tenis y para facilitar el transporte de viajeros desde el muelle llegó a un acuerdo con los taxistas para un precio especial de 25 céntimos por trayecto. Los vehículos que prestaban dicho servicio estaban convenientemente identificados con un cartelito acreditativo en el parabrisas y tuvo también una jardinera con capacidad para 16 plazas, caso de la que ilustra la foto que nos envía Fernando Rodríguez Sánchez.



En 1938, agobiado por las pérdidas que ocasionaba el abandono de la carretera de Bajamar, destrozada por los frecuentes temporales y las presiones del nuevo régimen, el hotel Florida cerró sus puertas. La familia Rodríguez Acosta, fieles a la República, fue obligada a dejar su residencia en la calle Real y forzada a vivir en el hotel con la vigilancia permanente de militares y clérigos.
Cuando la situación se suavizó, en los años siguientes hubo algunos intentos para reflotar el establecimiento. Entre 1950 y 1954, un médico sueco especialista en reumatología, el doctor Nyblom, abrió una clínica para el tratamiento de este tipo de afecciones y cuando se inauguró el hotel «Mayantigo», en la capital palmera, su propietario quiso ofrecer las instalaciones de ocio del hotel «Florida» como un anexo, pero tampoco dio resultado.
En 1965 se produjo el último intento y en 1967 cerró sus puertas definitivamente. El edificio se ha mantenido en pie gracias al celo que han puesto sus propietarios en conservarlo. En su interior, Antonio Manuel Díaz Rodríguez, amigo de muy grata memoria, instaló en su día un pequeño museo etnográfico.
El prestigio del hotel Florida en La Palma era equiparable al de otros establecimientos de su rango existentes en Santa Cruz de Tenerife, caso de los hoteles «Battemberg» y «Quisisana» y el hotel «Santa Catalina» en Las Palmas de Gran Canaria. Grandes personajes, muchos turistas y un largo etcétera de figuras de la época se alojaron en sus habitaciones y disfrutaron de los magníficos encantos de su privilegiado emplazamiento.[2]
En la actualidad, la finca y con ella el inmueble del antiguo hotel «Florida» afronta un problema de índole legal de acuerdo con la vigente Ley de Costas. La edificación se encuentra situada dentro de la zona de servidumbre que tiene una anchura de cien metros. Dicha afección queda constatada tanto en el Plan General de Ordenación (PGO) de Breña Alta como en el Plan Insular de Ordenación del Territorio (PIOT). En ambos la finca aparece como suelo de protección agrícola y en los terrenos aledaños se permiten oficinas y tiendas. En la casona será imposible realizar ampliación alguna, al igual que en el resto de los terrenos.[3]
Notas
[1] Pérez García, Jaime. «La hacienda de la playa de Bajamar». El Día, 27 de febrero de 1983.
[2] Díaz Lorenzo, Juan Carlos y Fernández, Juan Julio (1999). Arquitectura rural en La Palma. pp. 73-75. Madrid. Gobierno de Canarias.
[3] La Opinión de Tenerife, 28 de febrero de 2011. Crónica de Noé Ramón.
Fotos: Francisco M. Jiménez Acosta y archivo de Fernando Rodríguez Sánchez / Historia de La Palma (facebook)