En los años en que compartimos amistad leal y vínculo consular, tuvimos en Romualdo Alvargonzález Figaredo (1951-2022) a un amigo y un colega sencillamente entrañable. Nos unía, además, el vínculo con el mundo de la mar y los barcos y ello nos permitió conocer la evolución de la tradición naviera de su familia asturiana, que mantiene desde hace más de medio siglo una posición destacada en el concierto de la Marina mercante.
Romualdo seguía la tradición familiar que había iniciado su padre, don Juan Alvargonzález González. Oficial del Cuerpo General de la Armada, dejó la milicia con el empleo de teniente de navío para incorporarse al grupo empresarial asturiano Ership que dirigía desde hacía años en unión de su hermano Gonzalo. En la medida en que el sector ofrecía certidumbre –término que él empleaba con frecuencia para referirse a los vaivenes del sector–, el grupo invirtió en nuevos horizontes con la visión y la discreción empresarial y personal que siempre les ha caracterizado.
Romualdo era un hombre de probadas virtudes: íntegro, leal, honesto, directo y sincero. Su figura alta y delgada contenía a una persona de una gran capacidad de trabajo, mente serena, equilibrio emocional, templanza innata y gran cultura. Conocía muy bien el sector naviero y el transporte marítimo, donde era muy respetado, como también en la Armada, donde “Ruma” había dejado una estela de honor, buen y bien hacer y mantenía estrechos contactos con sus compañeros de promoción y quienes habían sido sus jefes.
Romualdo sentía un amor incondicional por su familia numerosa y especialmente por su hija Pilar; por Asturias –la Fundación Alvargonzález es solo una muestra de su constante devoción, vocación y amor por su Patria chica–, por la Armada y por España. Y por Finlandia, país al que sirvió con manifiesta eficacia y dedicación durante los muchos años en que ejerció como cónsul honorario en el Principado de Asturias.
A finales de diciembre, cuando 2022 tocaba a su fin, Romualdo emprendió con gran e inesperada sorpresa el viaje eterno. Habíamos hablado por teléfono el día antes, comentando detalles del acto que se celebraría a comienzos de febrero en la Embajada de Finlandia en Madrid, en el que la embajadora Sari Rautio le entregaría el grado de Comandante del León de Finlandia. Se trata de la más preciada condecoración del país nórdico, con el que el presidente de la República, Sauli Niinistö, le agradecía los servicios prestados y le correspondería recoger a su querida y admirada hija Pilar Alvargonzález Boulet, en presencia de sus incondicionales amigos y colegas cónsules y de su hermana Carmen, todos henchidos de una contenida emoción y de un gran cariño hacia su persona y su grata memoria de días felices.
Honor a quien honor merece.
Foto: cedida