Las líneas regulares que tienen un día de navegación por el medio son especialmente atractivas para el pasaje, pues facilita la oportunidad de disfrutar del viaje en barco, sobre todo si el tiempo está bueno e invita al relax, a la lectura, al encuentro en la hora del aperitivo y la comida y, en general, al disfrute de la vida a bordo. Aunque ello supone una dinámica de trabajo más prolongado por parte de la tripulación, resulta agradable comprobar cuál es el grado de implicación que tiene el personal con su desempeño para que todo funcione adecuadamente.
A lo largo de nuestra vida y, sobre todo, en los últimos años hemos tenido la oportunidad de viajar en varias ocasiones en la línea Canarias-Cádiz, donde se produce el ambiente que comentamos. Como observadores de la línea Canarias-Funchal-Portimao hemos tenido la grata oportunidad, esta semana, de hacer el último viaje de la temporada de verano 2018 a bordo del buque “Volcán de Tijarafe”, de la flota de Naviera Armas y fletado por la Empresa de Navegaçao Madeirense (ENM), en el que pudimos comprobar la perfecta armonía y coordinación que existe entre los diferentes servicios a bordo, parte fundamental de cuanto comentamos.
La línea Funchal-Portimao ha sido un éxito de ocupación, especialmente en los dos últimos meses. El barco asignado goza del afecto y el aprecio del pueblo madeirense, pues ya tuvo ocasión de disfrutarlo en su anterior etapa y lo consideran como algo suyo. Pudimos comprobarlo en el momento de la despedida, en la tarde del pasado miércoles, en la que los tripulantes agitaron sus brazos e intercambiaron saludos con quienes desde tierra habían acudido para decirles un adiós que era una mezcla de sentimientos encontrados. Funchal, vista desde el mar, sigue siendo la ciudad marítima insular más bonita que hemos conocido y Madeira es una isla que tiene un gran encanto paisajístico, reforzado por la tradicional hospitalidad de su pueblo, que es algo consustancial con los pueblos de la Macaronesia.
Durante los casi cuatro días que hemos permanecido a bordo, y que han sido cuatro días deliciosos favorecidos por el buen tiempo y el ambiente agradable que se respira, pudimos comprobar el nivel profesional que ha alcanzado Naviera Armas. Tiene un personal de cámara entregado a su profesión, atento y cordial desde el momento del embarque y que se mantiene en todos y cada uno de los servicios, ya sea en los camarotes, el self-service, el comedor y el bar-cafetería. Es una constante verles rematando detalles pendientes del pasaje, siempre con una sonrisa en la boca y palabras de cortesía y atención. Son personas ágiles y dinámicas, en constante actividad e incluso alguno de los más jóvenes parece que tiene electricidad en el cuerpo. Aquí, el papel del sobrecargo adquiere una responsabilidad esencial y se aprecia claramente que, aun siendo un trabajo de equipo, existe una dirección competente que traza adecuadamente el rumbo a seguir.
Hemos puesto especial interés en observar detalles como el orden de los camarotes, la pulcritud de los uniformes o la presencia de productos canarios en la oferta del self-service y en el bar de popa, que es el punto de encuentro preferido del pasaje, así como el bar de la piscina, pues el buen tiempo, como decimos, ha favorecido el disfrute al aire libre durante la travesía entre Funchal y Portimao y viceversa. Resulta especialmente gratificante el paso próximo a las costas de la isla de Porto Santo y la anécdota de que a la vuelta se produjo un afectuoso encuentro e intercambio de pitadas con el buque “Lobo Marinho”, que es el ferry que atiende la línea Funchal-Villa Baleira.
Durante las comidas y finalizado el servicio del self-service en el que domina la presencia de productos canarios, y en el que se ofrece una variedad de platos abundantes donde se puede elegir lo que se desee, al pasajero madeirense le agrada entretenerse en animadas conversaciones sentados en los dos niveles del comedor y en el bar de popa, lo cual, como nos decía nuestro amigo Eugenio Camacho –uno de los entusiastas defensores de la línea Madeira-Portimao, que hizo el primer viaje y repitió en el último– le hacía evocar la época de los viajes trasatlánticos.
El ferry “Volcán de Tijarafe” ha sido puntual en todas y cada una de sus entradas y salidas. El capitán Marcos Badía hizo sonar la sirena en pitadas largas a modo de emotiva despedida. Las escalas no dan para mucho, pero el personal de maestranza y subalterno se ocupa de retocar, pulir y pintar brocha o rodillo en mano para que el blanco sea un color reluciente; y el personal de cámara aprovecha para limpiar sobre lo que ya está limpio con el escobillón y la fregona en mano, así como ordenar, reponer y revisar neveras, expositores, papeleras… Los oficiales de puente y máquinas atienden sus obligaciones y entre todos consiguen que el barco funcione como una máquina perfectamente engranada y engrasada que cumple con su cometido.
Somos conscientes de que resulta complicado mantener un barco en perfecto estado cuando las escalas son muy cortas y se mueve mucho pasaje, como ha sido el caso, con un promedio de unos quinientos pasajeros en cada viaje, que han copado todos los camarotes y las salas de butacas disponibles. A bordo, como es obvio, la tripulación tiene sus descansos y en sus ratos libres, como en la escala en Funchal, algunos aprovecharon para darse un salto a tierra para comprar unos encargos de otros compañeros y familiares. O, como nos decía uno de los camareros, una recomendación explícita para tomar una cerveza local y comer una de las mejores hamburguesas que hay por estos lares, de lo cual tomamos nota.
Fotos: Sergio Ferreira y Juan Carlos Díaz Lorenzo