Coincidiendo con la varada anual del catamarán “Volcán de Tirajana” de Naviera Armas, y su sustitución de la ruta Los Cristianos-Valverde por el catamarán “Villa de Agaete”, me comentaron que estaba capitaneado por una mujer. Tal circunstancia me llamó la atención y me despertó la curiosidad. Me resulta más que gratificante ver en la práctica, no en las propuestas o proyectos de ley, que la igualdad entre mujeres y hombres es efectiva, posiblemente esta aspiración me venga de convivir en mi casa donde ellas son mayoría o en mi ámbito profesional, donde también lo son.
Tengo que reconocer que me satisface más la excepción que la regla en el sentido amplio de la vida, por lo que ver una mujer subida a un taxi o una guagua es un regalo a la vista de la igualdad, o pilotando un avión, conduciendo un tranvía, un camión un tren, o en el caso que nos ocupa un barco. Hablo de transporte colectivo, pero también ahí están las mujeres guerreras en cualquier tipo de actividad laboral, trabajando por cuenta propia o ajena, en trabajos siempre de responsabilidad.
Volviendo a esta capitán del “Villa de Agaete”, el colofón de mi interés en conocerla personalmente fue en ascenso cuando me comentaron que también estuvo de segunda oficial, coincidiendo con el capitán de Trasmediterránea, Nazario Martínez, en el antiguo buque, también con el nombre “Villa de Agaete”. El “capitán Nazario” como se le conocía popularmente en El Hierro, fue todo un referente de las precarias comunicaciones marítimas de El Hierro, muy sensibilizado con todo lo que se significara el aislamiento de un territorio como El Hierro.
En aquellos temporales de la década de los noventa y primero años del dos mil se solía decir que si venía el capitán Nazario el barco entraba, y si no era en un primer intento, tenía la paciencia y la serenidad suficiente para buscar el momento de calma para enfilar la proa al pequeño muelle de La Estaca. Algo parecido a lo que ocurría con el comandante Manolo Ramos en la conectividad aérea, al que se le requería en los momentos más complicados de la operatividad aérea por mal tiempo en el aeropuerto de Los Cangrejos.
Pues mi curiosidad se vio satisfecha justo el día en que terminaban su servicio con El Hierro y se despedían. Allí estaba esta capitán, Fermina Suárez Ruiz, a la que a partir de ahora y con su permiso llamaré Romi, ya que su padre quiso bautizarla con el nombre de Romina, cuando a los 16 años decidió que quería ser marino profesional. Natural de Santa Cruz de Tenerife y con claros antecedentes familiares vinculados con la mar, además de su padre, un tío y un primo navegaban cuando ella era una niña, Fermina, a la que desde siempre han llamado Romi, ya que su padre quiso bautizarla con el nombre de Romina, a los 16 años decidió que quería ser marino profesional.
Del corazón del barrio chicharrero del Toscal, concretamente de la calle de La Rosa, ingresó en 1996 en la Escuela de Náutica de Santa Cruz y cursar en esas instalaciones cinco años de estudios, Romi, con el ansia de todos los aspirantes a marinos realizó sus prácticas embarcada primero en un transporte de productos químicos para después completar su primer año de navegación en barcos de Trasmediterránea. Ya con su título de Oficial de la Marina Mercante bajo el brazo, en 2002, distintas rutas y buques de Trasmediterránea fueron curtiendo a Romi en una profesión en la que, la presencia de las mujeres aún sigue siendo muy escasa. Obtenida la certificación de capitán en 2017, el primer buque a su mando fue el ferry “Fortuny” (el actual “Ciudad Autónoma Melilla”), en la línea entre Cádiz y Canarias; un trabajo que después llevó a esta mujer de 45 años a la ruta del mar de Alborán.
En 1979 se abrió en nuestro país la posibilidad de que las mujeres pudieran estudiar Náutica y según las estadísticas de los titulados solo un 2% son mujeres. Romi argumenta que la situación es muy compleja y explica que cuando estudiaba tenía muchas compañeras que se han ido quedando por el camino. Dejando a un lado la cuestión obvia de que durante siglos ésta ha sido una profesión de hombres y la sigue siendo, el que una mujer vaya subiendo en el escalafón y termine al mando de un barco es algo muy complicado. Conciliar una vida familiar y sobre todo la maternidad con estar embarcada es muy difícil. En cualquier caso, hay bastantes tituladas en Náutica que trabajan en tierra en asuntos relacionados con esta profesión. En mi caso, yo aposté al 100% por la mar sabiendo que tendría que renunciar a muchas cosas, y curiosamente, mi madre, esposa de un marino, fue en su momento y es ahora la que más le apoya.
Pero es que la empatía que demuestra Romi la contagia entre toda su tripulación, lo pude comprobar personalmente, al igual que cierta tristeza de ser el último día de navegación en la línea. Me explicaba que durante las tres semanas que han estado se han enamorado de El Hierro y de los herreños. Acostumbrados a rutas masivas y más impersonales, se han quedado maravillados de la familiaridad con la que han sido tratados y que agradecen de manera significativa.
Bueno, esta sería una pequeña historia de una gran enciclopedia del conocimiento del mar de una profesional que quiso ser marina y que con vocación, sacrificio, convicción ha llegado a ser capitán de la Marina Mercante, o en todo caso, la capitán del buque rápido “Villa de Agaete”.
Gracias a Romi y a toda su tripulación. Toda una satisfacción haber compartido algún que otro viaje y un rato de conversación. Hasta la próxima.
Foto: cedida