Ángel Delgado Martín, uno de los protagonistas destacados de la reforma portuaria iniciada en la década de los ochenta, falleció el pasado viernes a la edad de 76 años en la capital tinerfeña. Le conocimos en momentos complicados cuando estaba al frente de la OTP, y volvimos a coincidir años después cuando desempeñó el cargo de gobernador civil de la provincia de Santa Cruz de Tenerife. Le vimos por última vez hace unos meses viajando ambos en el tranvía, donde se produjo una entrañable conversación que siempre guardaremos con especial afecto.
Ángel Delgado Martín nació en noviembre de 1940 en Los Realejos. Licenciado en Derecho por la Universidad de La Laguna y graduado social, era funcionario de carrera y, además de la dirección general de la Organización de Trabajos Portuarios (OTP), cargo al que accedió en enero de 1983, simultaneó con la secretaría de la Comisión Interministerial para el Desarrollo y la Reforma Portuaria. Antes había sido delegado de Trabajo en Santa Cruz de Tenerife y en Gerona, así como inspector general de Servicios del INEM.
Hombre de carácter y decidido, como negociador era hábil y en ocasiones duro y no le temblaba el pulso en la toma de decisiones. Le tratamos con mayor asiduidad en su etapa como gobernador civil de Santa Cruz de Tenerife, cargo al que accedió tras su nombramiento en abril de 1991 y en el que permaneció hasta 1996. Participó de manera activa en la fase previa de la ley de Puertos del Estado y Marina Mercante de 1992 y siempre siguió muy de cerca los temas laborales y, especialmente, aquellos relacionados con el ámbito portuario en los que estaba reconocido como un experto de nivel.
Escribe Salvador García Llanos en su atalaya literaria y periodística garciaenblog.com.es, que «Ángel fue un socialista metódico. La seriedad fue la característica de sus cometidos, aunque no faltaron dosis de humor y socarronería cuando terminada la jornada o la reunión, compartía con compañeros y amigos ese rato de asueto y convivencia que tanto echan de menos los políticos actuales. Delgado fue un tecnócrata que dejó una buena estela tras su paso por los departamentos en Madrid, como pudimos comprobar personalmente. Sabedor de que los gobernadores de su tiempo debían ocuparse fundamentalmente de la seguridad, quiso en todo momento hacer una labor eficaz, sin que se notara. Austero y equilibrado a la hora de facilitar informaciones, respetó al máximo la relación con directores de medios y periodistas. Después de su paso por el Gobierno Civil -entonces aún no era Subdelegación del Gobierno- pudo seguir carrera política, pero prefirió ejercer de nuevo la profesión de jurista. Huyó de honores y prebendas. Fue consecuente con su personalidad».
Foto: Diario de Avisos