Conocimos a Mercedes de Guezala Martel en la época en la que trabajaba de secretaria de dirección de la inspección de Flota de CEPSA en Santa Cruz de Tenerife, cuando la desempeñaba el capitán Francisco Alonso Marrero, de grata memoria, a quien relevó el jefe de máquinas Domingo Martín Ramos. Muy cerca de Mercedes estaba Juan Pisaca Fariña, otra figura extraordinaria, conversador ameno y entrañable. Este mediodía Mercedes ha emprendido la singladura eterna.
Mercedes abandera a toda una generación de mujeres que saben mucho de esfuerzo, trabajo, dedicación y sacrificio en los años difíciles de la posguerra. Hija del destacado pintor tinerfeño Pedro de Guezala (1896-1960), considerado uno de los mejores representantes canarios de la pintura academicista y costumbrista, Mercedes estudió en el colegio de las Dominicas y en la Escuela de Comercio de Santa Cruz de Tenerife.
A continuación surgió la oportunidad de trabajar en CEPSA y entre la refinería y la inspección de flota transcurrió toda su vida profesional. Fueron años intensos, medidos entre el trabajo y la familia y después de un largo paréntesis, volvimos a reencontrarnos hace pocos años y en varias ocasiones mantuvimos agradables conversaciones sobre aquella época que tanto ha significado para nuestra tierra.
Mercedes personificaba la amabilidad y el respeto consistente. Educada, muy elegante y siempre cordial en el trato, disfrutó de su jubilación rodeada del afecto de su hija Mercedes, fruto de su matrimonio con Domingo Mora y de sus buenas amistades, acrisoladas en el transcurso del tiempo y que siempre le demostraron su afecto y su lealtad. Tanto es así, que acudieron a su llamada hace apenas unas horas para despedirse ante la inminencia de su partida. Amor con amor se paga.
Descanse en paz.
Foto: Familia García Expósito