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En memoria de Candelaria “Lala” Rodríguez Rivero

La memoria fértil desgrana el rosario de los recuerdos de los años de amistad entrañable vividos en la cercanía, el calor emocional y la elegancia en las formas de toda una gran señora, Candelaria “Lala” Rodríguez Rivero, viuda de Alberto Herrera Hernández, que ha emprendido la singladura eterna con la discreción con la que ella siempre hacía todas sus cosas.

De los años de amistad compartida –que fueron muchos, a decir verdad–, se suceden los recuerdos de momentos gratos en su mayoría relacionados con hitos importantes en la historia contemporánea de Naviera Pinillos, Consignataria Insular y su sucesora Consignataria Herrera y también de otros amargos y difíciles, como sucede siempre en la vida, sobre los que nos enseñaría el consejo sabio y prudente, la palabra justa y comedida, la sonrisa sincera y complaciente y unas manos siempre amigas.

Porque, precisamente, Lala derramaba generosidad a raudales y en su buen y bien hacer tenía siempre un gesto cargado de humanidad y vitalidad que emanaba de su condición eminentemente cristiana, acrisolada en sus profundas convicciones y en una acusada personalidad en la que convergía su marcada honestidad y discreción, su aval del orden y el respeto, su defensa permanente de la familia y su profunda experiencia vital.

Descansa en paz, querida Lala. Desde el día de tu feliz arribada a la Casa del Padre, vivirás en la memoria del afecto más íntimo henchido de gratitud y en el recuerdo diáfano de tantos momentos que nos emocionan en esta hora amarga y triste de tu despedida terrenal, aunque nos acompañará siempre la dicha y la suerte de haberte conocido y el merecimiento pleno de las personas que nos han dejado huella imperecera. 

Foto: cedida

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