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El uso de la paloma mensajera en la Armada española

La importancia de las comunicaciones, es algo que siempre fue una necesidad, pero quizás fuera algo que adquiriese mayor importancia si nos ceñimos al ámbito militar, donde podía ser transcendental el uso de una comunicación segura y fluida entre un Estado Mayor y sus frentes de batalla.

Pero si encima ese escenario lo trasladamos al ámbito naval, se acentúa sin duda, porque el enlace buque/tierra era primordial, y evidentemente las inmensas posibilidades que hoy ofrecen las comunicaciones por satélite, no son de toda la vida… de modo que si nos remontamos a finales del siglo XIX, aquellos que nos precedieron se ingeniaron un sistema que terminaría siendo importante: nos estamos refiriendo al uso de “palomas mensajeras”, cuyas interesantes prestaciones, en uso por parte de varios países extranjeros en aquellos años, no pasarían desapercibidas para la Armada Española que no quería quedarse al margen de explotarlas.

El principal impulsor de este sistema de comunicaciones dentro del ámbito de la Armada española sería el contador de navío Antonio García de Tudela, gran aficionado a la colombófila, que logró convencer de las ventajosas prestaciones que podrían proporcionar estos animales a los almirantes de entonces y terminaría llevando su afición personal al ámbito profesional logrando que se establecieran los “palomares navales”, naciendo así lo que se dio en llamar la “telegrafía alada”, un servicio muy novedoso en los años de finales del XIX

Por lo que a Cartagena respecta, podemos decir que el palomar “oficial” consistía en una (relativamente) amplia estancia que se construyó sobre el tejado de la sala de gálibos del Arsenal, lo que hoy es el edificio que alberga la Jefatura de la Flotilla de Submarinos y justo en el mismo lugar que hoy ocupa el despacho del jefe de flotilla, entre las siglas E S formadas por azulejos que decoran el frontal los cuales datan de 1915 cuando se estableció allí la sede de la Estación de Submarinos, de ahí la E S.

En Cartagena, las “prácticas” se hacían desde diversos buques con base en el Arsenal, mandándose “mensajes” de prueba desde la mar de estas unidades a tierra y viceversa, mensajes que debían ser escuetos y que iban dentro de un pequeño cilindro metálico el cual se sujetaba a una de las patas de la paloma. El resultado de las pruebas resultaría realmente satisfactorio, lo que aconsejó finalmente y tras los oportunos informes “militarizar” el sistema. Corrían los últimos años del XIX.

A pesar de la efectividad del mismo, su vida activa no fue tan longeva como en principio se había previsto, debido a que pocos años después de ser implantado semejante servicio, la revolución industrial trajo la aparición de la electricidad y pronto llegaría lo que se conoció como TSH, siglas que respondían a la expresión Telegrafía sin Hilos, cuyas excelentes prestaciones mejoraron tremendamente las comunicaciones, y en consecuencia se terminó por abolir el uso en el ámbito de la Armada española de las palomas mensajeras, aunque hubo otros países, como Gran Bretaña, que las siguieron utilizando incluso hasta en la Segunda Guerra Mundial, pues aunque las comunicaciones por radio ya estaban perfectamente implantadas, pero también empezaban a estarlo los sistemas de escucha, y siempre se corría el riesgo de que un menaje fuese interceptado por el enemigo, considerándose que las palomas, aún así, seguirían siendo un excelente medio de transmisión de mensajes.

Así, a pesar de que la colombofilia en la Armada tuvo una vida efímera, nuestros archivos navales guardan algún que otro documento que dan fe de algunos importantes servicios. Sin embargo, no ocurrió igual en el Ejército de Tierra, que las siguió utilizando hasta fecha muy reciente, concretamente el año 2008 en que se clausuró el último palomar militar, que estaba ubicado en Madrid, concretamente en el Regimiento de Transmisiones de El Pardo.

Detalle del palomar del Arsenal de Cartagena

Fotos: archivo de Diego Quevedo Carmona

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