El buque frutero “Santa Úrsula”, uno de los mejores barcos de la Compañía Canaria de Cabotaje – sociedad vinculada al empresario tinerfeño Álvaro Rodríguez, el naviero más importante de Canarias en la primera mitad del siglo XX–, se hundió el 31 de enero de 1932 en aguas de Tazacorte, después de que hubiera sido prácticamente destruido por un voraz incendio declarado al atardecer del día 27, cuando buscaba el abrigo de la costa de Fuencaliente de La Palma.
El barco había cargado, como era costumbre, una espectacular cubertada de fruta hasta las marcas en los puertos de Tazacorte y Santa Cruz de La Palma, ya que según el manifiesto, en bodega y sobre cubierta llevaba 1.703 huacales de plátanos y 60 sacos de almendras y se dirigía al puerto de Santa Cruz de Tenerife, donde procedería al trasbordo de la mercancía al buque «Ciudad de Sevilla», para su posterior transporte a Barcelona.
Dos horas después de la salida del puerto de la capital palmera, la tripulación de la motonave “Santa Úrsula” se percató de que salía humo por el ventilador de la bodega de proa. Para intentar abrir la tapa de la escotilla arrojaron al agua unos 300 huacales de fruta, pero el empeño resultó imposible ante la intensidad que había tomado el incendio. “El fuego –dice el periódico La Prensa– adquirió desde el principio gran incremento, resultando inútiles cuantos esfuerzos realizaron los tripulantes para sofocarlo”.
Entonces, el patrón del buque «Santa Úrsula», Faustino Díaz, ordenó poner rumbo a la costa y cuando estaba al resguardo de Fuencaliente, ordenó el abandono del buque por temor a una explosión, arriando al agua los botes salvavidas. Poco después apareció en el lugar de los hechos el vapor “Colón” uno de los barcos de cabotaje de Fyffes, que también navegaba en viaje de La Palma a Tenerife y cuya tripulación había advertido la densa humareda del buque siniestrado. Primero intentó darle un remolque, pero desistió ante la magnitud del incendio y optó por recoger a los tripulantes del buque “Santa Úrsula”, regresando de nuevo a Santa Cruz de La Palma, donde los desembarcó y se informó del suceso a la Ayudantía Militar de Marina.
Al día siguiente, cuando el vapor “Colón” arribó al puerto de Santa Cruz de Tenerife, el patrón dio cuenta del hecho a la autoridad de Marina, manifestando a la prensa local que “el incendio revestía gran importancia, abarcando a casi todo el buque”. Ese mismo día, Álvaro Rodríguez López ordenó la salida del vapor “San Cristóbal”, con el encargo de que remolcara al buque siniestrado hasta el puerto tinerfeño.
Sin embargo, para entonces se había adelantado el pailebote “San Miguel”, que consiguió darle remolque hasta Tazacorte, donde dio fondo, cerca de la desembocadura del barranco de Tenisca, con las huellas visibles de la destrucción del fuego “de extraordinarias proporciones”. El agua comenzó a inundar la sala de máquinas, “creyéndose que no tardará muchas horas en hundirse”, lo que en efecto se produjo el 31 de enero. Mientras tanto, su compañero de contraseña “San Cristóbal” recogió a la tripulación del Santa Úrsula en el puerto palmero y regresó con ella a la capital de la provincia.
La crónica del periódico Diario de Avisos dice que el ayudante militar de Marina de La Palma, señor Garrote, se trasladó al puerto de Tazacorte, con el personal a sus órdenes para determinar las causas y emitir el informe correspondiente. El buque estaba asegurado y circularon versiones contradictorias sobre si también lo estaba el cargamento de fruta que transportaba.
Pasaron los años. En marzo de 1943, Álvaro Rodríguez López solicitó autorización para poner a flote algunas piezas o pertrechos aprovechables del barco siniestrado y en septiembre de 1945 declaró que no le interesaba la extracción de los restos del buque. Durante años, el pecio del buque “Santa Úrsula” atrajo el interés de los submarinistas palmeros y sus restos desaparecieron sepultados por las obras de ampliación del puerto de Tazacorte.
Gemelo del “Sancho II”, el buque “Santa Úrsula” había sido construido en los astilleros Vaxholmavarvet, en Estocolmo (Suecia) y el 29 de marzo de 1921 se entregó a Álvaro Rodríguez López, haciendo el viaje de entrega hasta el puerto de Santa Cruz de Tenerife bajo el mando del capitán Imeldo Rodríguez López, hermano del naviero, que también había sido el primer capitán del buque “Sancho II”. Disponía de una cámara para 14 pasajeros y estaba autorizado para llevar otros treinta en cubierta.
Obtuvo el abanderamiento provisional en el registro naval español el 19 de diciembre de 1922, que se hizo definitivo el 28 de febrero de 1925, después de haber cumplido con todos los trámites legales. Mediante escritura otorgada el 31 de diciembre de 1929 ante el notario de la capital tinerfeña, Pío Casais Canosa, este buque fue aportado a la Compañía Canaria de Cabotaje.
En cuanto a sus características técnicas, era un buque de 361 toneladas brutas, 173 toneladas netas y 570 toneladas de peso muerto, eran sus principales dimensiones 41,75 m de eslora total, 7,25 m de manga, 3,53 m de puntal y 2,30 m de calado máximo. Estaba propulsado por un motor diésel Bolinder, de 300 caballos de potencia sobre un eje, que le daba 9 nudos de velocidad.
Bibliografía:
Díaz Lorenzo, Juan Carlos (2017). Álvaro Rodríguez López (1885-1958). Simbiosis entre La Gomera y Fred. Olsen. Santa Cruz de Tenerife.
Foto: Revista «Hespérides» (1927), vía Antonio Barbero García