El sacerdote teatino y arquitecto Guarino Guarini (Módena, 1624 – Milán, 1683) destacó por sus proyectos complejos e imaginativos. Su célebre Tratado de Arquitectura Civil se articula en cinco tratados, subdivididos a su vez en capítulos y éstos en observaciones: partición analítica que presupone una lúcida exposición de la materia, desarrollada con el rigor de una demostración matemática, sin divagaciones o disgresiones prolijas.
El discurso de Guarino Guarini conecta por un lado a Vitruvio, a los antiguos y a los grandes tratadistas; y por otro a las ciencias matemáticas y a los presupuestos racionalistas del pensamiento filosófico, que, en concomitancia con la investigación del dato experimental, infunden una carga innovadora.
“La belleza de los edificios consiste en una adecuación proporcionada de las partes, para obtener las cuales los Antiguos, con Vitruvio, dieron ciertas y determinadas reglas, de las que algunas son ‘asertorios’ tan tenaces que nec latum unguem se apartaría uno de ellas, pero yo, juzgando directamente y por lo que ocurre en todas las demás profesiones, estimo que se puede corregir alguna regla antigua y añadir alguna otra; y lo demuestra primordialmente la propia experiencia, porque las Antigüedades Romanas no están del todo de acuerdo con las reglas de Vitruvio, ni con las proporciones de Baroccio o de los demás modernos, que siguen en toda su simetría los documentos antiguos; pero como puede verse en nuestros tiempos se han retomado muchas proporciones nuevas y muchas maneras nuevas de construir que no usaron los Antiguos (…), pues sin cambian los usos de los hombres, consecuentemente, es menester decir que la Arquitectura, ordenada para su utilidad, se debe cambiar para acomodarse a la vivienda que surja de acuerdo con las nuevas costumbres… no hay que sorprenderse de que un arte se cambie en alguna parte”.[1]
Como vemos, Guarini profundiza la perspectiva histórica alejando en una ascendencia remota a Vitruvio y los antiguos, colocando más adelante en el tiempo a Vignola y “los otros modernos” de la tratadística del siglo XVI y, finalmente, “nuestros tiempos”, es decir, estratos cronológicos que el redescubrimiento del mundo medieval dejará aún más marcadas y susceptibles de superación.
Esta posición dialéctica se concreta cuando Guarino Guarini dice que “la arquitectura puede corregir las normas antiguas e inventar unas nuevas”. La praxis constructiva participa de la evolución general de las costumbres: “variando las costumbres de los hombres, es menester decir, consecuentemente, que la arquitectura ordenada para su utilidad debe cambiarse”. Consideraciones semejantes sirven también para las proporciones y la simetría, inflexiones esenciales de los períodos clásicos, de los cuales se puede alejar teniendo en cuenta la ilusión óptica.
Guarini contradice a Palladio, y con él a Vignola, cuando se refiere a Vitruvio y a Serlio acerca de una puntualización naturalista en las cornisas corintias; contra Palladio, además, asume la defensa de los frontones partidos a los que evidentemente, como motivo semántico del propio lenguaje, no puede renunciar ni siquiera en la teoría.
En su Tratado, Guarini no plantea el problema de la ciudad lineal, como habían hecho los teóricos del Renacimiento, ni mucho menos el de la relación entre edificios de diversa naturaleza o época, ni de la forma de insertar un edificio en un contexto anterior, sino es como adaptación o recuperación de partes ya existentes, lo que Serlio denominaba “restaurar casas viejas”.
Guarini no ignora la realidad urbanística, “sino que –entiende Nino Carboneri– toma primordialmente el lado exterior, la ‘pompa’; no toma en consideración la plasmación de mallas urbanas intrínsecamente válidas ni las vibraciones de una retícula viaria. Ve el ambiente urbano en negativo, como elemento neutro, en el que no pretende integrarse, pero que, no obstante, le es necesario para alcanzar completamente el ideal arquitectónico que busca. (…) El perfil de sus edificios es inconcebible fuera de un contexto operativo de casas y plazas, también porque la ordinaria multiplicidad de los salientes exige una visión de cerca”.[2]
En el último tercio del siglo XVIII, Francesco Milizia no escatima esfuerzos en sus críticas a Guarino Guarini, entre otros autores por él censurados, del que escribe:
“Guarini… cayó en todos los abusos y en los defectos más absurdos. Ventanas de media luna, y de formas extravagantes, columnas retorcidas, pilastras acanaladas y lisas, y todo género de desvaríos. A quien le guste la Arquitectura de Guarini, que le aproveche…”.[3]
Notas:
[1] Guarini, Guarino. «Del Tratado de Arquitectura civil». En Historia de la Arquitectura. Antología crítica. Ed. Hermann Blume. Madrid, 1985.
[2] Carboneri, Nino. «Guarino Guarini y su tratado». En Historia… op. cit.
[3] Milizia, Francesco. «Críticas a Pietro da Cortona, a Carlo Rainaldi y a Guarino Guarini (1778-87)». En Historia… op. cit.