Arte, Arquitectura y Patrimonio

El templo inacabado y el teatro griego de Segesta

En una colina en las afueras de la antigua ciudad de Segesta, la del monte Berbaro, se encuentra el templo inacabado de su mismo nombre, convertido en uno de los exponentes más atractivos de la arquitectura dórica en la Magna Grecia. Desde su entorno se contempla una panorámica muy hermosa del valle próximo. El edificio se ha convertido en uno de los yacimientos mejor conservados de cuantos existen en la isla de Sicilia.

Los historiadores del Arte han discutido mucho acerca de las razones por las cuales este soberbio edificio está inacabado. Lo cierto es que su aislamiento ha favorecido su conservación, pues donde se encuentra ubicado hace difícil destruirlo para aprovechar sus materiales y como nunca fue acabado, tampoco fue profanado. Sus columnas de orden dórico permanecen en bruto, sin estrías como ordena la tradición.

Se trata de un templo hexástilo períptero de 6 x 14 columnas y unas medidas de 23,12 x 58,03 metros, rematado por un arquitrabe liso y un friso con metopas y triglifos. Su construcción está datada entre 420 y 410 a. C. Llama la atención el hecho de que la estructura está intacta y los tabuladores utilizados para el levantamiento de los bloques devastados de piedra son visibles en la base y no se aprecia traza alguna de una nave o un techo.

Sin embargo, como señala T. Spawforth, “el edificio interior y sus proporciones sugieren que estaba previsto añadir unas cajas de escaleras. El arquitecto estaba familiarizado con el énfasis matemático característico de Atenas a finales del siglo V, como se refleja en la proporción 9:4 de la anchura de la fachada con respecto a la altura de las columnas” [1]. Se desconoce la divinidad a la que hubiese sido dedicado.

Se han localizado, además, los restos de otro templo dórico, algo más antiguo que el famoso yacimiento. Está situado en la ladera sur de la acrópolis, del que quedan fragmentos de capiteles y otras partes elaboradas en piedra caliza, aunque no se conoce con exactitud cuál era su emplazamiento. El historiador alemán Dieter Mertens lo ha datado entre 460 y 450 a.C.

No sólo es el templo inacabado lo sugestivo de las ruinas de Segesta, la ciudad en la que habitó el pueblo elymói, cuyo origen se remonta en la noche de los tiempos. Lo que hoy podemos observar es una pálida sombra de lo que es previsible que fuera su pasado. También se conserva en buen estado el teatro, que data del siglo III a. C. Situado más arriba del famoso templo, mide 63 m de diámetro con siete cunes hechos con travertino de Alcamo. El resto está hecho en piedra caliza y aprovecha la pendiente del valle del monte Berbaro como muro de contención.

La división horizontal permitía el desplazamiento de los espectadores de una sección a otra del teatro. La zona más próxima a la orquestra tiene veinte filas de asientos, pero la zona superior está semiderruida. Desde su graderío, con capacidad para unas tres mil personas, en verano se utiliza para representaciones de obras dramáticas clásicas.

Ambos monumentos atestiguan con una exquisita melancolía el pasado de una ciudad que fue primero griega y después romana. Es posible que fuera arrasada por los vándalos, aunque la vida siguió hasta la Edad Media, como lo prueban los restos de una iglesia y de un castillo normando localizados en las proximidades del teatro.

Es un edificio soberbio del siglo V a.C. y muy bien conservado
Es un edificio soberbio del siglo V a.C. y muy bien conservado
El interior del templo está completamente vacío
El interior del templo está completamente vacío
Las columnas carecen de las estrías que caracterizan el orden dórico
Las columnas carecen de las estrías que caracterizan el orden dórico
Detalle del arquitrabe liso y friso con metopas y triglifos
Detalle del arquitrabe liso y friso con metopas y triglifos
Vista parcial del teatro griego de Segesta
Vista parcial del teatro griego de Segesta
Graderío de la zona central y derecha del teatro
Graderío de la zona central y derecha del teatro

Nota:

[1] Spawforth, Tony (2007). Los templos griegos. p. 132. Ediciones Akal. Madrid

Fotos: Fernado González Dörner

(*) Licenciado en Historia del Arte. Universidad de Santiago de Compostela

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