A lo largo de todo el siglo XV, la artillería de los ejércitos experimentó un gran auge y desarrollo debido a múltiples conflictos bélicos. y su eficacia en los campos de batalla europeos propició una revolución tecnológica y la consiguiente carrera armamentística de las potencias continentales. Esta evolución de la artillería terrestre pronto se extendería a la que portaban los buques de los países que disponían de flotas de guerra, los cuales, gracias a ellas, podían extender el conflicto más allá de las propias fronteras naturales.
En consecuencia, pronto iba a quedar patente un hecho bien evidente: que aquellas naciones que no tuvieran la logística precisa para poder abastecer de miles de cañones a sus navíos de guerra, quedarían relegadas sin remisión a dejar sus buques de carga fuera de las rutas comerciales marítimas, perdiendo el dominio de los mares y dejando ese escenario bélico en manos de aquellos países que sí hubieran apostado por armar debidamente a sus flotas de guerra.
Evidentemente, España no era ajena a ese reto, por lo que en el primer cuarto del siglo XVII, y tras un minucioso estudio de su futuro lugar de ubicación, finalmente se decidió establecer en Cantabria lo que llegarían a ser unas importantes instalaciones febriles y mineras, cuyos altos hornos serían construidos en un par de localidades muy próximas entre sí, Liérganes y La Cavada, en los municipios de Liérganes y Riotuerto, resultando en su conjunto, un ambicioso complejo de fábricas de artillería para poder atender la gran demanda de cañones, tanto para los buques de la Real Armada, como para el Ejército, que precisaba artillar no solo a los batallones sino a la gran cantidad de fortificaciones que poseía el imperio español por todos los rincones del mundo, naciendo la que sería conocida como “Real Fábrica de Artillería de La Cavada”.
Además de esos “clientes preferentes”, se contemplaba también la venta de cañones a armadores de buques mercantes y a la exportación a otros países, siempre que estos no fueran “infieles ni a otro ningún enemigo de la Corona, sino a amigos y confederados de ella, prefiriendo siempre vasallos y súbditos fieles…”. Al final, llegó a haber una gran demanda, porque si bien los cañones franceses eran -hasta ese momento- los más cotizados por ser considerados los mejores de la época, éstos españoles eran mucho más manejables al ser más ligeros de peso, por las características que tenía el hierro utilizado en su fundición, procedente de las minas de Somorrostro.
La construcción de dichas instalaciones, cuya actividad armamentística se desarrollaría concretamente entre los años 1622 y 1835, llegaron a alcanzar un coste de unos 10.000 ducados, una cifra importantísima para la época, y tuvieron el privilegio entonces de haber sido considerados el mayor complejo siderúrgico de España en ese ámbito y durante esos más de 200 años, único lugar donde se fabricaron cañones de hierro colado para el “sustento del imperio”, según una antigua expresión utilizada en la época.
Para mostrar al visitante la importancia que tuvo en su momento ese gran complejo industrial (se llegarían a fabricar casi 500 cañones por año) en el verano de 2006 se decidió establecer allí un fantástico complejo museístico conocido desde entonces como “Museo de la Real Fábrica de Artillería de La Cavada”, declarada en su momento BIC (Bien de Interés de Cultural), en el cual se recrea lo que fueron esas instalaciones, y donde se recoge material diverso como planos, maquetas, tipos de munición y piezas artilleras, que se complementan con un largo etc. de otros interesantes objetos, tales como didácticos dioramas (estáticos y con movimiento), cuadros, y una espectacular reproducción a escala natural de una sección de una cubierta artillera de un navío de guerra, que hace al visitante viajar atrás en el tiempo, imaginándose perfectamente como debieron ser las duras condiciones de vida a bordo de estos buques.
En resumen, una visita obligada pues, para todos los amantes de la Historia naval/militar de España la de este Museo, enclavado en un lugar -además- de excelencia paisajística en pleno corazón de Cantabria, donde aparte de las instalaciones del propio Museo se pueden apreciar hoy día todavía numerosos restos del conjunto histórico que formaron las instalaciones y factorías tanto en las localidades citadas como en la cercana ría de Tijero.
Fotos: archivo y autoría de Diego Quevedo Carmona