En la arquitectura contemporánea de Venezuela destaca el Helicoide, edificio singular de la ciudad de Caracas, de forma geométrica triangular, construido sobre una colina de la que adopta su forma piramidal. El lenguaje arquitectónico sostiene una perfecta simbiosis con la topografía del terreno, puesto que todo se adapta a ella y nada se impone y representa un llamativo experimento de modernidad.
Se trata de un proyecto en el que participaron tres jóvenes arquitectos, Jorge Romero Gutiérrez, Pedro Neuberger y Dirk Bornhorst, pioneros de la herencia de Le Corbusier en Venezuela. El singular edificio está ubicado sobre la Roca Tarpeya, en la prolongación de las avenidas Fuerzas Armadas, Presidente Medina Angarita (Victoria) y Nueva Granada.
Sería el primero de los arquitectos citados el protagonista inicial de este episodio innovador, pues en 1955 lo escogió como el espacio adecuado para edificar un impotente centro comercial, flanqueado por una vía rápida, siguiendo la tendencia urbanística de la época, que consistía en agrupar las diferentes actividades de una ciudad moderna en un conjunto arquitectónico.
La localización de El Helicoide es la mejor posible por el sistema de vialidad del área metropolitana de Caracas, pues se comunica con la urbanización Las Acacias, El Cementerio y Los Rosales por la avenida Guzmán Blanco; desde el interior del país se puede llegar por la autopista de El Valle, convirtiéndose de ese modo en uno de los puntos más estratégicos de la ciudad, pues se sitúa en la frontera del centro y el sur de la capital.
El Helicoide es una construcción geométrica triangular resultado de la forma piramidal de la colina que constituye su base. La edificación consiste en un manto helicoidal de doble espiral, cuyas rampas entrelazadas la envuelven a modo de aceras aéreas en una pendiente muy suave a lo largo de las cuales se localizan diversos espacios, cuyos módulos permiten la integración horizontal y vertical. La altura de las áreas es ajustada a medida que se asciende y conserva una pendiente uniforme, de 2,5 % de promedio.
Su singularidad formal soporta diferentes aproximaciones entre las cuales destaca lo planteado por el arquitecto Dirk Bornhorst, que considera “la espiral como símbolo de la unión del pensar del Este y del Oeste”. Otra singularidad enfatiza la imitación con la topografía de Caracas y una tercera se refiere a especificaciones funcionales que posibilitarían la existencia de una vía de forma espiral o helicoidal, con el fin de crear una cadena ininterrumpida de locales.

“Queríamos que fuera un centro comercial conocido en el mundo –dijo Dirk Bornhorst–, que los turistas vinieran a Venezuela y lo visitaran como una atracción más”. Se cuenta que el magnate Nelson Rockefeller quiso comprar el enorme complejo y cuando lo visitó Pablo Neruda afirmó que “es ésta una de las creaciones más exquisitas brotada de la mente de un arquitecto”. En plena efervescencia artística, dicen que Salvador Dalí llegó a ofrecer sus servicios para contribuir a su decoración vanguardista.
Este edificio participa del Plan de Modernización de Caracas emprendido en 1956 por el presidente Marcos Pérez Jiménez. En líneas generales albergaría un centro comercial y de exposición industrial, un hotel de cinco estrellas, un estudio de televisión, un parque, un club de propietarios y en el séptimo nivel un palacio de espectáculos.
En el acceso primario se ubicaría una estación de combustible y un helipuerto, así como un túnel de lavado automático, taller mecánico y exposición y venta de vehículos. Todo un avance para la época en una de las principales capitales de Latinoamérica. Entre las novedades destaca el acceso de los automóviles mediante rampas –aquellos eran los años de la gran expansión del coche en Venezuela-, los locales comerciales dispondrían de estacionamiento y un recorrido de cuatro kilómetros en seis niveles, bordeando la colina en la que fue construida.
En la cima se resuelve la articulación de ambas espirales gracias a una curva en forma de “S” y en la que se exhibe un domo o cúpula geodésica que se encuentra entre las tres primeras construidas en aluminio inventadas por el ingeniero Buckminster Fuller. Tiene una luz de 70 m, capacidad para unas seiscientas personas, ventilación natural y el uso eventual de este elemento consistía en la exposición y la realización de actos culturales.

La belleza estética de esta estructura radica en las especiales características y sensaciones que nos brinda su espacio curvo y envolvente, en donde el orden geométrico de sus barras constituye de por sí una composición sumamente estimulante a los sentidos. Destacan, asimismo, sus múltiples ventajas y posibilidades que ofrece en el campo arquitectónico, brindando así un espacio bello y sugestivo.
El Helicoide ocupa una superficie total de 101.940 metros cuadrados. En el proyecto, el área construida es de 77.748 metros cuadrados, consta de 360 locales comerciales que ocupan una superficie de 46.715 metros cuadrados, otros 29.192 metros cuadrados corresponden a vías y áreas verdes y 8.845 metros cuadrados serían destinados al área de exposición e industria nacional.
En 1958, cuando cayó la dictadura de Pérez Jiménez, los accionistas de IVECA C.A. –compañía propiedad de Roberto Salas Capriles, principal accionista de la obra– abandonaron el país y el Helicoide -cuya inauguración estaba prevista para 1960- quedó sin financiación. En 1961, tras la finalización de los trabajos de hormigón armado, las obras se paralizaron. En ese mismo año el proyecto fue exhibido con gran éxito en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, en la exposición “Roads”, en la que consiguió una notable proyección en el debate arquitectónico internacional. Cincuenta años después, e Helicoide sigue siendo un desafío para la arquitectura latinoamericana y, sobre todo, para la arquitectura venezolana.
En 1965 se anunció el reinicio de los trabajos, previéndose concluirlos dos años después, incluyendo un área para aerotaxis que no llegó a construirse. En 1982 se logró concluir la cúpula geodésica de aluminio, que resultaría alcanzada en un ataque aéreo de la intentona golpista del 27 de noviembre de 1992, siendo posteriormente reparada.
Las láminas que la cubren habían sido diseñadas y cortadas por la empresa Kaier Aluminiun en agosto de 1958 y tuvieron un coste de 69.591 dólares de entonces, señala el arquitecto Raúl García. Por espacio de casi 25 años permanecieron guardadas en los locales de Almacenadora Caracas debido a la quiebra de la empresa constructora. En 1982, cuando concluyó el proceso de doblado, anodizado e instalación, la Gobernación de Caracas emprendió su rescate eliminando los ranchos y otras invasiones del singular edificio.
En septiembre de 1986, el Helicoide fue asignado a la Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención (DISIP). Desde 2006 una parte del edificio está ocupada por la Universidad Nacional Experimental Politécnica de las Fuerzas Armadas (UNEFA) y en la actualidad tiene allí su sede el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN). Una de las últimas ideas consiste en darle un uso comunal, una especie de complejo cultural, deportivo, educativo y de salud destinado a las zonas populares que se encuentran alrededor. No parece viable otro uso, considerando las particularidades del entorno que lo rodea.
Fotos: Damián D. Fossi Salas y archivo arquitecto Raúl García
Bibliografía:
Rosas, José y González, Iván. “El Helicoide de Caracas”. En ARQ número 502. pp. 14-17. Pontificia Universidad Católica de Chile. Diciembre 2002.
Blog “Caracas en retrospectiva”