Recordarán los habituales lectores de este blog, que en una anterior entrega se daba a conocer la existencia del coqueto y desconocido Museo de la “Real Fábrica de Artillería de La Cavada”, en Cantabria, que guarda varias joyas, siendo quizás la más llamativa la que hoy es el motivo de esta nueva reseña.
Se trata de que en este más que recomendado Museo, un par de veces al año, sus responsables organizan un acto singular consistente en hacer que un cañón de avancarga del XVIII, de los que en su día salieron de aquella factoría, vuelva a funcionar disparando una salva.
El cañón, de los llamados “de a 48 libras” y de 3 toneladas de peso, es del mismo aspecto aparente que muchos de los que figuran en nuestros museos o incluso de ornato de jardines en plazas de toda España, pero este,… funcionando !!, con el mérito añadido de que el cañón había sido recuperado hace unos años del Arsenal de Ferrol, donde se encontraba semienterrado haciendo las funciones de noray.
Este cañón, capaz de disparar balas huecas o rellenas de metralla o de pólvora, es uno de los 44 con los que iba artillada la fragata “Prueba”, buque botado en Ferrol en 1800 y que el 11 de mayo de 1819, formando parte de una flotilla de 4 buques, (la que se dio en llamar “División del Mar del Sur”), partió del puerto de Cádiz hacia el Perú, cumpliendo órdenes de S.M. el Rey Fernando VII, que pretendía sofocar la rebelión que se acrecentaba por momentos en aquellas colonias sudamericanas.
La flota española, al mando del brigadier don Rosendo Porlier Sáez de Asteguieta, que arbolaba su insignia en el navío “San Telmo” estaba compuesta por el también navío “Alejandro I”, la citada “Prueba” y la “Primorosa Mariana”, estas dos últimas de similares características.
De los cuatro buques, el “Alejandro I” hubo de regresar a España nada más cruzar el trópico de cáncer, por graves averías, continuando los otros tres un viaje que resultaría tremendamente accidentado, de hecho al doblar el Cabo de Hornos, una tremenda tempestad, con una mar embravecida, llena de turbulencias, hizo desaparecer al “San Telmo”, en las inmediaciones de la Isla Livingstone. Años más tarde, William Smith, el primer hombre que “oficialmente” puso pie en la Antártida, dejó documentado el haber hallado restos que podrían haber pertenecido al citado navío español, por lo que es deducible que España pisó la Antártida antes que nadie.
No sería hasta mediados de octubre (1819), cuando la “Prueba” y la “Primorosa Mariana” lograron llegar al puerto de Guayaquil la primera y al de El Callao la segunda, ambas con importantes averías y gran parte de las tripulaciones gravemente enfermas.
Meses después, tras su regreso a España, su baja en la Lista Oficial de buques de la Armada no se hizo esperar. Al proceder al desembarco de las piezas artilleras de la “Prueba”, alguna debió ser reutilizada en nuevos buques, algo habitual, pero otras serían destinadas a servir de noray en los muelles, en este caso del Arsenal ferrolano, último destino de esta fragata, hasta que casi dos siglos después, y como consecuencia de obras, tras la debida petición a la Armada por parte de la dirección del Museo, uno de esos cañones sería desclavado, entregado en depósito al Museo de La Cavada, restaurado. Y lo que es más increíble, ¡¡¡ ha vuelto a funcionar !!!.
Dicha pieza artillera que rebosa tanta historia, es un lujo ver como unos artilleros, vestidos a la usanza de la época y siguiendo el protocolo e incluso la fraseología que se usaba en siglos pasados, proceden a efectuar con él una salva (con una mínima carga de pólvora, para evitar la rotura de cristales de las viviendas de la zona, maniobra que repiten un par de veces por año), comprobándose que más de dos siglos después de haber sido fabricado, el cañón funciona a la perfección.
El acto congrega siempre a muchos curiosos, que no suelen dar crédito a que siga funcionando semejante y más que centenaria pieza, que tiene en su curriculum, nada más y nada menos, el importante hecho histórico de haber participado en la “Expedición de San Telmo”, la que muchos historiadores han considerado que fue la primera campaña antártica española, hace más de dos siglos.
Fotos: Diego Quevedo Carmona