Finlandia conmemora hoy el 80º aniversario del final de la Guerra de Invierno contra la URSS. Las campanas de las iglesias de todo el país han repicado esta mañana, entre las 10,55 h y 11 h, coincidiendo con el momento exacto del final de las hostilidades. Mientras tañen las campanas se han encendido 105 velas en los escalones de acceso a la catedral luterana de Helsinki, una por cada día de la Guerra de Invierno que comenzó el 30 de noviembre de 1939 y terminó con la firma del tratado de paz entre Finlandia y la Unión Soviética, que entró en vigor a las 11 h del 13 de marzo de 1940.
Debido a las medidas excepcionales sanitarias con motivo de la expansión del coronavirus, las autoridades nacionales han cancelado los actos de conmemoración nacional en el que tenían prevista su participación el presidente de la República, el Gobierno en pleno, los veteranos de guerra y la sociedad finlandesa en general, en una concentración prevista en la Plaza del Senado.
Algo más de 27.000 finlandeses perdieron la vida en el breve pero brutal conflicto bélico. La Guerra de Invierno, como es conocida en los anales históricos dentro y fuera de Finlandia, comenzó cuando la Unión Soviética en tiempos de Stalin atacó a Finlandia sin una declaración de guerra previa, iniciándose 105 días de lucha que dejaron miles de muertos, heridos y capturados por ambos bandos, aunque las bajas entre los soviéticos fueron mayores.
En la actualidad, pese al tiempo transcurrido, viven en torno a un millar de hombres y mujeres que participaron tanto en la Guerra de Invierno como en la Guerra de Continuación de 1941 y a 1944 y la guerra de Laponia, en el otoño de 1944. Son los veteranos de guerra, que gozan de un especial respeto, cariño y admiración entre la sociedad finlandesa.
La Guerra de Invierno se produjo apenas veinte años después de las amargas divisiones de la guerra civil de Finlandia. Sin embargo, el país, al unísono, se enfrentó a un poderoso enemigo, en el que prevaleció el máximo sentido de unidad nacional frente a la amenaza externa más grave a la que se habían enfrentado.
Muchos jóvenes asumieron entonces la pesada responsabilidad de hacer posible lo imposible y dieron sus vidas para consagrar la independencia y asegurar el futuro de su país. Aceptaron una misión que nadie hubiera querido. Pasaron su juventud en guerra, sabiendo que la muerte podía llegar en cualquier momento. Vieron caer a sus amigos y llevaron de por vida las cicatrices de lo que habían vivido. Luego serían declarados culpables de una guerra que nadie quería, vieron cómo perdían parte de su territorio y trabajaron para pagar daños y compensaciones mientras se afanaban en la reconstrucción de un país que apenas unos años después se convertiría en uno de los mejores del mundo.
Los jóvenes finlandeses de entonces se mantuvieron callados y vivieron en serena soledad. Nunca hubo espacio para avergonzarse; al contrario, renacieron de sus cenizas como el Ave Fénix y afianzaron los pilares de una sociedad en un mundo cambiante que puso a Finlandia donde le corresponde. Hoy el país nórdico celebra este hito de especial trascendencia y rinde homenaje de sentida gratitud a quienes consideran sus héroes, pues se les debe la herencia de la Finlandia actual. “Sin ellos –como muchas veces hemos escuchado– no estaríamos nosotros”.
Foto: vía Discovering Finland