La sala de máquinas de un buque es, sin duda, uno de los entornos más completos para aquellos que somos entusiastas de la técnica; todos los fenómenos termodinámicos como producción de vapor, máquinas térmicas para la propulsión o grandes equipos de refrigeración tienen allí presencia, sin olvidar la generación de electricidad, sistemas neumáticos, hidráulica, controles electrónicos, telecomunicaciones, cibernética, entre otros, completan las instalaciones y servicios de un buque.
Lo complejo del medio hace que los responsables de que todo marche bien, deben ser y actuar como médicos de familia , pero en este caso sus pacientes son las máquinas; esto les obliga a tener conocimientos técnicos y generales suficientes que eviten las “enfermedades” de los muchos equipos bajo sus responsabilidades y “curarlos” cuando éstas aparecen. La capacidad para evitar los problemas y la resolución de estos una vez que dan la cara, es fundamental en una profesión donde con más frecuencia de lo deseado, se encuentran en riesgo vida y hacienda. De ahí la importancia de adecuadas y suficientes tripulaciones que con eficacia dominen el medio y las difíciles situaciones.
Un buque sujeto a un pertinente y eficaz mantenimiento, con adecuadas y programadas revisiones periódicas, hacen la navegación más segura y respetuosa con el medio ambiente. En lo concerniente al medio ambiente, recordar que la flota mercante mundial, junto con la aviación civil, representan uno de los mayores focos de contaminación del aire a nivel mundial, cuestión poco conocida por el ciudadano medio, debido posiblemente, a que ambos sistemas de transporte ejercen su cometido alejados de tierra.
Como curiosidad al respecto, citar que un solo buque de los muchos que hoy cruzan los mares diariamente y equipados con sistemas de propulsión que rebasan los 100.000 CV de potencia y planta eléctrica de mas de 15.000 kW contaminan en 24 horas el equivalente de toda la flota de vehículos de una ciudad de 200.000 habitantes; en California, una de las zonas del mundo con reglamentaciones más respetuosas con el medio ambiente, algunas navieras ya vienen obligadas desde hace años al pago de considerables tasas en compensación por contaminar.
Un claro indicio de un buque mal mantenido o que sufre problemas en sus máquinas, es la presencia de humo en sus chimeneas, anomalía ésta más frecuente de lo deseado. El problema de la contaminación por gases, llega a veces a plantear roces entre países con tráficos compartidos y que en evitación de represalias entre ellos, llegan a relajar sus obligaciones a la hora de exigir el cumplimiento de las normativas internacionales al respecto. No es infrecuente ver buques operados por compañías del vecino Marruecos en puertos españoles, como a través de sus chimeneas saludan y marcan territorio en los puertos anfitriones emitiendo vistosas señales de humo. Por citar algo positivo, comentar que debido a la tendencia actual de construir grandes buques, el consumo de combustible por tonelada transportada se ha reducido notablemente; no todo es negativo.
Dejando atrás estas reflexiones que pudieran parecer un tanto alarmantes, pero no por ello menos ciertas, quisiera citar un curioso caso vivido que viene a evidenciar que no siempre un buque bien atendido y con todos sus programas de mantenimiento y revisiones al día, tiene porqué estar libre de problemas.
Quiero recordar que todo transcurrió allá por el verano de 1982 a bordo del buque “Guadalupe I”, y en viaje desde España a la costa Este de EEUU; una mañana, mientras me encuentro en el camarote, se presenta el primer oficial de máquinas quien con cierta preocupación me muestra un recipiente conteniendo un residuo con aspecto a serrín húmedo y un extraño olor.
-Juan, esto está siendo expulsado por la depuradora de aceite del motor principal…
No me resultaba fácil de identificar lo que tenía ante mi vista y menos cual podría ser su origen; de inmediato bajo a la sala de máquinas y compruebo en primer lugar los parámetros de presiones y temperaturas de aceite, así como el nivel del cárter del motor principal; todo me parece correcto. Posteriormente me dirijo al pañol de depuradoras donde observo que, efectivamente, la depuradora centrífuga de aceite expulsa sin cesar a través de su drenaje partículas de aspecto extraño para todos; nunca los presentes habíamos visto algo igual.
Se avisa al puente de que se va a proceder a parar máquina con objeto de efectuar una inspección al motor principal, una vez totalmente parado, se procede a la apertura de varias de las puertas del cárter. Con cierta extrañeza y preocupación por lo inédito de lo que tenemos ante nosotros, vemos que la pintura interior se ha desprendido en buena parte de su superficie, aparecen también los filtros de aceite notablemente sucios. El problema es francamente preocupante y durante unos instantes me encuentro un tanto bloqueado y sin saber cómo actuar ante tan extraño caso.
Quedan aún dos días para llegar a Nueva York, tiempo que me parece una eternidad; doy instrucciones para que la depuradora sea limpiada cada cuatro horas y el filtro de aceite en servicio sea conmutado por el de reserva con el mismo intervalo de tiempo, para proceder también a su limpieza y control. Arrancamos máquinas y dando avante con todas las reservas y preocupaciones, reanudamos el viaje.
Durante la noche, cuando me encuentro en la cama descansando un poco y dándole vueltas al tema, tengo un primer pensamiento que me lleva a creer en una posible incompatibilidad química entre aceites. Hacía apenas un mes que se había cambiado de proveedor y marca, pero resultaba muy poco probable que esto hubiese podido ocurrir, tanto por la reconocida solvencia de ambos fabricantes implicados, como por los pocos o nulos casos datados que tuviesen como origen la mezcla de productos; siempre en una operación de este tipo se tienen en cuenta posibles incompatibilidades previo a efectuarse algún cambio.
De momento se me viene a la memoria un comentario que hacía años, encontrándome en clase de la asignatura de Ensayos de Combustible, que hizo el Sr. Franco Rial; el citado profesor que compatibilizaba el puesto de docente con el de responsable del laboratorio en la refinería de petróleos de La Coruña, vino a decir lo ideal que resultan como caldo de cultivo para ciertas bacterias algunos hidrocarburos, especialmente si hay presencia de agua; esta segunda alternativa no la descarté pero tampoco me parecía factible.
Cuando el cambio horario me lo permitió, hago una llamada al departamento técnico de la compañía para comunicar la preocupante incidencia, al mismo tiempo solicito visita urgente de los representantes de Castrol en Nueva York, así como el suministro de unos kits para efectuar un análisis bacteriológico del aceite mediante cultivo.
En Madrid, al igual que nosotros, se encuentran un tanto perdidos y perplejos por el asunto. Transcurridas un par de horas de la comunicación con la central, recibimos un telegrama en el que el jefe de inspección del departamento técnico nos comunica que una vez efectuada una consulta con Castrol Inglaterra, apoyan la tesis de las bacterias, a la vez se nos confirma que a la llegada a puerto recibiríamos puntual visita de técnicos de la marca citada.
Así fue. Tras la autoridades de despacho subieron a bordo un comercial y un químico, quienes después de las oportunas tomas de muestras y comprobaciones se marchan y comentan que nos informarían de los resultados pasadas 24 horas, y que todas las pruebas y análisis, incluidas la detección de posibles bacterias, serían efectuados por ellos; transcurrido este tiempo se personan a bordo de nuevo con el resultado de los análisis y portando dos recipientes de plástico de varios litros de capacidad cada uno, indicándonos que su contenido sea añadido con la mayor celeridad al aceite del cárter.
-Esto qué es…, pregunto a los expertos.
-Antibiótico. Le confirmamos que de los ensayos efectuados se desprende que sufren ustedes una grave contaminación debido a bacterias en el aceite; dicho en términos médicos: el motor está enfermo y hay que tratarlo, otra cosa es conocer el origen de tan grave infección…
Se nos recomienda un reconocimiento a los muñones del cigüeñal así como a los luchaderos de crucetas; se corría el riesgo, según sus comentarios, que las enzimas de las bacterias podrían haber ocasionado algún daño por oxidación o corrosión en estas partes del motor.
Procedemos a efectuar las inspecciones recomendadas y apreciamos como en alguna parte del cigüeñal, pero afortunadamente de forma muy incipiente, comenzaba la aparición de una especie de sombreado fuera de la zona de trabajo. Quedaba por determinar y eliminar el origen de la contaminación bacteriana o dicho en términos médicos, la causa origen de la infección del motor.
Durante el transcurso de la conversación con los técnicos se encontraba presente el segundo oficial de máquinas, quien como marcaba la costumbre, era el responsable del laboratorio de ensayos químicos a bordo, a quien veo por un instante una expresión rara en la cara, para de inmediato y de forma apresurada abandonar la reunión con dirección a la máquina, quedando todos los presentes un tanto sorprendidos ante su inesperada reacción.
Pasados unos minutos vuelve a la reunión y con cierta alegría, comenta:
– ¡Ya está… ¡
-¿Ya está, qué..?, le respondo.
-Jefe, la contaminación bacteriana tiene su origen en una chapuza efectuada por el astillero que recientemente efectuó el montaje del sistema de tratamiento y depuración de aguas residuales…
Con objeto de cumplir con la normativa Solas 74/78 en su capítulo IV, el buque había entrado en astillero para efectuar la instalación del equipo correspondiente. Como siempre ocurre ante cualquier circunstancia que saque a un buque de explotación, las prisas por el retorno a servicio para evitar tanto costes extraordinarios como el lucro cesante correspondiente, son origen en muchas ocasiones de trabajos inacabados o mal efectuados.
El motivo de infección bacteriana no fue otro que el resultado de conectar indebidamente el tubo respiradero del tanque de procesamientos de las aguas residuales, al tubo respiradero del cárter del motor principal, todo con objeto de ahorrar tiempo al no instalar, como hubiese sido lógico, un sistema de aireación independiente para la nueva instalación. Las bacterias anaerobias procedentes del sistema de tratamientos de aguas negras encontraron un fácil camino hacia el suculento, para ellas, lubricante del motor principal.
Fueron muchos los que no se percataron de las posibles consecuencias de tan peligroso y equivocado ahorro. Procedimos a deshacer el grave error efectuando la desconexión entre ambos tubos, dando una solución temporal hasta la vuelta a España donde se hicieron las correspondientes modificaciones y correcciones definitivas.
Transcurridos cinco días desde el comienzo del tratamiento con antibióticos, la depuradora deja de expulsar los extraños residuos, que no eran otros que la pintura desprendida del cárter como consecuencia de los efectos de la infección bacteriana¡
Así sucedió y así os lo cuento.
Foto: Gabriel Prado / Valencia